Qué hacer para salir con vida del campo de minas de la Navidad
La incapacidad de romper inercias o cuestiones más específicas, como los duelos o incluso las pocas horas de luz, forman un cóctel resbaladizo
Navidad sin prisas: claves prácticas para frenar el estrés
No es que abunden las encuestas al respecto, pero las que hay vienen a señalar que la mayor parte de la gente disfruta con las navidades. De la gente mayor de doce años, me refiero. Podemos decir que en torno a un tercio quieren escapar de ellas, bien porque las detesten, bien porque las encuentren estresantes. La fotografía sorprende porque contrasta, y no poco, con el termómetro social del día a día, donde la esplendorosa mayoría echa pestes de las fiestas.
Digamos que, para empezar, está la luz. Venimos de las semanas más oscuras del año y nos aguardan otras de corte parecido. El fenómeno es tan conocido que, en gran medida, el jolgorio y la luminosidad que siempre se han dado en estas fechas podrían ser una forma (consciente-inconsciente) de compensar. “El clima y el momento estacional interfieren en nuestras rutinas –comenta la psicóloga sanitaria Andrea Gasca–. De hecho, no hay más que ver cómo estas son diferentes según regiones. La falta de luz nos lleva a segregar menos serotonina: esto influye en el sueño y hace que nuestro estado de ánimo cambie, y conecte menos con emociones de alegría o de felicidad, e interfiere en cómo nos comunicamos con el entorno. En las actividades al aire libre, más propias del verano, experimentamos más emociones de alegría y apoyo. Desde luego, cada persona es diferente, pero el clima va a influir”.
Luego está la cuestión de que hay navidades oscuras por muchas lucecitas que pongas. “Los duelos, por ejemplo, son un ejemplo clásico porque aquí se notan especialmente las ausencias”, señala Gasca. El hueco que nos trae –como bien contaba Dickens, que sabía ver tan claramente las cosas– el fantasma de las navidades pasadas. La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va. Y un día, esos recuerdos seremos nosotros.
“Además –desarrolla la especialista–, hay que tener en cuenta que los sentimientos suelen ser mixtos. Lo mismo echas en falta a un familiar o a una pareja, pero puedes perfectamente echar de menos eso e ilusionarte porque te regalen el Día de Reyes”.
DESEO VS REALIDAD
Más allá de situaciones inevitablemente grises, el peso que aletea sobre la gran mayoría en estas fechas es el de las presiones y las expectativas sociales. “Hay esquemas que nos ayudan a vivir –explica Andrea Gasca–. Patrones que se repiten culturalmente en todas las familias, o que se deberían repetir. Esto nos puede llevar a valorar que nuestra situación no es suficiente o debería ser de otra forma. Y esto puede generar emociones disfuncionales o negativas sobre nuestra situación. A la vuelta del año, es más fácil que se active esa reflexión entre lo que esperábamos conseguir y lo que hemos conseguido, tanto a corto como a largo plazo”, comenta la psicóloga, que menciona también la puntilla de las redes: “Nos llevan a compararnos sin remedio, cuando la realidad que transmiten tiene muchos filtros”.
Respecto a la presión social, Gasca recomienda “permitirse sentir lo que las emociones están marcando: nos puede servir hablar de cómo nos sentimos, qué circunstancias hemos vivido este año para que las emociones estén en ese lugar, desahogarnos con alguien de confianza y validar lo que estamos sufriendo: sea la época que sea, cada uno tiene una problemática, unos periodos y derecho a transitar”.
Para la psicóloga, una de las claves para vivir unas navidades que no generen conflicto está en “permitirnos ser más genuinos y reales: quizá me apetecen otros escenarios que no son los convencionales, pero que conectan con mi realidad personal. La clave –continúa– es vivir en consonancia con lo que sentimos. Si lo que se considera típico no nos define, no pasa nada: quizá quiera pillarme un descanso de verdad, en soledad; o hacer otro tipo de actividades que me hacen sentir bien”.
EL PESO DE LOS ESCENARIOS SOCIALES
Por supuesto, hay perfiles que pueden pasarlo peor que otros en las fiestas. Uno de los factores de riesgo son los pensamientos rígidos: “Aquellas personas que piensan que algo tiene que ser de una forma determinada, con esquemas muy estancos: que una situación no sea como otro año, por ejemplo, no implica un fracaso. Simplemente, es diferente”.
Aun así, si algo demostraron las navidades del Covid es que el ser humano es la encarnación de la contradicción: tras pasarnos la vida protestando por tener que cumplir con las obligaciones familiares y aguantar al inaguantable de turno, cuando nos restringieron el fiestorro, lo primero que hicimos fue quejarnos.
La vieja castaña de diferenciar entre soledad elegida y no deseada: “Pero, realmente, en el aspecto en concreto de la Navidad, es que nos sensibilizamos mucho por los escenarios sociales y la cultura –añade Gasca–. No concebimos que no se coma algo más especial, y con mucha gente. Es importante tomar conciencia de que el 24 es una noche, que los patrones sociales cambian y que no tenemos por qué adherirnos a ese sentido que le da todo el mundo.Te puedes quedar tan feliz en casa viendo una peli y comiendo un sándwich de pollo. Cada persona está en el derecho de autodeterminar cómo quiere vivir. Que cada uno ocupe el espacio que necesita es una cuestión de respeto y convivencia”.