Obituario

Max Ollado Lapeña (Maxito), in memoriam

Max Ollado Lapeña.

Max Ollado Lapeña.

Me encuentro triste. Así, a traición, me entero de la muerte de Max Ollado Lapeña (Maxito, para los amigos). La desaparición de un amigo supone un mazazo en toda regla. Para la familia, pero también para aquellos que compartimos con él momentos y circunstancias. Lo aprendido tiene ahora más valor, cuando uno de ellos, ha dicho adiós para siempre, mascullaba el filósofo.

Me acuerdo de su paso por las Carmelitas -con la hermana Matilde-, de nuestras correrías por el Náutico, La Mina, El Apolo o el Teatro Principal.

Y cómo no, de los años que compartimos la primera trabajadera en el Paso de Misterio del Olivo (ambos de pateros). Inolvidables momentos, que ahora mismo inundan los entresijos de mi alma. Todos buenos. Es así. Así lo siento y así lo digo.

Primera cuadrilla de hermanos costaleros del Paso de Misterio de El Olivo (1978). Máxito, sentado a la derecha, abajo en la fotografía. Primera cuadrilla de hermanos costaleros del Paso de Misterio de El Olivo (1978). Máxito, sentado a la derecha, abajo en la fotografía.

Primera cuadrilla de hermanos costaleros del Paso de Misterio de El Olivo (1978). Máxito, sentado a la derecha, abajo en la fotografía.

En la distancia –se fue a Sevilla hace algunos años- seguía sus pasos a través de amigos comunes. Venía a El Puerto a menudo, tenía aquí a su madre, a la que quiso y cuidó hasta su muerte (con Reyes, su hermana). El verano pasado lo vi por La Placilla y estuvimos charlando en Los Pepes, un buen rato. El Puerto era su lugar.

Sin duda un buen tipo, con su bien hacer y ese talante de buena persona. Porque lo era, no tenía que hacer ningún esfuerzo. A pesar de que la vida no lo trató del todo bien, soportó con valentía el sufrimiento de los más cercanos. Y asumió, como propio, de manera generosa y callada los avatares de los últimos años. Maxito se fue y dejó huella en los que lo conocimos y tratamos.

Ahora, cuando la muerte hizo de las suyas una vez más, pocos adjetivos tienen significado. Aunque nuestra memoria recorre, en un “plis plas”, esos momentos vividos y disfrutados con el amigo que se fue.

Los que nos quedamos, intentaremos solventar nuestros errores, recordándolo. Y guardaremos, para seguir deambulando, esa permanente sonrisa de Maxi. Su buen hacer y su mejor talante es su herencia.

En la mejor memoria, desde este hueco alargado, a su familia, un fuerte abrazo.

P.D. Algún día nos veremos por donde te encuentres Maxi. Porque, como finaliza las estrofas Elegía por Ramón Sijé, de Miguel Hernández: “…que tenemos que hablar de muchas cosas/ compañero del alma, compañero”.

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