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Sucesos

El último crimen machista de Jerez fue en realidad un suicidio

Temporeros recogiendo aceitunas en Lomopardo, donde se produjo el suceso.

Temporeros recogiendo aceitunas en Lomopardo, donde se produjo el suceso. / Diario de Jerez

El pasado miércoles 3 de mayo el Ministerio de Igualdad confirmó la naturaleza machista del asesinato cometido el viernes anterior (28 de abril) en Lomopardo, una pedanía de Jerez. Una mujer de nacionalidad rumana, de 39 años de edad, fue encontrada muerta por su pareja, que fue detenida e ingresó en prisión como presunto autor de un homicidio. Ahora, el hombre, también rumano, ha sido puesto en libertad después de que la autopsia haya confirmado que la muerte de Alina, que así se llamaba la mujer, se trató de un suicidio.

Según ha podido saber este diario de fuentes de la propia investigación, la “implicación” de este hombre ni ha podido ni podrá ser probada, por lo que “es imposible que se le pueda condenar y ya ha sido puesto en libertad”, aseguran.

La mujer se ahorcó utilizando los cordones de sus zapatillas, al modo en que suelen hacerlo algunos reclusos. Anudó la improvisada soga a un olivo en una zona apartada de la campiña jerezana y se dejó caer en cuclillas hasta que la falta de riego sanguíneo hizo que, primero, perdiera el conocimiento y la vida poco después. Su pareja fue quien la encontró ya muerta, aunque el hecho de que la descolgara y que, después, tardara casi una hora en dar aviso de lo sucedido, a un amigo en primera instancia y a las autoridades a continuación, lo puso inmediatamente en el centro de la diana de los investigadores de la Guardia Civil.

El cadáver no presentaba otros signos de violencia más allá de las propias derivadas de un ahorcamiento. Según nos han confirmado, Alina incluso llegó a fotografiarse con su teléfono móvil antes justo de acabar con su vida, posiblemente en un intento de demostrar que la suya había sido una muerte voluntaria.

Aunque no existían denuncias previas entre la pareja, temporeros rumanos sin hijos que habían llegado al campo jerezano para trabajar desde su país, el hecho de que compañeros de faena declararan a los agentes del Instituto Armado que era habitual que el hombre se mostrara violento con Alina cuando bebía les hizo investigar el caso como si de un crimen machista se tratara. Para la Guardia Civil “siempre nos quedarán dudas razonables de lo que ocurrió ese día entre la fallecida y su pareja”.

Uno de los problemas que encuentra la Benemérita es que “entre estos temporeros se normaliza la violencia contra la mujer. Algunos nos dijeron que cuando estaban trabajando no había problemas entre ellos, pero que cuando no tenían que hacerlo y abusaban de la bebida él la agredía por cualquier cosa. Él le pega pero sólo cuando bebe, nos llegaron a decir, como si eso fuera normal o tuvieran que aceptarlo. Son cosas difíciles de entender en pleno siglo XXI”.

Para la resolución del caso ha sido determinante el profundo estudio llevado a cabo por el Servicio de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz. Las sospechas de que la muerte de Alina no había sido provocada por su pareja, y el hecho de que este ya hubiera ingresado en prisión, hizo que se emitiera un completo informe que incidía en la necesidad de poner en libertad al sujeto, algo que se hizo el pasado miércoles. No obstante, este hombre deberá seguir localizado de momento por si la investigación determinara próximamente nuevos indicios, aunque, desde ya, la Guardia Civil reconoce que “será imposible que se le pueda condenar porque no existen las pruebas suficientes”. Eso sí, los investigadores siguen teniendo algunas dudas de cómo se sucedieron los hechos en Lomopardo. Incluso si esas agresiones previas a su pareja, no denunciadas por la víctima dentro de esa abominable sociedad patriarcal que aún se padece en algunos núcleos rurales, no pueden ser consideradas inductoras del dramático desenlace.