Ciberdelincuencia

Quinquis 2.0

  • San Fernando se ha convertido en punto neurálgico de las estafas por internet en todo el país

  • La Policía ha reforzado su unidad para combatirlas

En la imagen pasada por la Policía se ve a un presunto ciberdelincuente.

En la imagen pasada por la Policía se ve a un presunto ciberdelincuente.

Antes, en la España del Naranjito, la transición y la EGB, a los quinquis se les presentía a kilómetros. Les precedía el ruido de sus motos, sus Derbi Coppa que conducían como si fueran Ángel Nieto pero sin cascos que escondieran sus melenas. Sus palos eran tan sonados como esos tubos de escape humeantes que hacían tronar como indios golpeando tambores de guerra. Aparecían por una calle y zas... bolso que te crió. Pantalones de pitillo, chupa vaquera, collares plateados, amor de madre tatuado en un brazo normalmente raquítico y unos andares a medio camino entre el Danny Zuko de ‘Grease’ y el Torete de ‘Perros callejeros’. Era la época de los tirones, los dame lo que llevas o te pincho con el destornillador, la búsqueda del sustento con el sudor ajeno y las carreras ante los monos que se sujetaban como podían la boina y la porra mientras perseguían a jovenzuelos más rápidos.

Eso era antes. Ahora los delincuentes habituales han evolucionado. Son quinquis 2.0, no es que sean hackers georgianos ni opten a becas en Silicon Valley, pero sus conocimientos de internet les da para hacer lo de siempre pero de una manera más limpia, sin tanto estropicio y sin hacer la puñeta –física claro– a nadie.

Todo empezó con Abel. La Unidad de Delitos Tecnológicos y Ciberdelincuencia de la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría de San Fernando lo conoce bien. Podríamos decir, por aquello de los términos de la era post-covid, que sería el paciente 0 de esta nueva era de las estafas en la red. “Al principio actuaba en solitario. Empezó estafando a gente de toda España mediante ventas ficticias en diferentes plataformas de internet y creó escuela”.

El inspector Manuel Jones, jefe de la Brigada de Policía Judicial de la comisaría isleña y que conversa con este medio para arrojar algo de luz a este negocio tan oscuro como floreciente, recuerda que cuando estalló la famosa Operación Wallastop, rebautizada posteriormente a petición de la propia empresa Wallapop, que no quería que su nombre se asociara a ella, como Operación Ruder, se detuvo al susodicho Abel y a otros 30 compinches, pero la cifra de investigados llegó hasta el centenar. “El problema es que este Abel enseñó a otros muchos, a muleros, chavales muy jóvenes que por ganarse unos euros abrían líneas de teléfonos o se encargaban de hacer las extracciones de los cajeros. Aprendieron el oficio y ahora en vez de tener a una cabeza pensante tenemos a diez que están estafando por todo el país desde San Fernando. No hay día que no nos lleguen denuncias de cualquier punto de España”, dice Jones.

La investigación de la Operación Ruder se saldó con 800 víctimas en todo el territorio nacional y casi 190.000 euros estafados. La Policía consideró entonces que la banda de Abel “llegó a estar detrás de más del 60% de las estafas por internet denunciadas en toda España y que se focalizaron sobre San Fernando en los últimos años”.

Abel, que según cuentan se gastaba todo el dinero en vivir la vida loca, acabó en prisión acusado de estafa, falsedad documental, pertenencia a grupo organizado y blanqueo de capitales, pero su estilo de delinquir ha creado escuela entre los jóvenes de La Isla.

Los quinquis que daban tirones en los 80 son ahora más finos y roban desde internet

Los tirones de bolsos, los atracos violentos, forman parte del imaginario popular de la España de antes. Ahora lo que se llevan son las estafas por internet que nunca superan el delito leve al no superar los 400 euros. “En los dos últimos años, sus operaciones con engaños similares son constantes”, dice Jones. “Solo en 2019 y lo que va de 2020, la unidad ya lleva 27 detenidos y 100 investigados. Y cada día llegan denuncias nuevas desde los pueblos más insospechados”.

