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Los Vasos de Vicarello, la ofrenda de un gaditano que caminó de Gades a Roma

  • En 1852 aparecieron cuatro piezas de plata que debieron ser depositados por este viajero en forma de exvotos y que recogen la ruta de este trayecto a través de sus calzadas

  • Dos de las más importantes vías de Hispania pasan por Gades

Los Vasos de Vicarello o Apollinares

Los Vasos de Vicarello o Apollinares / D.C.

Roma vertebró su imperio en una impresionante red de calzadas que conectaban las diferentes y alejadas partes de sus dominios, y en Hispania, tres los ejes de largo recorrido que la atravesaban pasaban por Gades.
Dicen que fue precisamente un gaditano de los primeros en dejar evidencia de esta red viaria que conectaba Gades con la mismísima Roma, sin abandonar la calzada romana. Lo hizo a través de una ofrenda en forma de cuatro vasos denominados de Vicarello, que eran de plata y tenían forma de miliario (columnas cilíndricas que se colocaban en las calzadas para marcar las millas romanas). Estas valiosas piezas fueron halladas en las termas Apollinari de la localidad de Vicarello, a unos 30 kilómetros al noroeste de Roma. Lo curioso es que en ellas está inscrito el itinerario que conduce de Gades a Roma, a través de este sistema de calzadas que recorren unos 2.780 kilómetros. La hipótesis barajada fue que probablemente aquel viajero dejó estos vasos como ofrenda en el templo contiguo a las termas romanas, denominado Apolo, tras recorrer las más de 100 localidades que integran la Vía Augusta.  
 
Cada vaso repite el mismo itinerario, en paneles enmarcados por columnas o pilastras con capiteles corintios y fueron hallados en el año 1852 en una grieta en la roca de donde manaba el agua, mezclados con otros objetos preciosos como 5.000 monedas de bronce de origen griego, etrusco y romano, 34 vasijas (3 de ellas de oro y 25 de plata), y varios objetos y estatuas de metal, en lo que hasta ahora se considera el mayor tesoro de la Antigüedad encontrado en territorio romano.

Gades, por donde pasaban las vías más importantes

La red de calzadas romana de la Bética. La red de calzadas romana de la Bética.

La red de calzadas romana de la Bética. / Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía

Junto a las dos vías que discurrían por Gades, la Vía Augusta y la Heraclea, estaba la de Plata, haciendo de la Bética, especialmente en su área más occidental, la zona de toda la península con mas densidad en estos trazados fundamentales en la comunicación, según recoge la publicación Atlas del Territorio de Andalucía en el Instituto de Estadística y Cartografía de la Junta de Andalucía.
La Vía Augusta era el eje fundamental que en la Bética unía las capitales de los cuatro conventos jurídicos como eran Gades, Hispalis, Corduba y Astigi, y que  resultaba imprescindible para los movimientos militares, el comercio, la burocracia y el correo. Era la más extensa, con unos 1.500 kilómetros que conectaban la Bética con el norte de Hispania bordeando el Mediterráneo.
También era lugar de paso de la vía litoral, más conocida como Heraclea, que unía Cádiz con Cartagena, enlazando posteriormente con la Vía Augusta. Por último, la tercera gran calzada era la vía de la Plata, cuya denominación se debía a su pavimento, y unía Mérida y Astorga, continuando al norte hasta Gijón y al sur hasta Sevilla.

¿Cómo se articulaban las calzadas?

La red viaria romana no se reducía a la trama de calzadas, que eran realmente las vías más conocidas, sino que se completaba con todo un entramado de un vías secundarias mucho más amplio. En este viario se percibía el amplio sistema jerarquizado, pues los distintos rangos de las vías se diferenciaban tanto por funcionalidad como por las características de su construcción o por el estamento administrativo al que le correspondía su ejecución y mantenimiento. 
Según se recoge en la publicación del Instituto de Cartografía andaluz, las calzadas eran las vías de mayor valor estratégico para los intereses del Imperio. Se construían a cargo del Estado aplicando una avanzada ingeniería, con varias capas de firme, pavimento de losa, medianera elevada, vierteaguas a los márgenes, y una anchura de unos seis metros, de modo que los carruajes pudieran cruzarse sin dificultad. Por el contrario, las vías de segundo orden solían depender de los municipios, siendo raramente enlosadas, aunque algunas sí afirmadas, mientras que otras eran caminos de tierra aplanada.

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