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Entrevista

Albert Boadella: "Si entonces hubiera llevado las riendas de Cs, habría presidido la Generalitat"

  • El artista catalán, fundador de Els Joglars y artífice intelectual de Ciudadanos, está en Cádiz esta semana para impartir el primero de los cursos de este año de la Escuela de Cine de la UCA

El dramaturgo y actor Albert Boadella, durante la entrevista en la Casa del Armador en Cádiz.

El dramaturgo y actor Albert Boadella, durante la entrevista en la Casa del Armador en Cádiz. / Julio González

Militante acérrimo en las filas del arte y la belleza, el actor y dramatugo Albert Boadella (Barcelona, 1943) ha llegado a Cádiz esta semana para impartir el primero de los cursos de la Escuela de Cine de la UCA. Dejando atrás la Covid, enfermedad que ha padecido ("tengo anticuerpos a punta pala", ríe), el fundador de Els Joglars se muestra en pleno estado de forma en la escena, con su 'Diva' (que esperamos, "ojalá", dice, ver en Cádiz pronto), en las letras, con 'El duque', y en el gusto por la conversación que cultiva sin ponerse de lado ante ninguna pregunta.   

–¿Cuáles son las coordenadas del curso que imparte en Cádiz?

–Pues quiero darles una orientación sobre lo que yo considero que son los núcleos esenciales del arte del teatro: el juego entre ficción y realidad, la cadencia, que es la esencia de todas las artes, la poesía, que no es sólo lo que está escrito sino el núcleo poético, que dicta que con lo mínimo, lo máximo, nunca al revés, y una cosa muy importante que es el complejo de la modernidad que ha provocado muchos desastres. La gente que empieza, sobre todo, se deja acoger por esa especie de obsesión con ser moderno, vanguardista, contemporáneo..., cuando uno es moderno si está viviendo esta época, quiera o no quiera. Fuerzan las cosas hasta hacerlas incomprensibles para el resto de los ciudadanos.

–Sin embargo, usted funda Els Joglars en los sesenta como un hecho de vanguardia, ¿no?

–Eso era la publicidad pero en realidad nosotros expresábamos con naturalidad lo que sentía nuestra generación, no forzábamos ninguna modernidad. También es cierto que nos encontramos con un teatro muy casposo en la época, muy convencional.

–’Diva’, su último montaje, es ejemplo de su trabajo en los últimos años donde parece encontrar más ese núcleo poético en la lírica...

–Exacto. A partir de que en 2010 me encargué de los Teatros del Canal en Madrid dejé Els Joglars y me dediqué a lo que yo pensaba que era la esencia del arte teatral, que es la música y la poesía, poesía en la forma de contar, me refiero. Así, desde entonces, sólo he hecho cosas teatrales pero con música, y ahí está Diva, que es de lo mejor que he hecho en ese camino. Estoy muy contento.

Albert Boadella, en la entrevista con 'Diario de Cádiz'. Albert Boadella, en la entrevista con 'Diario de Cádiz'.

Albert Boadella, en la entrevista con 'Diario de Cádiz'. / Julio González

–También se vuelca en las letras. Este año ha publicado ‘El duque’ donde cuenta su amistad con el duque de Segorbe. Por cierto, ¿cómo le ha ido mejor al artista con la aristrocracia, con los gobiernos o con el crowdfunding?

–Vistos los resultados, yo creo que estuvieron muy bien con la nobleza, ¿no?, incluso con los Papas (ríe) que es una forma de nobleza. Seamos sinceros... Bach que trabajó para una serie de príncipes, Miguel Ángel para el Papado, hasta en época de los faraones se hicieron esculturas extraordinarias... Yo creo que la intervención directa del Estado a través del mundo de las subvenciones ha desviado cosas que son esenciales como la libertad. Molière, por ejemplo, si no estaba con un príncipe estaba con otro y el que lo protegía era alguien a quien gustaba lo que hacía; a mí si me protege un ministro de Cultura, seguro que no le gusta nada lo que yo hago, con lo que no me va a proteger, me va a putear.

