Se necesitan tanto como se desean. Ferrari y Fernando Alonso unieron ayer sus destinos con el ánimo de volver a lo más alto de la Fórmula 1 y confirmar que son el mejor equipo y el mejor piloto de la parrilla automovilística.

La idea generalizada de la excelencia de ambos se ha visto puesta en duda tras varias temporadas de malos resultados por ambas partes, lo que provocó los guiños a distancia, el coqueteo a través de los medios. La atracción era mutua y ambos sabían que estaban condenados a acabar juntos.

Con Alonso, Ferrari espera llenar el vacío dejado por el heptacampeón mundial Michael Schumacher, que se retiró en 2006 tras ser batido durante dos temporadas -2005 y 2006- precisamente por el ovetense.

Ferrari pelea ahora la tercera plaza del campeonato del mundo de constructores y Alonso es feliz por haber logrado un podio en Singapur con un equipo herido de muerte por el escándalo de la manipulación del resultado del Gran Premio de Singapur de 2008 y con los patrocinadores a la fuga.

La catarsis era obligada. Cada vez más y más periodistas italianos se interesaban por Alonso, venerado en Italia. Así, el acuerdo se precipitó. Ferrari rompe el contrato con Raikkonen y consuma su relación con Alonso, que atrae a la scuderia además el millonario patrocinio del Banco Santander.

Alonso, que habla con fluidez italiano, apostó sin dudarlo por el equipo con más tradición, por el rojo pasión, por el trato latino, huyendo de cualquier experiencia anglosajona tras su tormentoso paso por McLaren-Mercedes, que con Lewis Hamilton y quizás Kimi Raikkonen revivirá con la scuderia en 2010 el habitual duelo de la Fórmula 1.