Arantxa Echevarría | Directora de cine

“Carmen y Lola’ nos ha cambiado la vida”

  • La realizadora vasca, ganadora del Goya a la Mejor Dirección Novel, ha estado esta semana en la Escuela de Cine de la UCA impartiendo el curso ‘De Bilbao a Cannes’

La directora vasca Arantxa Echevarría, en la calle Ancha de Cádiz esta semana.

La directora vasca Arantxa Echevarría, en la calle Ancha de Cádiz esta semana. / Joaquín Hernández Kiki

Un año, y un mes, después de que la Quincena de Realizadores del mejor festival de cine del mundo fijara su mirada en el modesto paquete que llegaba a Cannes desde Bilbao, Arantxa Echevarría agradece cada reconocimiento e, incluso, cada piedra en el camino recorrido con su controvertida y bellísima opera prima en la que relata la historia de un primer amor que desafía cánones establecidos, el amor entre dos adolescentes gitanas que también le valió a la cineasta vasca para conquista el Goya a la mejor dirección Novel. “Carmen y Lola nos ha cambiado la vida”, dice esta combativa, luminosa y franca mujer que tiene mucho, que tiene “todo”, por decir.

“Todo”. Eso también le ha dado su Carmen y Lola, la fe de, por fin, “llamarme y que me llamen directora de cine” y la proeza de conseguir colocar la voz de los homosexuales en la cultura gitana donde se ha abierto “un debate” que, eso sí, ha situado a la cineasta en el punto de mira.

“Ha sido duro, no te voy a engañar, también para las actrices (Zaira Morales y Rosy Rodríguez), pero afortunadamente también hemos contado con muchos apoyos dentro de la comunidad gitana, de hecho, desde que empecé con el casting para la película, con el que estuve varios meses, me entrevisté con muchísimas mujeres de la comunidad gitana y fueron ellas las que me abrieron las puertas de su mundo y sin ellas esta película no sería posible”, agradece la cineasta que, por otro lado, también recibió las críticas de colectivos como el de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad.

“Yo sólo quise contar una historia del primer amor, del recuerdo de mi primer amor, por ejemplo, de cómo lo viví, y ese sentimiento es el mismo entre un hombre y una mujer, dos hombres, dos mujeres, payos, gitanas... Es lo mismo”, explica Echevarría que acerca su cámara con una ternura exquisita a esta relación encarnada por dos jóvenes que nunca se habían puesto frente a una cámara y que, también, gracias a Carmen y Lola han comenzado a abrirse paso en el mundo del cine donde han fascinado a los profesionales con sus actuaciones: Rosy, una chica gitana, y Zaira, una chica merchera.

No fue fácil (“nada ha sido fácil”) encontrar a dos chicas jóvenes gitanas para encarnar a las protagonistas, incluso, cuando dio con Zaira y Rosy, una tuvo que pedir permiso a su abuelo y la otra a su hermano de 12 años (el hombre de la casa) para poder participar en el filme. Afortunadamente, ambas recibieron el permiso. “Yo además quise hablar con las familias porque, al fin y al cabo, ellas eran jóvenes y yo necesitaba un compromiso firme, que a la segunda semana de rodaje no hubiera abandonos o arrepentimientos o lo que fuera porque con lo que cuesta encontrar financiación...”, acierta la realizadora que todavía ríe cuando recuerda aquello que le dijo Rosy sobre una escena de amor: “Vale, yo la beso, pero después escupo”.

Y es que Carmen y Lola también ha sido una ventana desde la que el mundo se ve de otra manera también para las propias protagonistas. “Una de las cosas más bonitas que pasaron durante el rodaje es que Rosy organizó una cena a la que invitó a un primo suyo homosexual al que no le hablaba para pedirle perdón. Ella me dijo un día, “Arantxa, yo es que con ese tema he sido una inmadura”. Y, sinceramente, en ese momento me dio igual que la película después se viera o no se viera, que tuviera éxito o no, simplemente por eso ya había valido la pena”, rememora.

Afortunadamente, Carmen y Lola, se vio. Y en Cannes, nada más y nada menos, fue donde las protagonistas la vieron la primera vez. “Lloraron como magdalenas”, todavía se emociona Echevarría con el recuerdo de sus actrices, felices, paseando por la Croisette, abrumadas, tras el aplauso cerrado del público de Cannes en el estreno de una película en cuyo rodaje no pocas veces fueron insultadas. “Fíjate que donde lo pasaron peor fue en una escena en exteriores, en el mercado del Pozo del Tío Raimundo, en la que tenían que salir fumando y allí me las pusieron verdes...”, se lamenta.

“El pobre Moreno (Moreno Borja que interpreta al padre de una de las chicas) también lo pasó mal pero con su personaje, él me decía todo el tiempo: “pero es que yo no soy así”, ríe la directora a la que no le faltan palabras de admiración para el actor gitano al que hemos podido ver encarnando a Vargas en la serie Arde Madrid y, “lo que nos hizo más ilusión”, apunta Echevarría, en la serie La Peste en el papel de un noble “con lo que ha logrado escapar de ese encasillamiento tan típico en el mundo del cine”.

A la directora tampoco le ha ido nada mal después del terremoto Carmen y Lola. ¿Para qué sirve un Goya?, le pregunto; “para no tener que esperar otros seis años para poder hacer mi siguiente película porque a ese ritmo sólo iba a tener dos cintas en mi filmografía”, contesta.

De hecho, de ese largo camino, el que va desde el papel hasta el celuloide (adecuar el proyecto al presupuesto, casting, creación del dossier, búsqueda de financiación...), habló la cineasta en el curso que esta semana ha impartido en la Escuela de Cine de la Universidad de Cádiz.

Porque nunca es una senda fácil la del cine español pero cuando de cine social se trata y, además, realizado por una mujer, hablamos de triple tirabuzón... “Sí, así es, pero lo mío es vocacional, necesito contar historias, es mi forma de vida, no entendería mi vida sin esto”, asume la directora que está preparando dos nuevos proyectos. “El primero es un proyecto comercial en tono comedia sobre la realidad, totalmente abandonada, de la mujer a los 50 años porque, oye, que seguimos follando, seguimos viviendo y todo”, carga la realizadora que, en paralelo, está rodando su película Chinas, sobre la situación de las mujeres chinas de segunda generación en España, “unas jóvenes fascinantes cuyos padres apenas hablan español mientras que ellas están ya arraigadas en la cultura latina”, adelanta.

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