El Alambique
Belén Domínguez
Hacer y deshacer
El Alambique
Fue inevitable. Como siempre que pasa algo distinto a lo cotidiano, el apagón general que vivimos el pasado lunes desbordó nuestra angustia y, aunque supongo que los que viven con menores no lo verbalizaran, el susto y la imaginación se precipitaron acaparando cada resquicio de nuestro pensamiento. Lo peor, sin duda, fue no poder comunicarnos con los que vivían lejos. Corrí al coche a ver si alguna cadena nos informaba y al encenderlo, me di cuenta que el depósito de gasolina estaba en reserva. Fui a la gasolinera y la encontré cerrada. Acudí a otra y lo mismo… ¿Y si hay que irse del lugar? ¿Y si nos atacan? ¿Tendremos tierras raras o alguna riqueza escondida que sea la envidia de algún poderoso? No lo dije pero confieso que lo pensé.
Y acuden los remordimientos. ¿Por qué no oímos y actuamos ante las quejas de los pueblos invadidos? ¿Exagerada? No. Lo vemos en el intento de exterminio de otros pueblos. La gente bombardeada huyendo con niños pequeños, buscando refugio en alguna parte donde les permitan vivir en paz.
Hemos hecho mal lo que no hemos hecho.
Las preguntas revoloteaban y no me dejaban en paz. ¿Portugal? Pronto oímos que lo mismo había pasado allí.
¿Quién finge indiferencia ante algo así? ¿Quién se atreve a pensar que da igual lo que pase? O que si pasa, mejor que sea rápido. Estas cosas a veces se oyen a los que llevan tres copas pero a los bebedores de agua desde luego que no. Y es que es muy fácil trastabillar con nuestras seguridades.
Aún quedaba mucha tarde. Inundé las macetas, por si acaso cortasen el agua también…
Harta de intentar comunicarme con la familia sin lograrlo, multipliqué el tiempo dedicado a leer. Todo regado y acabado el libro. Proyecto de cena sin complicaciones: bocadillo y poco más. Conversación larga en casa. Proyectos de futuro para un: si no pasa nada.
Reconozco que aprovechamos el tiempo bastante bien. No quiero tener que asustarme por apagones sin información, pero he recordado como recuperar el tiempo, divino tesoro, que pierdo cada día mirando mensajes.
Vamos señores, que de todo se aprende.
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