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flamenco

Va por ti, José

  • Más de 3.000 personas se dan cita en la Isla para escuchar el homenaje que Mercé, Arcángel y compañía rinden a Camarón en el aniversario de su muerte

José Mercé, anoche, en su recital en recuerdo a José Monje, Camarón

José Mercé, anoche, en su recital en recuerdo a José Monje, Camarón / Román Ríos

"¡A euro, a euro, camarones!". Qué apropiado... El buscavidas porta canasto de mimbre, gorra blanca de quien vende barquillos y no se corta un pelo en pregonar su reclamo, incluso cuando los artistas dirigen al respetable unas palabras, cruzando la frontera del ánge e invadiendo el territorio del patoserío. "¡A euro, a euro, camarones!". El buscavidas tiene tomada una de las paredes que delimitan la plaza de la Iglesia y ha colocado un altar pagano donde todo está venta. Fotografías, relieves, dibujos a carboncillo... No es el único. Otros compañeros equilibristas de la cuerda del mercado se tiran a la calle con la cara gitana de Camarón por bandera. Camarón cotiza a la alza en bolsa esta noche. Los mercaderes de las efemérides lo saben y se apresuran en la carrera de quién pregona el lema más ocurrente o posee el producto más atractivo. Lo de los camarones no ha estado mal. Hace gracia. Hasta que deja de hacerla cuando se quiere escuchar lo que está ocurriendo sobre un escenario rodeado por más de 3.000 personas (Policía Local dixit). Escuchar, porque ver, es sólo privilegio de unos cientos de afortunados. Pero esto va por ti, José, y quien se sube a la escena, del más grande al más modesto artista, lo sabe. Y se entrega. Así que vale la pena. Aquí estamos, su majestad del cante. "¡A euro, a euro, camarones...!".

Al buscavidas no le queda otra que callar su pregón (¿cuántos cartuchos de camarones se ha traído este gachó dios mío?) cuando José Mercé, amigo "del mejor cantaor que ha dado el siglo XX", reconoce el de Jerez, se encomienda al espíritu de aquel muchacho al que conoció en Torres Bermejas para sacar fuerzas y enfrentar dos tandas de bulerías a capella que provocaron la locura del público.

Los 400 –el número de sillas (y personas) colocadas frente al escenario instalado en la plaza de la Iglesia con motivo de este concierto especial con el que la noche del domingo se conmemoraba los 25 años de la muerte de José Monje Cruz– se lanzan a varias puestas en pie sin reservas ante la entrega más que absoluta del primo del dios Eolo ("un poquito de Aire que no hace Levante", ironiza el cantaor que tiene cuerda para rato).

A la orilla de la una y media de la madrugada, Mercé brinda las últimas ofrendas al profeta flamenco. "Esto va por ti, José", prometía una hora antes cuando tomaba la escena desafiando a los vientos que apenas notan los cientos de aficionados que flanquean las hileras de asientos y que luchan por atisbar entre troncos y copas de árboles la figura de Mercé y Antonio Higuero (guitarra jonda donde la haya). Porque la pantalla que hace las veces de fondo de escenario donde se proyecta unas pocas fotografías del isleño universal y el logo de Diputación está bien, pero mejor hubiera estado si hubiera dado cuenta de la acción a tiempo real en la escena. Afortunadamente, una muy lograda sonorización (trabajo a reconocer teniendo en cuenta el levante que apretaba) permitió que cualquier asistente escuchara a la perfección las soleás (con un fandango maridada casi al alcanzar el remate), seguiriyas, fandangos y bulería (y Aire, claro) que Mercé, aplaudidísimo, repartía a manos llenas.

"José está aquí hoy con nosotros, siempre está aquí, en la Isla, donde tiene que estar", invocaba el tremendo cantaor que sale a escena cuando la abandona otro de los grandes artistas del jondo del presente y, a buen seguro, de los que también protagonizará el futuro. Porque Arcángel está en un momento de gracia, en el punto justo de madurez de un creador joven, pero tiene aún mucho que dar... ¡Y tanto!En su cita con Camarón en la Isla demuestra cómo no deja de cesar ese cante-río suyo, que fluye tan sereno, tan armonioso, ofreciéndonos la paz, esa que él dice recibir cuando escucha los cantes de José. Con Dani de Morón (guitarra creativa, rabiosamente actual y cadenciosa) y con sus inseparables Mellis (pa un roto y pa un descosío, para hacer compás de palmas, de nudillos y para acometer sin miedo el cante de acompañamiento) Arcángel se acuerda "con muchísimo cariño y respeto" de la Canastera de Camarón y Paco de Lucía, dejando una interpretación deliciosa, como su recital, que comienza con la malagueña de Chacón.

Fandangos por bulerías que el respetable celebra con vaso en alza desde las terrazas más cercanas a las tablas desde donde se puede paladear con todo su sabor la seguriya de Tomás Pavón, a clavito y canela, dice, a clavito y canela, sabe; y escuchar una pincelada de las campanas del alba, las seguiriya del rey de la noche y el rey de los flamencos de la Isla, Camarón.

Tangos, alegrías y familia para cerrar esa buena hora con el de Huelva que deja flotando en el ambiente un halo de elegancia y de buen gusto bien a la medida de lo que debe ser un homenaje de altos vuelos como el que el domingo se rendía en San Fernando.

Porque va por ti, José, el desgarro de Mercé, la seriedad hecha duende de Arcángel, y cada una de las actuaciones que desde las diez de la noche dan vida a los 25 años de la muerte de una leyenda. Va por ti José, La leyenda del tiempo que también con sumo respeto acomete el grupo local Al Aire. Va por ti, José, esa sesión de Canastera a dos voces, a dos corazones, entre María la Mónica y el cantaor y saxofonista isleño Antonio Lizana. Va por ti, José, el recuerdo con el que te honran los viejos amigos como Paquito de la Isla y los fervientes creyentes como Jesús Castilla; va por ti, José, David Nieto bailando por alegrías. Van por ti, José, las palabras, toquetazo incluido, de la periodista de tu ciudad Paz Santana, que nos trae del pasado una Calle Real tomada por gitanos que se parten la camisa ante tu féretro, que nos trae tu obra y tu vida y que se acuerda de que aún no tienes museo y que tu nombre debería mentarse con más asiduidad en las escuelas. Eso, José, también va por ti. (“¡A un euro, a un euro, camarones!”. José, aquí abajo, nos tenemos que seguir buscando la vida).

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