Los espejos rotos: la realidad tras el aumento de los casos de suicidio entre adolescentes

A partir del confinamiento, los datos muestran una subida en las conductas suicidas entre la franja más joven de población, así como de episodios autolíticos o de adicciones no comportamentales

La Fiscalía ya ha recibido la denuncia de Educación y está estudiando el caso de Sandra Peña

La vida "a dos pantallas" en la que crecen los más jóvenes tiene flecos en la toma a tierra.
La vida "a dos pantallas" en la que crecen los más jóvenes tiene flecos en la toma a tierra. / Guillén

Está tan relacionado con la intensidad de la vida a estrenar que lleva por nombre el de un joven incapaz de asumir un traspié amoroso: se conoce como efecto Werther la temida capacidad de contagio del suicidio. Por eso, hasta hace muy poco –hasta que distintos especialistas y asociaciones comenzaron a señalar que era más dañino hacer como si no existiera–, el tema era un absoluto tabú en los medios. Cuesta hablar de ello. Tecleas y parece que convocas lo peor.

“Visto lo que hemos estado viendo últimamente, casi dan ganas de volver al que no se hable”, dice desde Ubuntu María Jesús de León. La Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido emitía la semana pasada un comunicado en el que manifestaba su rechazo al tratamiento dado en los medios de comunicación a los casos de las adolescentes fallecidas en Jaén y Sevilla. “Hablar sí salva vidas –puntualiza María Jesús de León–, pero con responsabilidad y con intención de comprender y facilitar ayuda”.

En el tema de las muertes por suicidio es famosa la imagen de diagrama de tijera: el que muestra número de fallecimientos en carretera y suicidios desde los años 80. Ambos datos suponían una hemorragia de vidas que, en el caso de los accidentes de tráfico, se asumió como inasumible a nivel social. Hoy día, apunta la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, por cada muerte en carretera contabilizamos dos suicidios. No son muertes anecdóticas, precisamente, aunque parezcan –casos mediáticos al margen– no suceder nunca. Lo que no se ve, no existe. No hay problema que atajar.

En la provincia de Cádiz, según datos del INE, terminaron con su vida en 2024 un total de 113 personas. Según franjas de edad, la que acumula más casos de suicidio a nivel nacional es la que va de 45 a 59 años (también, la generación mayoritaria). Sin embargo, en términos de tasa, son los mayores de 85 años los que mantienen una proporción más alta (y con diferencia), con una incidencia de unos 46 episodios por cada 100.000 habitantes.

La incidencia no es muy alta entre los más jóvenes, pero sí llama la atención la escalada producida en la última década: de 59 casos de entre 15 y 19 años en el 2014, se ha pasado a 76 (tablas nacionales). Se calcula que, por cada muerte, hay alrededor de veinte intentos de suicidio y cada 20 minutos, en nuestro país, hay una llamada de emergencia.

Siendo todo esto cierto, si se amplía la foto vemos que el número de suicidios ha disminuido respecto a los años noventa. “Y ha subido algo a partir de la pandemia, cosa que era esperable –señala Daniel López, presidente de la asociación Papageno–. Los episodios autolíticos sí que han subido alarmantemente según los protocolos, por el efecto contagio”. Como ha ocurrido, también a partir de la pandemia, con los trastornos alimentarios o las adicciones no comportamentales.

Hablamos de pandemia como concepto, pero fue el confinamiento el que se llevó la parte del león: “Mi hija, por ejemplo, me decía: ‘Papá, es que siento que he perdido dos años de mi vida’ –continúa López–. Todo esto, teniendo en cuenta que muchas personas perdieron el trabajo, que había gran incertidumbre... Pero también paso con la gripe de 1918 y el distanciamiento que provocó”.

