cambio climático

Cádiz será Sidi Ifni

  • Las proyecciones prevén que la provincia ocupe el primer lugar a nivel andaluz en descenso de precipitaciones de aquí a 2070

  • El último año hemos registrado un 35,5% menos de lluvias respecto a la media 

Campo de trigo esta primavera en la zona norte de Jerez, con el cereal espigado pese a su escaso desarrollo.

Campo de trigo esta primavera en la zona norte de Jerez, con el cereal espigado pese a su escaso desarrollo. / Miguel Ángel Espejo

Este verano, la revista PlosOne publicaba un estudio de la Universidad ETH de Zurich según el cual, para calcular la temperatura de las ciudades en 2050 habría que bajar unos 1000 km su cota actual. Así, Londres será Barcelona; Edimburgo, París; Seattle, San Francisco; Estocolmo, Budapest; Madrid, Marrakech; y Cádiz... pues lo más parecido a Cádiz sería (ciudad de la costa atlántica, 1000 km al sur) la ciudad marroquí de Sidi Ifni. Actualmente, la media de temperatura en Cádiz oscila entre los 8º y los 29º; el periodo del año sin lluvia dura tres meses y medio, y la mayor parte de las precipitaciones se concentran en el mes en torno al solsticio de invierno, con una acumulación total promedio de 88mm. En el caso de Sidi Ifni, el margen de temperatura suele oscilar entre los 14º y los 24º; pasa algo más de la mitad del año sin ver una gota de lluvia y el mayor periodo de precipitaciones se centra a mediados de noviembre, con una acumulación promedia de 35mm . Sí, se parece mucho al Cádiz de los dos últimos años.

Una proyección que abunda en la que aparece, por ejemplo, en el informe El clima en Andalucía en el siglo XXI: según el modelo CNCM3 de escenarios locales de cambio climático, Cádiz será la provincia que más sufrirá el descenso de precipitaciones de aquí al 2070. De tener un índice anual de precipitaciones de 778 mm, pasaría a 745 mm en el periodo de 2011 a 2040; 633 mm de 2041-70 y 596 mm de 2071-99. Un 23,55% menos de agua al terminar el siglo.

Actualmente, casi toda la provincia vive un escenario de sequía pluviométrica. Según el análisis de agosto de la Consejería de Agricultura, tres zonas están en situación de sequía severa: la campiña de Cádiz, costa noroeste y la Janda. Una realidad que, a nivel andaluz, sólo comparten en la actualidad la comarca de campo de Dallas (Almería), la sierra de Segura (Jaén) y la zona centro sur de la provincia de Málaga.

El último año para la provincia fue de déficit pluviométrico extremo: terminó 2017 y empezó 2018 registrando 48 meses en los que el total de precipitación fue inferior a la media de todos los meses (WMSIntensidad del déficit pluviométrico en Andalucía). Y a un año seco (2018), le ha seguido otro extremadamente seco.

El pronóstico no es muy optimista para los próximos doce meses: la situación de sequía severa continuará con una probabilidad del 64% para dentro de un año en la campiña gaditana; de un 65% en la costa noroeste y de un 66%, en la Janda. Además, según los mismos registros, el nivel de desviación medio del índice de vegetación (NDVI) respecto al mismo periodo de 2018 saldaba negativo para el Campo de Gibraltar, costa noroeste y la Janda, mientras que la incidencia de la sequía era muy elevada en la campiña gaditana.

“En nuestra climatología de zona seca, tenemos una variabilidad intrínseca de ciclos cálidos y lluviosos, como indican registros que datan del 1500 y 1600 –comenta el físico Alfredo Izquierdo, de la Facultad de Ciencias Marinas y Ambientales de la UCA–. En nuestro régimen, dependiente del sudoeste atlántico, lo característico han sido las lluvias en invierno, y algo en otoño y primavera. Estamos en una zona al límite del sur de la Oscilación del Atlántico Norte (NAO): cuando las borrascas del Atlántico van al norte, tenemos un periodo seco; cuando van al sur, tenemos más agua”.

“Una de las conclusiones del IPCC –continúa– es que los trópicos se están expandiendo: nosotros, al límite de zona subtropical, tendremos una disminución de las borrascas del oeste”.

