'Granma. Metales de Cuba' de Rimini Protokoll en el FIT

Ricardo Sarmiento: "En Europa existe una romantización del proceso de la Revolución Cubana"

  • El creador cubano explica los entresijos de 'Granma. Metales de Cuba', una obra de Rimini Protokoll que se erige como un diálogo intergeneracional que se podrá ver este sábado en el Gran Teatro Falla

El creador cubano Ricardo Sarmiento.

El creador cubano Ricardo Sarmiento. / Jesús Marín

Ricardo Sarmiento (Cuba, 1994) busca en su móvil alguna imagen del Malecón. “Sí, sí que se le parece. Quisiera decir que no para no ser tan típico pero es cierto. Pero es la luz, sobre todo. Vuestra luz es como nuestra luz”, ríe el colaborador en la dramaturgia y asistente de dirección de Stefan Kaegi (Rimini Protokoll) en Granma. Metales de Cuba, la propuesta que esta tarde llega al Gran Teatro Falla en el marco del XXV Festival Iberoamericano de Teatro. Sarmiento, que también ya probó las bondades de La Caleta y que nos interroga sobre cómo es la ciudad en febrero, revisa y vuelve a revisar en el escenario del Gran Teatro Falla cada posición, cada detalle de esta pieza de teatro documental contemporáneo, una de las especialidades de Rimini Protokoll, en la que ha estado involucrado “en todas las fases” del proceso creativo.

–Aunque parece que esta propuesta nos presenta un viaje temporal por la Historia de Cuba y de la Habana, los cuatro protagonistas de ‘Granma. Metales de Cuba’ aportan otra perspectiva, ¿no?

–Claro, es que yo no diría que es un viaje, aunque es cierto que vas a tener ese viaje a un nivel visual, sonoro... Vas a tener muchas imágenes, mucha Historia, que está relacionada con La Habana, pero la obra busca mucho más contar la experiencia, la historia de vida, de los personajes, de estos muchachos que verás en escena. Ellos van a contar la relación que tienen con sus abuelos y cómo a través de esa relación uno puede tener una mirada más amplia y más diversa sobre el proceso social, político y económico que ha sido la construcción de la Revolución Cubana. Así, la obra indaga, sociológica y antropológicamente, en el estado actual de las relaciones entre estas generaciones que tenemos en Cuba pero, a la vez, sirve de pretexto para hacer una especie de analogía con la Historia de los movimientos de izquierda que ocurren en Europa durante todos estos años que se ha desarrollado la Revolución cubana.

–Sobre ese diálogo intergeneracional, ¿qué tesis han manejado?, ¿es un diálogo fluido, está roto o se muestran situaciones diferentes con cada personaje?

–Vas a ver muchas diferencias entre nietos y abuelos y algunos puntos de encuentro, curiosamente, pero lo que más me gusta a mí de esta relación es que se crea un sentido de la intimidad tan particular que hace que la obra tenga una dimensión humana espectacular.

–¿Quiénes son?

–A ver, es que cuando empezamos este proceso no teníamos la idea de confrontar en escena las perspectivas de los abuelos y los nietos pero durante el proceso, en un momento concreto, surgió la idea de por qué no dar el escenario a los jóvenes, ya que la generación que hizo la Revolución en Cuba siempre ha estado en escena, siempre ha estado bajo el foco. Así que nos planteamos revertir la perspectiva y escuchar qué tenían que decir estas personas o, por lo menos, cuál ha sido su experiencia. Por ello se nos ocurrió hacer este casting donde encontramos a cuatro muchachos y muchachas que pertenecen a la generación de los nietos pero con cuatro background, tanto abuelos como nietos, muy diferentes. Los abuelos, todos, tuvieron una relación muy estrecha con el proceso de la Revolución Cubana pero desde diferentes ángulos y sectores. La abuela de Milagros, por ejemplo, era una militante a nivel de base, es decir, una mujer que aunque no ocupara una función social, en el sentido político, muy alta, sí era una mujer que organizaba mucho, que trabajaba mucho con la población. Luego tenemos al abuelo de Cristian, que fue un militar que estuvo luchando en la guerra de Angola. El abuelo de Diana, que es un músico que estuvo girando en las misiones internacionalistas con los soldados. Y tenemos al abuelo de Daniel que fue uno de los grandes líderes en algún momento de la Revolución, una cabeza muy importante dentro del proceso revolucionario. Y a partir de los nietos llegamos a las historias de los abuelos como una manera, como dice Milagros, de conocer nuestro propio origen para entender nuestra propia historia y ver qué cosa somos. Y esto lleva a arrojar mucha luz sobre la actualidad.

