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Arqueología

La historia de Trafalgar emerge de sus piedras milenarias

Los paneles que muestran la recreación tridimensional de la villa romana.

Los paneles que muestran la recreación tridimensional de la villa romana. / Lourdes de Vicente

El patio porticado del Museo Provincial de Cádiz se ha transformado. En el centro, una recreación del faro de Trafalgar preside la exposición que traslada al visitante a esta privilegiada zona del litoral gaditano para acercarle su historia a través de lo que explican sus piedras milenarias. Los últimos estudios arqueológicos de la zona desvelaron una riqueza patrimonial que se remonta a la prehistoria y que alcanza en la época romana un destacable esplendor. 'Arqueología azul en Trafalgar. De la investigación al turismo sostenible' es el título de la exposición que resume aquellos hallazgos, con piezas encontradas en la zona y paneles con espléndidas recreaciones tridimensionales, y que demuestra que los antiguos miraron al mar, al océano entonces supuestamente finito, como forma de vida y de negocio. Al patio del Museo solo le falta que sople el viento de levante.

Y es que en sus paredes emergen ahora las huellas fósiles de bóvido datadas entre hace 130.000 y 80.000 años; la necrópolis megalítica de la prehistoria reciente (años 1800 a 1600 a.C.), los restos fenicios-púnicos del promontorium lunonis fechados entre el 900/800 y el año 200 a.C.; la impresionante villa marítima y su vivero, además de un balneario, del año 1 al 40 ya de nuestra era, como muestras del poblamiento romano; la tumba altomedieval del siglo VIII, y la vivienda islámica de la ciudad de Becca, fechada entre los siglos XI y XIII. A todo se añaden, ya en los siglos posteriores, los restos visibles de la torre del Ducado de Medina Sidonia, la fortificación de la costa y el icónico faro de Trafalgar, recreado en el centro del patio y que vigila con su guiño de luz la costa que fue escenario, además, de una de las grandes batallas navales de la historia.

Incluida esta exposición dentro de los actos de Innovazul que esta semana se celebrarán en Cádiz, la apertura de la muestra ha contado esta misma mañana con la presencia de la delegada del Gobierno andaluz, Mercedes Colombo, y el rector de la Universidad de Cádiz (UCA), Francisco Piniella, además de otros responsables de la administración autonómica y del ámbito universitario. 

Entre ellos, el arqueólogo Darío Bernal, cabeza visible del amplio equipo que ha investigado estos hallazgos sobre el terreno, que ha elaborado sus conclusiones científicas e históricas y que, junto a los responsables del Museo de Cádiz, han organizado esta exposición que podrá visitarse hasta el 28 de febrero. Bernal ha recordado a sus más directos colaboradores del proyecto: los profesores José Juan Díaz, Eduardo Vijande, Juan Jesús Cantillo y José Ángel Expósito. Junto a ellos, un grupo de casi cien personas entre alumnos de grado, de doctorando y máster, además de investigadores juniors y seniors.

Fue una investigación arqueológica, por cierto, que empezó humilde, buscando pistas y evidencias sobre la acuicultura romana y sus viveros (Proyecto Arqueostra), y que fue creciendo a medida que fueron apareciendo los restos prehistóricos, las dos tumbas megalíticas, la villa romana, el balneario o los restos medievales e islámicos. El conjunto de restos arqueológicos en esta zona del litoral ha permitido, pues, poner en pie la historia del entorno en esta exposición que, precisamente, acaba con una propuesta de ruta sobre el terreno para poner en valor este enclave cuyas huellas son testimonio del pasado de la humanidad en la zona, en un intento de sumar al turismo de sol y playa el atractivo de un turismo cultural y arqueológico.

La exposición revela, por ejemplo, cómo era el ajuar funerario de las dos tumbas, con piezas que se exponen en pequeñas vitrinas: se trata de aros, cuentas de collar, cuencos y restos de un peine de hueso y marfil. Destaca, sobre todo, la recreación de la villa romana y su distribución: tenía cuatro terrazas, dos plantas de altura, pórticos con vistas al mar, mosaicos, techos policromados... Y delante de la villa, un vivero para criar pescados y moluscos (sobre todo ostras y mejillones) y una fábrica de salazón. 

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