La forma de actuar de estos quinquis tecnológicos no ha variado en los últimos años. Saben que la red está llena de incautos a la caza de la última ganga. Una Thermomix regalada y no deseada que se pone a la venta por 400 euros, un iPhone por 300, una Nintendo Switch por 250 porque el niño prefiere la Play Station y ni la ha abierto.

Las ofertas aparecen en páginas como Wallapop, Vibbo o Milanuncios. Una vez lanzado el anzuelo la oferta se concreta por Whatsapp. “Desde el principio lo que quieren es generar confianza en la potencial víctima, ganársela para poder llevar a cabo sus planes”, dice Jones. “Mándame tu DNI, es que no me fío. Ya me han estafado otras veces. Así te entran”. Con la foto del carnet consiguen además engordar una red de identidades falsas que les permiten identificarse ante otras víctimas o dar de alta las líneas de móvil desde las que cometen sus engaños.

La artimaña termina siempre en un cajero de San Fernando. Hasta allí se desplazan los propios estafadores o sus muleros para sacar los no más de 400 euros que la víctima les ha enviado por medio de una extracción de dinero con código. “Esto no deja rastro del receptor del dinero, más allá de su grabación en las cámaras del terminal”, dice Manuel Jones. “Antes utilizaban plataformas de pago pero ahora con este sistema que se llama efectivo-móvil el pago es inmediato. Vas al cajero, metes directamente ese código, como si pulsaras la clave de tu tarjeta de crédito, y el banco te entrega la cifra acordada”.

La estafa es tan fácil que la Policía de San Fernando incluso ha detectado a abuelas que han visto una manera fácil de hacer negocio. “La abuela de uno de ellos también empezó a ganar dinero acudiendo a los cajeros. Se dio cuenta que por cada estafa podía llevarse 50 euros fácil”.

Una vez cometida la estafa la víctima solo puede denunciar. “Nadie está a salvo de caer en algo así”, explica Jones, que comenta que durante el confinamiento, e incluso estas últimas semanas, estas bandas se han dedicado a vender por internet falsos perros. “Los ofrecían completos, vacunados, con su pienso, su documentación, con todo. Una vez que la víctima ofrecía el dinero se quedaba sin él y, lógicamente, sin el perro”.

La Unidad de Delitos Tecnológicos y Ciberdelincuencia de la Comisaría de San Fernando está formada actualmente por seis personas, cuando hace unos pocos años empezó con sólo dos. Por ejemplo en la Comisaría Provincial hay tres personas para estos mismos delitos, pero es que San Fernando se ha convertido en el epicentro nacional de las estafas por internet. Tanto es así que hasta supera en agentes al Grupo de Delincuencia Urbana de la localidad.

Algunos han creado escuela y cuentan con decenas de jóvenes que les ayudan

El perfil medio sigue siendo el de jóvenes entre 18 y 23 años con ganas de conseguir dinero fácil para sus adicciones. “Se gastan todo lo que consiguen”, cuentan los agentes que siguen sus pistas a través de los cajeros y que ya los conocen hasta por los andares.

También, advierte Jones, están aprovechando la delicada situación económica del país a raíz de la pandemia para desviar su atención hacia otras estafas. “Envían mensajes a personas haciéndose pasar por el Servicio Público de Empleo Estatal, el SEPE. La gente está loca por coger dinero, y claro, te solicitan tu DNI y tu número de cuenta para hacerte el ingreso que tienes pendiente. Mucha gente pica porque ve que la página igual tiene un logo gubernamental. Dan todos los datos y cuando se dan cuenta lo que han hecho es una retirada de efectivo. Otras veces se hacen pasar por grandes comercializadoras eléctricas, por ejemplo, para obtener datos que luego venden. La picaresca en internet va en aumento”, concluye.

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