El irrepetible hablismo del Brujo
Compañía de Rafael Álvarez 'El brujo'. Obra: Una noche con El Brujo. Autor, director e intérprete: Rafael Álvarez. Lugar: Jardines del Castillo de San Marcos. Duración: 1 hora y 40 minutos. Aforo: Casi lleno.
La esbelta figura de piedra rojiza de la torre del Castillo construida por el aralife Alí, fue testigo de las palabras desmenuzadas por El Brujo en el ocaso de un día cualquiera del estío porteño. En esta ocasión el cordobés de las tablas materializó su salto de la rana particular con un refrito de alusiones a los clásicos, y un collage de adolescentes recortables de quita y pon que tuvieron entretenido al respetable mientras la cosa duró.
A remedo de sus propias palabras: primer acto bien, descanso flojo. El que no ha visto nunca en directo al actor lucentino se sorprende por su capacidad de sorprender encima de un escenario vacío; en cambio el que lo ha visto en su largo caminar de lazarillo, de pícaro o don Juan también se sorprende sin rodeos ni tapujos. Lo ves una vez, lo ves siempre.
Claro dominador de los espacios, virtuoso dicente de vocablos y magistral embaucador de silencios rebuscados, complace a un público gentil que aún intuye al zapatero de Juncal llamando al maestro Rabal para contarle un chascarrillo. Su blanca melena del Siglo Oro le reburuja y da la autoridad necesaria para hablar del ojo del culo quevediano, hacer graciosa chanza de poemas de Alberti o alcanzar según sus propias palabras la transustantación del teatro, convirtiéndolo en oportunismo escénico a la carta de cualquier casa.
El recuerdo a sus progenitores con hablillas costumbristas sobre su niñez seducen a un público entregado que interactúa constantemente con el actor, y que se rinde ante las múltiples morisquetas que Álvarez aprendió en el Corral de Comedias del Colegio Mayor Universitario.
Sus cachitos escogidos para la ocasión se removieron inquietos entre la agradable brisa del Castillo de San Marcos: ay salero, salero, salero, que con el coño se gana dinero; bésame donde no me da el sol; dime como hablas y te diré como hablas… son pimpollos de muestra de los que hace uso actoral este maestro del bululú. Terminó la noche jarruñando como los gatos envuelto en su singular e irrepetible hablismo.
Con el aforo casi completo se inauguró el primero de los actos programados en el remodelado Ciclo Cultural veraniego de las Bodegas Caballero, pero fue una verdadera lástima que su difusión llegara un poco tarde al gran público.
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