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Científicos gaditanos lideran un proyecto para medir emisiones en la Antártida

Uno de los investigadores, durante la última campaña en Isla Decepción. Uno de los investigadores, durante la última campaña en Isla Decepción.

Uno de los investigadores, durante la última campaña en Isla Decepción. / A.T.

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Isla Decepción tiene nombre de destino pirata. Sus coordenadas, sin embargo, pertenecen a un universo muy distinto: forma parte de las Shetland del Sur, un archipiélago al borde del continente antártico, y es en ella donde tiene su sede la base española Gabriel de Castilla, gestionada por el Ejército de Tierra. Por su traducción del inglés, debería ser más bien la Isla del Engaño, que tampoco va mal como topónimo. El nombre se lo debe al juego visual al que se presta cuando se llega hasta el lugar en barco; en la lejanía parece un islote como tantos otros pero, una vez te aproximas, compruebas que gran parte de lo que sería el terreno no es más (ni menos) que agua: una gran laguna –conectada al océano Antártico a través del Estrecho de Bransfield– en la caldera de un volcán activo. Todo ello hace que en Isla Decepción concurran fenómenos naturales (fumarolas hidrotermales, sismicidad, deshielo de glaciares, etc.) que han dado lugar a una flora y fauna excepcionales.

Bajo el nombre de Proyecto Dichoso, el estudio que lleva este año a varios investigadores gaditanos a la Antártida pretende comprobar de qué manera afecta la condición volcánica de la isla a todos estos escenarios, así como su contribución a los inventarios biogeoquímicos del océano austral, además de sus tendencias actuales y futuras.

En la puesta en marcha de Proyecto Dichoso forman parte distintos organismos: el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), como líder del proyecto; la Universidad de Cádiz, la Universidades de Granada y Cantabria, el IEO-CSIC de Tenerife y el ICM-CSIC, “con la intención de aglutinar a los mejores investigadores de determinadas temáticas”, apunta Antonio Tovar, doctor en Ciencias Químicas y especialista en Contaminación y Cambio Global. Pero la familiaridad con el uso de drones en trabajos de campo convierte al ICMAN y a la UCA en esenciales en el desarrollo de la investigación, de marcado carácter divulgativo.

Dichoso protagonizará sendas campañas durante los dos próximos inviernos, en una apuesta que se realiza casi en su totalidad en Isla Decepción en dos fases: operando desde la base Gabriel de Castilla, y desde el 'Hespérides', en las aguas que la rodean. En total, el equipo pasará 45 días en destino: “Seremos uno 18 investigadores de toda España, lo que lo convierte en uno de los proyectos más ambiciosos que hemos tenido, con mucho personal entre investigadores, estudiantes y técnicos”, apunta Tovar.

La primera remesa de investigadores partirá el próximo 10 de febrero y la otra tanda, el 3 de marzo: “Unos a base, otros a barco, y otros compartimos ambas –explica–. En la primera etapa, vamos a la base nueve personas y operamos desde allí. Pero luego, cuando llega el 'Hespérides' a recogernos con la segunda parte del equipo, continuamos la campaña en barco”.

De Madrid, los científicos vuelan a Santiago de Chile y luego, a Punta Arena. Allí les espera el BIO Hespérides. el barco que lleva a los investigadores hasta su destino, tras tres días de navegación. Son dos jornadas en vuelos y otras hasta que los recoge el Buque de Investigación Oceanográfica: en total, siete días de trayecto hasta poner el pie en la base Gabriel de Castilla.

La línea principal de la investigación será determinar si la actividad volcánica en Isla Decepción, en cuanto a emisión de gases y compuestos químicos, es mucho más importante –como se sospecha– de lo que se ve habitualmente. “Hay zonas en las que podemos ver cómo ebullen los gases en la orilla, pero la isla realmente es muy grande, con zonas inexploradas, y creemos que la generación de gases y elementos químicos a través de la actividad volcánica puede ser mucho mayor”, explica Antonio Tovar.

El proyecto se desarrollará tanto en la base Gabriel de Castilla como a bordo del 'Hespérides', tomando muestras de agua. El proyecto se desarrollará tanto en la base Gabriel de Castilla como a bordo del 'Hespérides', tomando muestras de agua.

El proyecto se desarrollará tanto en la base Gabriel de Castilla como a bordo del 'Hespérides', tomando muestras de agua. / A.T.