–Pero eso es malentender la cosa pública. Ese dinero no es de un político o un Gobierno, es de todos a través de los impuestos

–Sí, claro, es el gran engaño que tenemos todos, que pensamos que son ellos los que facilitan las cosas, pero los primeros en creérselo son ellos, y ese es el gran problema. De todas formas yo soy muy partidario de la independencia del artista en el sentido económico. El teatro es un arte que es relativamente barato, el espectador podría pagar el precio real del teatro, que le costaría lo mismo que tomarse unas copas por la noche, en cambio hay la manía de rebajar los precios del teatro a través de ayudas y eso es una grave equivocación hacia la libertad del artista.

–Pero hay espectáculos de Els Joglars y de otras compañías que son de tal magnitud estética y técnica que supongo que para rentabilizarlo la entrada tendría que ser carísima, ¿no?

–No, qué va. Nosotros sobrevivimos con un 8% de dinero público en lo que eran nuestras cuentas, es decir, que el espectador, en la época de las pesetas, habría tenido que pagar 20 pesetas más por entrada sin esa financiación. Nosotros trabajábamos 25 personas entre técnicos, oficinas y actores y éramos una compañía privada que nos ganábamos la vida correctamente y nos pagaba el espectador. Por eso hacíamos lo que nos daba la gana.

–¿La echa de menos?

–Echo de menos la juventud, la maravillosa juventud con Joglars, que fue como una utopía. Desde el punto de vista artístico, menos, creo que lo que estoy haciendo ahora es la substancia de lo que hice. Es una de las pocas ventajas de la vejez, cuando uno entra en esta etapa lo sintetiza todo, hasta los movimientos.

Albert Boadella, en un momento de la entrevista. Albert Boadella, en un momento de la entrevista.

Albert Boadella, en un momento de la entrevista. / Julio González

–Le leí con tristeza hace unos meses que sentía un profundo desamor por Cataluña...

–Digamos que les tengo manía, clarísimamente, lo digo sin complejos. Cataluña se me ha llegado a hacer un lugar extremadamente antipático y, por la parte que me toca por haber nacido allí, me avergüenzo de lo que hace una parte importante de mis conciudadanos. De su insolidaridad, de su sentido de superioridad con respecto al resto de españoles y lo mal que han administrado la propia región que ha pasado de ser una región potente cultural e industrialmente a no tener ningún relieve. Madrid le ha pasado la mano por la cara en todos los sentidos.

–Supongo que los indultos del procés también han contribuido a azuzar esos sentimientos...

–Bueno, forma parte de todo un sistema político que quiere debilitar la idea de la nación española y, sobre todo, la solidaridad del conjunto de una nación. Y es que a río revuelto ganancia de pescadores. Un país unido en sus objetivos y en sus culturas, porque un país no tiene una sola cultura, es un país potente desde el punto de vista moral, espiritual y político. Y siempre hay gente interesada tanto fuera como dentro del país en que esto se rompa. Incluso la propia iglesia católica, en una parte de su historia, ha estado interesada en romper los grandes Estados porque le hacían la competencia al Vaticano. De hecho, habría que preguntarse por qué la iglesia catalana está de lado del separatismo...

–¿Quién no tiene futuro: las ideas de Ciudadanos o sus líderes?

–Sus líderes, claramente. Sus ideas están muy bien, son ideas de ecuanimidad, de libertad sin extremismos, son ideas de una convivencia agradable entre el conjunto de los Ciudadanos y antinacionalismos. Pero ha sucedido que sus dirigentes no han estado a la altura del éxito que podían haber tenido. Rápidamente quisieron convertirse en presidentes de esta nación y la precipitación los destruyó. Pero en su momento fue una experiencia interesante y me alegro de haber participado en su fundación.

–En su momento no quiso dar el salto a la política, ¿se arrepiente?

–Yo tuve a mano dar ese giro en mi vida en la fundación de Ciudadanos y si yo hubiera llevado las riendas del partido en ese momento, tal y como se me propuso, pues, y puedo decirlo con toda la vanidad, la situación hubiera sido distinta, seguramente, muy posiblemente, hubiera presidido la Generalitat porque la irradiación de mi personalidad dentro de Cataluña en aquel momento tenía una cierta fuerza para conseguirlo. Tuve una segunda oportunidad con Tabarnia, es decir, girar Tabarnia hacia la política, que tenía también una irradiación, yo creo, que hasta mayoritaria, pero preferí mantenerme a la sátira porque no renuncio al arte. En todo momento de mi vida el arte siempre ha pasado por delante, salvo en la relación con mi mujer en la cual, a veces, he retrocedido artísticamente para mantener más tiempo con ella.

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