A pesar de las tendencias macro, y como todos tenemos una boca, tanto el suicidio como la salud mental entre adolescentes son dos temas muy dados a cuñadeces. Pablo Gutiérrez es profesor en un IES de Sanlúcar, y ha tocado la temática juvenil (y su psicología) en muchos de sus libros, desde Nada es crucial (Premio Ojo Crítico), a El síndrome de Bergerac (Premio Edebé) o La tercera clase.En nuestra época también existía la preocupación por la imagen –desarrolla–; el carácter influenciable se ha dado siempre en todo adolescente; o los comportamientos adictivos o tóxicos (Kurt Cobain era la autodestrucción con patas). La diferencia es el soporte. Las redes pueden servir de fuente de cariño y corazoncitos, pero también de todo lo contrario. En la vida de los chavales, hay dos pantallas: la digital y la de la vida real, que puede ser más o menos dura. Pero esta doble existencia sí que produce estrés, sensación de no llegar y de estar siempre juzgado por la mirada del otro. Por supuesto que nosotros también tenemos redes, también estamos sometidos al mismo escrutinio: pero, en general, no somos tan vulnerables”.

La responsabilidad de las redes sociales en el quebranto adolescente es “un poco artificiosa –reflexiona Daniel López–. Las redes no son ni más ni menos la forma en que tienen de comunicarse. Ahora, es cierto que todo se potencia”.

UNA VIDA, DOS PANTALLAS

Podemos relativizar todo lo que queramos pero, en el mundo adolescente, la pantalla es la vida. Lo es también más allá, pero en este periodo vital el terminal tiene condición de bombona de oxígeno. “De la mano –apuntan desde Papageno–, puede ir una pérdida de alicientes por la vida”. Lo que pasa a ser segunda pantalla –la pantalla con leucocitos– pierde capacidad de agarre. La recompensa en el mundo real no suele ser tan inmediata como a través del periférico, y sabemos que no hay enganche como el de las endorfinas –bueno, sí: el del odio–. “Por eso mismo, hay que hacer un trabajo de educación emocional –prosigue López–, desarrollando herramientas para el trabajo de las emociones y fijando alicientes y objetivos. Hacerles saber a los chicos que, aunque todo parezca tremendo, los problemas no son definitivos”.

La máxima de que nadie escarmienta en testa ajena lleva implícito que la testa tiene que romperse. La falta de tolerancia –no sin relación con el escudo de vidrio templado– es la bestia negra que, en la batalla de los adolescentes frente al mundo actual, todos comentan: “Todo es muy fácil, todo lo que quieren está al alcance –opina María Jesús de León–. Hay muchos paradigmas que han cambiado y no sabemos cómo reaccionar”.

Desde Alma y vida, asociación de ayuda a padres en duelo, Francisco Manso señala que influye lo que llama la “sociedad del zapping”: “Cuando no te gusta algo, lo cambias. Tienes esa posibilidad. Así que, cuando te llega una cosa que realmente no puedes cambiar, te topas con la frustración y no sabes cómo gestionarla”.

“Es el signo de los tiempos –abunda Daniel López–. De pequeños, sí podíamos aprender cierta tolerancia a la frustración, pero ahora en general adoptamos con los chicos una actitud sobreprotectora, lo que impide que se responsabilicen de sus actos en la vida, los convierte en personas frágiles. No les dejamos aprender: hay que estar lo suficientemente cerca como para que se sientan seguros, y lo suficientemente lejos para que aprendan”. Para el especialista, la sobreprotección excesiva podría considerarse una forma de maltrato.

Alma y vida cuenta con distintos grupos de terapia de duelo, siendo dos de ellos específicos para los padres que han perdido un hijo a causa del suicidio. “Aunque las muertes por suicidio suelen ser multicausales –explica Francisco Manso–, en los adolescentes ocurre que no son capaces de afrontar la incertidumbre, no tienen capacidad para hacer frente al rechazo, ni a ciertas situaciones. No tienen, en muchos casos, capacidad de respuesta, porque no han adquirido el conocimiento de la vida de un adulto, y no buscan apoyo”. O lo buscan donde lo encuentran fácilmente: en la IA.