La Antártida es una de las zonas del planeta que más CO2 absorbe: de ella dependen, en gran medida, muchos de los parámetros climáticos que conocemos, “algo que sabes, por ejemplo, en el momento en que se hacen fertilizaciones de hierro en el océano” –una acción que busca incrementar la proliferación de plancton para mitigar el cambio climático–. “Sabemos que hay fenómenos naturales que aportan gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero no sabemos exactamente cuánto, de ahí la importancia de determinar el aporte de estos gases provenientes de islas volcánicas activas. A nivel geográfico y logístico, contamos con un emplazamiento idóneo, que no tienen otros países: una Base Antártica en la misma isla que es objeto de estudio –prosigue–. Si somos capaces de cuantificar la contribución de esta isla a los inventarios de gases de efecto invernadero y metales podremos extrapolarlo a otras islas de características similares. Este estudio nos permitirá entender mucho mejor el funcionamiento antártico en todas sus variables”.

Se pretende, en definitiva, evaluar el papel exacto que tiene Isla Decepción en la emisión de gases efecto invernadero, metales y nutrientes entre otras variables químicas y si actúa como una fuente de esos elementos para el resto del archipiélago de las Shetland del Sur, contando para ello con un equipo de físicos, químicos, biólogos, geólogos y licenciados en Ciencias del Mar y Ambientales, además de tecnología de última generación.

“Una cosa es identificar la actividad térmica o volcánica desde tierra, la que se ve; y otra, la que no es evidente, como puede ser la sumergida. La posibilidad de usar drones y análisis químicos para saber exactamente qué actividad térmica tiene la isla supone una contribución que no podíamos imaginar hacer años”, indica Antonio Tovar. El uso de drones no es algo ajeno a Tovar y su equipo, que ya los han empleado tanto en anteriores campañas polares como durante la erupción del Cumbre Vieja: “Suponen la posibilidad de acceder a una información de calidad a zonas que, de otra manera, hubiera sido imposible, o se hubiera tardado mucho más tiempo –asegura–. En la Antártida, un único vuelo de una hora puede ser equivalente a lo que antes te suponía una incursión a pie durante tres días, con varias personas y con la incertidumbre de que las condiciones te fueran propicias. La diferencia de ahorro, tanto económico como en seguridad, como en eficiencia y calidad de datos es enorme”.

"Se están alcanzando temperaturas inimaginables. Tememos un poco lo que nos podemos encontrar"

Al igual que en campañas anteriores, se emplearán drones para tomar muestras de agua y evaluar el estado del territorio, incluyendo playas y pingüineras, “para comprobar el estado de las colonias sin que a estas les afecte la intrusión humana”.

Isla Decepción es uno de los puntos más importantes del continente antártico tanto “por su biodiversidad como por el papel que juega como punto turístico, y tiene la peculiaridad de contar con flora y fauna excepcionales, con lagos y grandes pingüineras, como la de Morro Baily, que representa una de las mayores colonias de pingüinos barbijos de la Antártida. Por tanto –indica el investigador–, no sólo mediremos los puntos de actividad, sino cómo funcionan todos ellos en la isla y cómo inciden en los distintos escenarios. Por ejemplo, cuánto tiempo permanece el agua marina dentro del cráter, alimentándose de gases y metales, qué cantidades son y cuánto aporta”.

El proyecto ha despertado el interés de empresas como Península 360, con sede en Gibraltar, que “quiere contribuir en la iniciativa dado el interés que muestra en todos los resultados ambientales que saldrán de estas investigaciones”, apunta Tovar. Y es que, recuerda, a pesar de que el océano Antártico es “crucial para la regulación del clima, ya que absorbe, almacena y transporta grandes cantidades de calor y dióxido de carbono”, la Antártida es la región oceánica menos investigada en el contexto de cambio climático. Una realidad que, precisamente, tiene en el continente uno de sus escenarios más significativos.

Los investigadores españoles esperan encontrar en el verano austral unas temperaturas que pueden oscilar entre las mínimas de -20 grados, en un extremo, y máximas de ocho o diez grados, en el otro. En la Antártida. “Hay veces que puedes ir con una manga: se están alcanzando temperaturas que uno no podía ni imaginar, y este año ha sido el más cálido. Tememos un poco lo que podemos encontrarnos, porque cada año es peor y más evidente”, añade Antonio Tovar.

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