Un sofá azul regala una resuelta figura. Sentado, tranquilo, solo. Mario Vargas Llosa está en Cádiz. Aparentemente relajado pero consciente de la responsabilidad que todo galardón implica. "Esto es ante todo una gran satisfacción, desde luego, pero, sobre todo, un mandato", se sincera el reciente Premio Nobel de Literatura que hoy recibirá el Premio a la Defensa de la Libertad de Expresión y de los Valores Humanos, otorgado por la Asamblea Internacional de Radiodifusión (AIR).

Sentado, tranquilo, solo. Apenas un minuto. Pronto Alfonso Ruiz, director gerente de la Asociación Española de Radiodifusión Comercial, se erige como maestro de ceremonias que presenta y rodea al literato de amigos y colegas de profesión. Vargas Llosa ofrece su mano sin reparos, sonríe, pasea como si el tiempo no pasara. Y habla. Habla de libertad de expresión, de lazos, de puentes con su querida, nuestra querida, Hispanoamérica, habla de entendimiento y de celebración. Y lo hace en la cuna de la libertad de expresión. También es consciente. Lo dice. Lo repite y nos mira.

"Creo que cuando uno recibe un reconocimiento de esta índole está recibiendo una responsabilidad. Fundamentalmente la responsabilidad de trabajar por la defensa de la libertad de expresión que es uno de los pilares fundamentales de la cultura democrática y sin la cual no existe una vida política libre, digna de ese nombre", prosigue el autor de El sueño del celta, que ya ha tomado asiento para departir durante unos minutos sobre sus sensaciones pocas horas antes de recibir la distinción que hoy recoge en el Real Teatro de las Cortes de San Fernando, el mismo emplazamiento donde hace justamente dos siglos los diputados de las Cortes constituyentes promulgaron el Decreto IX que permitía la libertad de imprenta.

Un día especial que no pasa desapercibido para el escritor peruano. "Para mí es importante que esta reunión de la Asociación Internacional de Radiodifusión, que es la institución que me honra con este premio, se celebre en Cádiz cuando comienzan los festejos del Bicentenario de las Cortes de Cádiz de la que salió la primera Constitución española", se congratula Vargas Llosa, que hace un apunte de otra de las caras más bellas de este festejo. "Este momento tiene una significación extraordinaria porque creo que nunca estuvieron tan cerca España y los países hispanoamericanos como durante las Cortes de Cádiz de 1810-1812. Fue un momento realmente privilegiado en la historia en que la cercanía tuvo además como fundamento el principio de la libertad en la cultura democrática y que todo esto le da a este premio que recibo y a esta reunión una significación de la que soy muy consciente", arguye.

Mientras relata estas impresiones, con ese decir pausado, dulce -con ese mismo aire como de eternidad que lo rodea cuando estaba solo, tranquilo y relajado- Vargas Llosa ojea un periódico resucitado, se interesa y pregunta por él. El Conciso cae en manos del narrador, que no lo suelta durante este intercambio de ideas. Parece que le convence y gusta. Lo despliega y se topa con la mirada penetrante de Sara Baras, la nueva Pepa. "Ah, claro, Sara Baras es de Cádiz, de San Fernando", comenta mientras pasa páginas que rezuman libertad. Pero esta es otra historia...

Mario Vargas Llosa llegó sobre las cuatro de la tarde a Cádiz acompañado de su esposa y a las diez de la noche asistió a una cena en el Baluarte de los Mártires ofrecida por AIR y en la que departió con representantes del Consorcio del Bicentenario de la Constitución de 1812. Hoy todos estarán presentes en el Teatro de Las Cortes de San Fernando para asistir a la entrega del galardón que ha provocado su visita. El encargado de entregárselo será el vicepresidente primero del Gobierno y presidente de la Comisión Nacional del Bicentenario, Alfredo Pérez Rubalcaba, que aprovechará su visita en la localidad isleña para inaugurar el Centro de Interpretación del Parlamentarismo.