"Vivir en un faro redunda en nuestra condición de huéspedes"

Menchu Gutiérrez vivió, como "farera consorte", durante veinte años en un faro de la costa norte española. Una experiencia que marcó, según dice, gran parte de su literatura y que ahora recuerda en El faro por dentro: un título -elaborado a partir de su último día de su estancia en aquel lugar- con el que completa el texto de Basenji, escrito hace años con la torre guía como escenario. Aun así, y aunque recupera "las emociones que procura una experiencia como esta", Gutiérrez asegurar huir de lo autobiográfico en estos textos.

"Vivir en un faro -advierte Menchu Gutiérrez en la primera línea del libro- es muy distinto a habitarlo": "El faro es en sí una criatura independiente y omnipresente, con personalidad propia. Se hace muy patente -subraya Gutiérrez- tu condición de huésped. Sientes de forma notable las huellas de tus antecesores, ves que estás allí de paso, que nunca poseerás ese lugar... y es una sensación que se corresponde con lo que realmente somos: huéspedes".

Gutiérrez se siente privilegiada por haber podido vivir en uno de esos "lugares prodigiosos, aunque no hay nada más alejado de un lugar idílico -explica-. En el faro se concitan muchas fuerzas y no todas son positivas. Cualquiera que haya vivido un temporal en la costa sabe de lo que estoy hablando. Vivir en un faro es como estar en el interior de un imán: concentra muchísima energía, todo el mundo lo mira y, por la noche, toda esa energía se transforma e irradia luz. Se puede decir que tiene dos vidas: la diurna y la nocturna, y el habitante del faro está allí casi de prestado".

Un faro es un lugar muy arquetípico pero "el simbolismo -indica la autora- lo pone cada uno. Para mí el faro siempre ha tenido una connotación muy positiva: sirve de guía, orienta... pero también es muy fácil asociarlo a la tempestad. Está relacionado con las turbulencias, y es un reloj para los marinos".

¿Desarrolla la misantropía, vivir en un faro? "Imagino que es cuestión de temperamento, depende mucho del carácter de cada uno. También hay que tener presente que, excepto los faros muy asilados, todos tienen GPS y demás. No es ese aislamiento absoluto que había antes y dispones de muchas más facilidades para moverte... Pero pienso que es precisamente esa carga que tiene el faro de silencio y aislamiento lo que favorece la introspección", comenta.

La sensación de amenaza es otra constante en el faro: la sospecha de amenaza o locura está siempre presente. Para el protagonista de Basenji, lo oscuro acecha de continuo. Le parece verlo en monstruos de niebla, en olas deglutidoras, en el perro sobrenatural que habita junto a él. "Hay momentos de pesadumbre, ese silencio y aislamiento no ayudan precisamente a a salir de los abismos interiores -explica Gutiérrez-. Yo he salido de la experiencia del faro como algo muy luminoso. Pero, tal vez precisamente por eso, aquí he querido hablar de la parte oscura que sé que existe: para conjurar a sus demonios he escrito sobre ellos. He querido ver cómo podría ser el viaje de una persona que camina por distintos niveles de la realidad, bordeando el abismo".

El faro por dentro llega a las librerías junto a la reedición de los relatos de La niebla, tres veces: "A pesar del tiempo transcurrido, me reconozco en todos ellos", comenta al respecto Menchu Gutiérrez, que en la actualidad trabaja en un pequeño ensayo literario para Siruela, y "en algunas historias que ahora se desarrollarán a partir de la montaña en la que vivo. Como se dice, el mar es la montaña y la montaña es el mar".