Reacciones a la llegada de Juan Carlos Campo al Ministerio de Justicia

Dos ministros pero una sola fiesta

  • La frialdad con la que el PSOE de Cádiz ha acogido el nombramiento de Juan Carlos Campo contrasta con el jolgorio con el que se recibió en 2008 la designación inesperada de Bibiana Aído

Imagínense una familia en la que dos de sus hijos celebran con varios años de diferencia una graduación de fin de carrera. Y esa familia decide celebrar por todo lo alto el hito al que ha llegado el primero de esos hijos, con una fiesta a la que no falta absolutamente nadie. Pero, años después, el éxito del segundo de esos hijos no se vive, ni por asomo, con la misma intensidad. Una simple palmadita en la espalda es a lo máximo a lo que llega una familia que, pese a ello, insiste en dar una imagen de unidad y de normalidad.

Pues un contraste similar a este es el que ha vivido el PSOE de Cádiz con dos acontecimientos idénticos separados por un margen de casi 12 años. Y es que la frialdad con la que este partido ha acogido la reciente designación de Juan Carlos Campo como ministro de Justicia –no hay que olvidar que la ejecutiva provincial no incluyó a Campo en su propuesta de candidatura al Congreso que después fue modificada casi al cien por cien por Ferraz– nada tiene que ver con el jolgorio con el que se recibió en abril de 2008 el inesperado ascenso de Bibiana Aído como ministra de Igualdad en el segundo Gobierno de Zapatero.

Aún hay socialistas que recuerdan lo que se vivió en la sede provincial del PSOE aquel domingo 13 de abril de 2008, un día después de que se conociera que Zapatero había decidido incluir en su gabinete a Bibiana Aído. Era un espaldarazo en toda regla a una joven que se había criado entre Alcalá de los Gazules y la capital gaditana, que era socialista desde la cuna –su padre fue alcalde de la localidad alcalaína por el PSOE– y que al día siguiente –el lunes 14 de abril de 2008 – se convertiría a sus 31 años de edad en la ministra más joven de la democracia.

La dirección provincial del partido que lideraba Francisco González Cabaña había organizado para ese domingo al mediodía un encuentro de Aído con la prensa pero, de forma espontánea, aquello terminó convirtiéndose en una fiesta socialista que abarrotó la sede de San Antonio y que se extendió incluso a la calle Ancha.

En un partido como el PSOE de Cádiz en el que las rencillas internas siempre han exitido y donde a lo máximo que se puede aspirar es a disimular esas diferencias, el ascenso de Bibiana Aído al Ministerio de Igualdad sirvió entonces para reunir en torno a una sola persona a las diferentes sensibilidades del socialismo gaditano. Porque aquel día acudieron a arropar a esta joven alcalaína tanto los máximos responsables del sector oficialista/pizarrista que entonces mandaba en la provincia, en Andalucía y en la Junta (Pizarro, Cabaña, Gómez Periñán, etc) como de la corriente crítica o romanista (Rafael Román, Menacho, Cornejo, Jiménez Barrios, José Luis Blanco, etc.). El griñanismo aún no había irrumpido porque Manuel Chaves seguía llevando con firmeza las riendas del PSOE-A y del Gobierno andaluz.

Todo entonces eran sonrisas en el PSOE, un partido que había ganado bien las elecciones generales y andaluzas de aquel 2008. Nada hacía pensar lo que vendría en los tres años posteriores, con un Chaves dejando la Junta, con la crisis azotando a todos los hogares españoles, con un Zapatero cada vez menos valorado y, por último, con la mayoría absoluta lograda por Rajoy y el PP a finales de 2011.

Pero en abril de 2008 los socialistas se las prometían muy felices y Bibiana Aído tenía total libertad para hablar con los medios de comunicación. Por ejemplo, en aquella rueda de prensa en San Antonio en la que estuvo escoltada por Luis Pizarro y por Cabaña, la ministra in pectore reconocía sentir algo de vértigo, consideraba un honor poder combatir el machismo desde el Gobierno y aplaudía la “valentía” de Zapatero al crear un Ministerio de Igualdad.

Tanta libertad al expresarse y tanta alegría y confraternización en el PSOE de Cádiz han desaparecido en esta semana en la que Juan Carlos Campo ha aterrizado en el Ministerio de Justicia, no se ha movido de Madrid y casi no ha hablado con los medios, a excepción de un par de intervenciones muy institucionales: una el lunes tras su toma de posesión y otra el jueves para elogiar a su antecesora, Dolores Delgado.

Ya sea por apatía de la ejecutiva provincial o porque el nuevo ministro no puede o no quiere exponerse en exceso, lo cierto es que lo vivido esta semana en el PSOE provincial no ha sido precisamente una fiesta.

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