Aunque aún hay lagunas sobre el caso de Jaén, en Sevilla sí se había notificado acoso escolar. La cuestión del bullying –y su actualización actual, al modo sin descanso a través de redes y aplicaciones– es otro de los temas recurrentes cuando se habla de suicidio adolescente. Para colmo, el concepto de intimidad se ha volatilizado: exponerse es la nueva normalidad. Si alguien quiere atacarte, tiene munición de sobra. Si eres adulto, puedes llegar a relativizar: un concepto muy alejado de la intensidad juvenil.

BULLYING: "HAY MUCHOS CENTROS EN LOS QUE SE MIRA PARA OTRO LADO"

“Respecto al bullying –indica María Jesús de León–, hay muchos centros en los que se mira para otro lado. Pero creemos en la importancia de la actuación temprana: los protocolos se tienen que investigar, aunque luego se cierren”.

De León, que es profesora en la Sierra de Cádiz, comenta que a partir de los casos recientes habrá más atención: “Los propios niños lo han demandado, el hablar del tema –señala–. Y si, dentro de los centros, ha servido para sacar situaciones irregulares, pues mejor. Desde la propia Delegación se ha pedido que se revisen protocolos de suicidio a nivel escolar”.

Ramo de flores por la muerte de dos adolescentes en Jaén.
Ramo de flores por la muerte de dos adolescentes en Jaén. / Europa Press

Para Alma y vida, sería fundamental contar con una “asignatura de gestión emocional desde el jardín de infancia. Al fin y al cabo –indican–, la parte emocional es lo primero que desarrollas, pero trabajamos sólo la cognitiva. Habría que dar espacio a la gestión emocional en Primaria y Secundaria”.

La plataforma cuenta con 16 grupos de ayuda en Andalucía, dos de ellos, en Chiclana y Algeciras. Papageno, que trabaja como asociación para la prevención y posvención del suicidio, tiene ya con once grupos de trabajo:“Este mismo jueves, se pone en marcha una iniciativa de adolescentes en duelo por suicidio en Sevilla”, señala Daniel López.

SALUD MENTAL, INCAPAZ DE ATENDER LOS DUELOS

La mayoría de las llamadas que llegan a Alma y vida, asegura Francisco Manso, lo hacen por desviación del servicio de Salud Mental de la Junta: un hueco resbaladizo, si tenemos en cuenta que hablamos de “perfiles muy graves de suicidio”. Y la asistencia psicológica, sobre todo, de continuidad, es cara: “No es casual que el fármaco que más se venda en España sean los antidepresivos”.

“Siempre he dicho que las aulas y los centros de AP son las trincheras de la sociedad –añade Pablo Gutiérrez–. El resto pueden ser guetos más o menos culturales, pero ahí coincidimos todos. Los profes que ya llevamos tiempo percibimos cómo se mueve la sociedad, para bien o para mal. Esta generación, por ejemplo, tiene más inteligencia emocional de la que tuvimos nosotros en los 80 y 90, que no sabíamos dónde teníamos los pies, a veces, llegando hasta el sobrepensamiento”.

“La cuestión de clase afecta mucho, y los psicólogos son carísimos si se requiere un seguimiento –abunda–. Yo conozco casos de niños que han ahorrado para ir a psicólogos, bien porque los padres consideran que era un estigma, o que el niño sólo quería casito, o porque en su casa no podían”.

Este año, por primera vez, el Ministerio de Sanidad puso 18 millones para asociaciones que trabajan en atención al suicidio: una tirita. “Sin minimizar la problemática de la violencia de género, en 2023 hubo más de cincuenta asesinadas según datos oficiales –añade Francisco Manso–. Ese mismo año, sólo teniendo en cuenta al sexo femenino, se contabilizaron 1.076 suicidios, “a los que se destina cero euros”.

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