Bonifaz, gloria y tragedia de los astilleros gaditanos
Historia naval gaditana
En 1957 era el barco de mayor tonelaje construido por la Empresa Nacional Elcano en sus Factorías Nacionales
Esta es una historia que comienza con solemne gloria y termina en tragedia. Una historia cuyos restos yacen en silencio, pero no olvidados, en el fondo del mar. Todo comenzó el 27 de septiembre de 1957, cuando el petrolero Bonifaz fue botado en los Astilleros de Cádiz.
Como siempre cuando un nuevo buque era lanzado al mar se vitoreaba la ocasión y se alababa la pericia de los trabajadores gaditanos. El Bonifaz no fue una excepción: era el barco de mayor tonelaje construido hasta entonces en los astilleros gaditanos, el séptimo de una serie de buques tanque tipo T fabricados por la Empresa Nacional Elcano en sus Factorías Nacionales.
A las cinco y media de la tarde, el Bonifaz se deslizó por las gradas entre banderas, gallardetes y guirnaldas, hasta besar por primera vez el agua. El evento reunió a un sinfín de autoridades: el presidente del Consejo de Administración del Astillero, el vicepresidente, consejeros delegados, el secretario, el director gerente de Elcano, inspectores de flota, el director de asuntos generales y el delegado en Cádiz, además del capitán general del Departamento Marítimo, el gobernador civil, varios tenientes de alcalde y el marqués de Viesca de la Sierra.
A última hora llegó el obispo don Tomás Gutiérrez Díez, quien bendijo el acto desde un pequeño altar con una imagen de Jesús Crucificado. La madrina del barco, la marquesa de Viesca de la Sierra, estrelló contra el casco una botella de vino de Jerez, sellando el momento mientras la banda filarmónica gaditana interpretaba el himno nacional. Aunque el lanzamiento fue muy aplaudido, no sería —como marca la tradición— un presagio de buena fortuna.
La quilla del Bonifaz se había colocado el 17 de febrero de 1957. Fue el primer buque de su serie en tener el casco completamente soldado y el primero en incorporar un motor diésel de dos tiempos. Su peso muerto superaba las 20.000 toneladas, y alcanzaba una velocidad de hasta 17 nudos. Tras la botadura, se celebró un almuerzo para las autoridades, un aperitivo amenizado por orquesta, y se entregó a la madrina un broche de platino y brillantes. Además, todo el personal de la factoría fue agasajado con un almuerzo especial, y aunque trabajaron medio día, se les pagó la jornada completa.
El final
Pero esta historia también tiene un final, con fecha y hora exactas: hacia las diez de la noche del 3 de julio de 1964.
El Bonifaz estaba realizando una travesía desde A Coruña hasta Cartagena, donde debía continuar su labor habitual de transporte de petróleo del Pérsico a la refinería de Cartagena, en ese momento la única en toda la península ibérica.
En esa ocasión, el barco navegaba en lastre y desgasificando sus tanques, una operación rutinaria pero peligrosa. A unas nueve millas al oeste del cabo Finisterre, con buena mar pero una densa niebla cerrada, el Bonifaz colisionó con el petrolero francés Fabiola.
El Fabiola, construido en Dunquerque en 1959, medía 235 metros de eslora, tenía 32.125 toneladas de registro bruto y estaba impulsado por dos motores de 11.250 caballos. Se dirigía a Le Havre cargado de petróleo crudo.
La colisión fue devastadora. El Bonifaz embistió al Fabiola y rompió varios de sus tanques, provocando un derrame masivo de crudo que se incendió casi al instante. Las llamas envolvieron gran parte del Bonifaz, especialmente los camarotes de popa, donde dormían muchos tripulantes.
Los gases acumulados en los tanques aún sin desgasificar comenzaron a explotar, y el casco soldado del Bonifaz cedió bajo la presión, permitiendo la entrada de agua y provocando un rápido naufragio.
A pesar del caos, se logró lanzar al mar dos botes salvavidas, en los que escaparon varios heridos y cuatro de las seis mujeres que viajaban como familiares acompañantes. El capitán Amézaga, el radiotelegrafista que envió señales de socorro hasta el último momento y un marinero fueron de los últimos en lanzarse al agua, y fueron recogidos poco después.
El rescate fue realizado por los buques Setas, Sloman Málaga y el destructor José Luis Díez, que trasladó a algunos náufragos hasta Marín y al resto a Vigo.
El balance fue desolador: 25 víctimas en total, 5 fallecidos (incluidas 2 mujeres) y 20 desaparecidos. La noticia ocupó la portada del Diario de Cádiz del 5 de julio de 1964, bajo el titular: “Cinco muertos y veinte desaparecidos”. Aunque los detalles aún eran confusos, el diario publicó los nombres y cargos de víctimas, desaparecidos y supervivientes.
Pronto surgieron disputas entre los capitanes de ambos barcos, que se acusaron mutuamente de haber ejecutado maniobras erróneas. Para garantizar imparcialidad, el caso fue juzgado por un tribunal británico, que finalmente declaró la culpabilidad compartida de ambos buques por errores humanos.
La tragedia del Bonifaz escribió el siniestro final del que había sido orgullo de los Astilleros gaditanos.
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