El IPCC calcula un descenso de un 23,5% de las precipitaciones en la provincia a final de siglo

Lo meteorológico es más difícil de precisar que lo climático: “A dos meses vista, es complicado saber qué tipo exacto va a hacer. Con todo el margen de error de las proyecciones, hacer un pronóstico del tiempo a diez años es más acertado porque se basa en comportamientos medios. Y según las proyecciones de la AEMET, lloverá menos, desde luego, con menos frecuencia pero más intensamente”.

Este último año, aporta la Rediam, la mayor parte de Andalucía ha visto disminuir entre un 30 y 40% el volumen de precipitaciones totales respecto a las medias de 1971-2000. En Cádiz, el nivel de precipitación anual se ha situado en 497, 9 mm, frente a la media de 772,5 mm; lo que supone una anomalía de -274,6 mm: un 35.5 menos en porcentaje.

“Hay consenso en que los principales efectos del cambio climático sobre el agua serán una disminución importante de las precipitaciones y de las correntías, y aumento de la evapotranspiración. Resumiendo: una menor disponibilidad de los recursos hídricos –comenta Antonio Figueroa, de Ecologistas en Acción–. Según el CEDEX, en unos diez o veinte años podremos tener un 20% menos de precipitaciones, y un 40% menos de correntía. Las sequías serán más largas e intensas, y se van a reproducir cada menos tiempo. De hecho, los datos que se están registrando parece que apuntan a esta tendencia de reducción de precipitaciones e incremento del efecto de la sequía”.

“Los agricultores, tan poco sospechosos de faltos de realidad, son los primeros en decirte que los veranos se están extendiendo: lo que, en nuestra situación, indica que los periodos se lluvia se acortan –refrenda Izquierdo–. De hecho, puede darse el caso de que, en poco tiempo, tengamos menos periodos de sequía pero más largos, con lo que la sequía será mayor”.

Bien, dado el escenario presente y futuro, ¿cómo llevamos la tarea? “La de Cádiz –explica Antonio Figueroa– es una provincia en consonancia con el resto de Andalucía, que ha visto en los últimos años una optimización del consumo de agua en los asentamientos urbanos: el consumo se ha estabilizado. El suministro se ha modernizado y se usa menos agua en agricultura, pero ese agua que se ha ahorrado no se ha empleado para fondo de garantía sino que se ha incrementado la superficie regable”.

La probabilidad de que la campiña gaditana siga en régimen de sequía dentro un año es del 64%

Hay hemorragias, especialmente, en la explotación de recursos hídricos: “Usamos el agua por encima de su capacidad natural de recuperación, sobre todo, en los acuíferos costeros”, indica Figueroa. Y suspendemos en tres áreas: “Por completo, en calidad del agua: los aerotóxicos nos dejan niveles de contaminación muy altos en ríos y acuíferos porque la depuración aún no está completa. Y, por supuesto, cuanto menos agua exista en los acuíferos, la contaminación será mayor, porque la concentración será mayor –desarrolla–. El estado de conservación en ríos y humedales presenta unos niveles de degradación muy elevados; y luego está la gobernanza: cómo se toman las decisiones y cómo se gestiona el agua. En general, ahí tenemos un vacío muy grande, con huecos que no cuentan con soluciones”.

Aun así, Antonio Figueroa sostiene que contamos con un sistema hidráulico “muy potente, que amortigua las necesidades de nuestra sociedad”. Pero otra cosa muy distinta, subraya, es “afrontar el reto de la falta de agua”: “Para prever los efectos, hay que contar con una política atenta que incorpore ese grado de incertidumbre en escenarios difíciles y complejos, en los que no vamos a tener herramientas. Hay que desarrollar medidas urgentes que, por ahora, no se están tomando”. Una excepción sería el Plan de Emergencia para la Sequía, en principio obligatorio para todas las ciudades de más de 10.000 habitantes y que, hasta ahora, sólo Cádiz capital ha empezado a desarrollar.

“Nos enfrentamos a problemas muy complejos que exigirán soluciones de consenso –advierte Figueroa–. Uno de ellos, por ejemplo, serán los cultivos: el regadío es el sector que más agua consume. Dentro de quince o veinte años, habrá que hacer una auditoría para determinar qué cultivos son más necesarios y cuáles pueden cambiar o reducir la superficie de regadío. Aquellos que económica, social y ambientalmente no sean eficientes, habrá que replantearse que puedan continuar en el territorio”.

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