Sucesos

Vuelcos: Guerra civil en el narcotráfico

  • La tortura y el desprecio por la vida son las marcas de identidad de bandas que roban a otros narcos

  • El último episodio de Chipiona sólo es una muesca más en un largo historial

Momento del traslado de los detenidos por el crimen de Chipiona a los juzgados de Sanlúcar.

Momento del traslado de los detenidos por el crimen de Chipiona a los juzgados de Sanlúcar. / Manuel Aranda

La tortura, el desprecio por la vida, la crueldad, son señas de identidad del narcotráfico. Hay quien se deja llevar por esa figura romántica del capo como un nuevo bandolero, alguien que vive rodeado de lujos, de billetes verdes, mujeres bonitas y fiestas interminables. Pero todo eso es pura ficción, o más bien una parte lúdica que algunos clanes publicitan casi como una manera de lavar su imagen. La realidad es bien distinta cuando las cosas se ponen serias, cuando los narcos de esta frontera utilizan los métodos de otras fronteras, de México, Colombia, Nicaragua, Turquía, Rusia, Ucrania. Estamos hablando de los vuelcos, la guerra civil en el narcotráfico que no es ajena a la provincia de Cádiz.

El pasado domingo, Manuel, un chipionero de 39 años, fue asesinado por una banda formada por cuatro franceses de ascendencia africana y un marroquí. Junto a Manuel, otros dos amigos fueron torturados durante más de tres horas. Los tres acabaron siendo lanzados de una furgoneta en marcha en la autovía que une la costa Noroeste con Jerez. Los dos supervivientes siguen luchando por su vida. Los causantes fueron detenidos tras una espectacular persecución y la crucial intervención de un guardia civil fuera de servicio. Los cinco están ya en prisión sin fianza.

La investigación sobre el crimen de Manuel Jurado y la paliza brutal a sus dos amigos sigue en secreto de sumario. Pese a ello, el diario digital El Español aseguraba días atrás que el verdadero propietario de la droga que buscaban los cinco autores del crimen está en paradero desconocido y que estas cinco personas son sicarios profesionales que se dedican a cobrar deudas y que se desplazan desde el extrarradio de París por toda Europa. Según dicho medio fuentes de la investigación han explicado que el verdadero dueño de la droga es un conocido traficante de Chipiona que posee un taller y en cuya casa fueron torturados estos tres amigos. A uno de ellos, de nombre Jesús y ascendencia navarra, es a quien el presunto capo del narcotráfico habría llamado durante toda la noche del sábado pidiéndole ayuda. Esta persona, a la que no pudieron encontrar los franceses y el marroquí, se encuentra en paradero desconocido. Las pesquisas tratan ahora de determinar qué relación guarda el fugado con el fallecido y con los dos hospitalizados. Mientras, un familiar de uno de los heridos ha manifestado a este mismo medio que esta persona se vio envuelto en los hechos por la llamada de ayuda de dicho narco. “Mi familiar no es un narco. Su único error fue ir a ayudar a uno que decía ser su amigo y ahora está fugado”, aseguraba.

Operaciones como la Periplo, Tobera o Toante han investigado sucesos similares

Y es que los vuelcos entre clanes rivales han aumentado de manera exponencial en el último lustro. En algunos casos se visten de agentes de las fuerzas del orden, amenazan con armas automáticas y son extremadamente violentos.

Basta con recordar operaciones como la Periplo, donde cayó la banda de Ismael El Ojos tras secuestrar, torturar, propinar 42 puñaladas y acabar asfixiando a David El Pelón, un chiclanero metido en negocios turbulentos en la costa; o la Tobera, que finalizó con la muerte de un vecino de Cuartillos, una pedanía de Jerez, conocido como El Moro por la presunta pérdida de un alijo. En este caso el cuerpo magullado fue encontrado por un cabrero en una cuneta de la autovía Jerez-Los Barrios, a la altura de Medina, con evidentes signos de violencia.

No ha sido la última. También podemos hablar de la Operación Toante, otro vuelco famoso con secuestro, en esta ocasión el de un vecino de Sanlúcar apodado El Mortadelo al que sus captores no sólo propinaron una brutal paliza durante cuatro horas, exigiéndole que les informara sobre una partida de hachís, sino que acabaron realizándole cortes en las piernas y arrojándole vinagre en las heridas. Además, se dedicaron a golpearle con un martillo de punta en los pies.

En otro caso muy célebre, tras un secuestro expres, cortaron a la víctima las falanges de dos dedos. La crueldad de lo que se ve en algunos casos supera a lo que aparece en series de televisión y películas. Hablamos de gente muy peligrosa, bandas perfectamente organizadas, algunas con miembros de los países del Este, ex combatientes, que no tienen problemas a la hora de ponerse duros. Es la guerra, una guerra civil entre gente que se conoce, que se ve venir, pero están acostumbrados a vivir al filo de la navaja, con la adrenalina corriendo por las venas, desbocando los corazones, enganchados al dinero y al riesgo.

En el caso de los amigos de Chipiona todo hace indicar que estaban a cargo de una guardería de hachís y sus captores no sólo quisieron robarles la mercancía sino además exigieron tener más información sobre otras instalaciones de este tipo. La familia de uno de los dos jóvenes que continúa en estado muy grave en el Puerta del Mar tras sufrir cuatro fracturas craneales abiertas, además de otras contusiones repartidas por todo el cuerpo, reconocía telefónicamente a este medio que no le consta que estuviera metido en ningún tipo de asunto sucio, y que la agresión les había cogido por sorpresa.

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