–Y el trombón que tocan los personajes, ¿qué pinta en todo esto?

–(Ríe) Eso es una historia muy linda.Fue idea de Stefan Kaegi, que un día me comenta “¿qué tú crees si los muchachos empiezan a tocar trombón?”. Y yo me quedo muy serio y le recuerdo que de los cuatro muchachos que tenemos sólo uno es músico profesional y los demás en su vida han tocado ni con los nudillos. Para ser sincero, yo estaba bastante escéptico pero él se empeñó porque tenía una teoría para desarrollar la obra, la teoría de que la Revolución Cubana cuando ocurrió fue un proceso utópico, que nadie pensó que fuera a tener lugar, así que él quería haceruna analogía con el proceso utópico de lo imposible y el logro que puede representar que gente que no son músicos toquen los instrumentos, y no cualquiera, sino metales... Ver qué lugar ocupa la utopía y cuándo el término utopía se transforma en hecho.

–¿Lo consiguieron?

–Ya me dirás cuando veas la obra... Lo que sí te puedo decir que ellos aceptaron el reto y lo tomaron de forma muy personal.

–Este proyecto es fruto de unos años de investigación. Remóntenos al origen

–Pues en 2016 una plataforma escénica para jóvenes creadores y teatro experimental que existe en Cuba, dirigida por mujeres creadoras, que se llama Laboratorio Escénico de Experimentación Social, le hizo una invitación a Stefan para que viniera a impartir un taller de teatro documental. Aceptó y allí se puso en contacto con creadores cubanos, yo entre ellos, y durante un mes estuvimos compartiendo talleres, conferencias, espacios de prácticas, haciendo una residencia de creación con Stefan. De ahí salió la idea de crear una obra sobre Cuba en colaboración Rimini Protokoll y el Laboratorio, y ya a finales de 2018 se concretó un proceso donde varios residentes estuvimos haciendo una serie de entrevistas a personas buscando historias, tratando de rastrear una estructura de este proceso de estudiar la Revolución Cubana. Yo mismo aprendí muchísimo sobre la generación de los abuelos que en Cuba está como muy acartonada, en el sentido de que es inamovible, es heroica, y ya. Es una visión muy monolítica de la Historia y un proceso como éste a mí me llevó a romper esa barrera. Ya en 2019 venimos a Berlín a enseñar la obra a nivel estructural durante algo más de un mes y en marzo de 2019 se estrenó.

–¿Qué imagen de Cuba vamos a ver y qué imagen de la Revolución, conocemos bien aquí ese proceso?

–Pues sobre la imagen de Cuba desde luego no van a ver la Cuba turística. No es la Cuba de mulatas, ron, tabaco y música, aunque tenemos música, sino que es una obra con un contenido histórico fuerte, profundo y doloroso, porque habla de un proceso que ha tenido tanto altos como bajos y busca enfrentarlos de una manera directa. Y sobre la Revolución, creo que la obra le va a hablar al público de cosas que no conoce porque creo que en Europa existe una romantización del proceso de la Revolución Cubana que muchas veces se queda en una serie de sucesos del proceso histórico y no ahonda en otras series de sucesos que también forman parte del proceso, sucesos que están en esta obra.

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