Hace 24 años comenzó una historia que, de alguna forma, tiene hoy su cierre, porque fue en la Navidad de 1998 cuando Antonio Álvarez del Pino conoció a Fernando Quiñones. Lo conoció “por el final”, por su última obra, por La visita. Y la lectura de aquel libro, que tomó “de la biblioteca municipal Adolfo Suárez”, le dejó “tan alucinado” que cuando comenzó a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios y a frecuentar la vecina librería Manuel de Falla, reencontrándose con el nombre de Quiñones en sus estanterías, prendería en el gaditano un ansia que se ha materializado en estas fiestas, la de firmar el cartel anunciador de la Ruta Quiñones.
Con elocuencia y gracia, Álvarez del Pino (Cádiz, 1979) contaba este jueves esta historia, la suya con su “querido fantasma”, el hombre al que nunca conoció en persona y al escritor que conoce en profundidad, durante la presentación de la obra que protagoniza el cartel de la XIII edición de la Ruta Quiñones, que se celebrará el próximo 18 de marzo. Una obra donde pretende materializar ese espíritu con el que conectó en su juventud, “el espíritu del poeta”, a la manera “de un busto de escritor clásico” que reposa en una playa salpicada de símbolos de las diferentes facetas públicas de Quiñones.
“Para mí Fernando no es un poeta del siglo XX, me niego a definirlo así, para mí es un poeta del siglo VI a. C., un poeta milenario, la reencarnación o la encarnación del tartesso andaluz”, defiende el licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, “el niño que pinta los cuadros de las cofradías”, se autodenominó con retranca, y autor, entre otras obras, del cuadro del Rey Felipe VI que cuelga en el Ayuntamiento de Cádiz.
Y así lo dibuja, con la honestidad de quien recrea al que conoció y le inspiró. “Yo no lo conocí en persona, yo no conocí la carne de Fernando, yo he conocido el espíritu de Fernando. Yo no conocí sus manías, ni su personalidad, yo no conozco al hombre, conozco al artista, y es sublime, por eso yo quería pintar un espíritu transparente que el cielo lo atravesara, pero que a la vez tuviera una mirada dulce hacia los Amigos de Fernando Quiñones y una sonrisa socarrona, gadita, de hecho, cuando lo pintaba en el estudio pensaba que se estaba cachondeando de mí...”, desgrana el autor frente al original de su obra explicando el porqué el elemento central, el busto de Quiñones, está dibujado y no pintado como sí lo está el resto.
Y es que, en contraste con ese retrato casi transparente, la pieza cuenta “con un fondo playero, del Viento Sur, un fondo gadita y milenario” donde destacan tres elementos alusivos a su faceta pública.
“La literaria la he resumido reflejando uno de los momentos más hermosos que yo haya leído, que es la última escena de Hortensia Romero, que dice que la última imagen que quiere tener cuando muera es la de ella bañándose desnuda en La Caleta; su activismo cultural y social está representando en la propia Caracola de Alcances, la primitiva, la diseñada por él, la que incluye su compromiso político con el ojo del Che Gevara dentro; y la barquilla caletera hacia dentro porque significa también el movimiento, la Ruta, que va hacia el pecho de Quiñones”, detalla Álvarez del Pino que también descubre un elemento que, a primera vista, se le puede escapar al observador, la primera página de La canción del pirata, “muy difuminada, hecha con un transfer y que representa, además, la intrahistoria brutal del cartel porque cuando se me designó como autor, Juan Manuel Fernández (el librero de Manuel de Falla y amigo del pintor desde aquella época de estudiante) me regaló un ejemplar firmado por Fernando y una página manuscrita de esta obra”, agradece.

Blanca Flores, presidenta de la Asociación Fernando Quiñones, durante la presentación del cartel de la Ruta.
Las primeras críticas no han podido ser mejores, y es que en el mismo descubrimiento del cartel, Mariela Quiñones, hija del añorado escritor, lo destacaba como “uno de los mejores carteles” de la Ruta y, a su autor, como uno de los artistas que han conseguido “un mayor parecido” con su padre.
Feliz, Álvarez del Pino, que lleva “13 años queriendo pintar este cuadro”, se despedía del Espacio Quiñones con la satisfacción del deseo perseguido con insistencia y cumplido.
“Ahora este cartel será el que nos acompañe en este año próximo en todos nuestros actos. Estará en la puerta del Espacio Quiñones, estará en la Ruta, por supuesto, en la entrega de las Mojarritas...”, agradecía Blanca Flores, presidenta de la Asociación de Amigos Fernando Quiñones, impulsora del tradicional paseo por la ciudad en memoria del literato, también en presencia de la concejala de Cultura y Fiestas, Lola Cazalilla, que junto al edil de Patrimonio, Paco Cano, acudieron a la puesta de largo del cartel de una Ruta que, además, este año funcionará también como antesala del esperado Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebra en la ciudad del 27 al 30 de marzo.
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