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Por fin lució el arcoíris

  • Gilbert, el campeón mundial, gana un año después de su último triunfo

Por fin lució el arcoíris en la Vuelta con el triunfo del campeón mundial, el belga Philippe Gilbert (BMC), quien se impuso en un reducido sprint por delante del subcampeón, el noruego Boasson Hagen (Sky), en un duelo que hizo recordar al que protagonizaron hace un año ambos corredores en el campeonato de Valkenburg.

Un año sin ganar. Demasiado para un ciclista de la talla de Gilbert. Desde que se enfundó el maillot arcoíris lo ha perseguido la maldición que se atribuye a dicha prenda. Dicen que da gafe, pero a tres semanas del Mundial de Florencia el clasicómano apareció en todo su esplendor y llenó de color la meta de la veraniega Tarragona. Adiós a un año de sequía. El belga firmó su cuarta victoria en la Vuelta. Fue el más rápido dentro de un pelotón que llegó partido. Un final frenético, nervioso. Había miedo a las rotondas y al repecho final. La cosa no fue para tanto y los favoritos mantuvieron las posiciones.

El italiano Vincenzo Nibali (Astana), con gafas oscuras por el aguijonazo de una abeja, subió al podio a enfundarse el jersey rojo de líder, pese a que Nicolas Roche (Saxo Tinkoff) le picó dos segundos en un sprint intermedio y l persigue ahora a 31. Luego, Alejandro Valverde (Movistar) y Christopher Horner (Radioshack), a 46; y Purito Rodríguez (Katusha), a 2.33 minutos. Nada nuevo en la entrada de la Vuelta en Cataluña.

Allí, un Ferrari volvió a irrumpir en la Vuelta. No el de Fernando Alonso, quien ya trabaja en el equipo sucesor del Euskaltel. Se trata de Fabricio Ferrari, del Caja Rural, el único ciclista uruguayo en la Vuelta desde los años 80. El charrúa, hijo de ciclista y ex seleccionador de su país, se alió en una fuga con el belga Romain Zingle (Cofidis) y el francés Cedric Pineau (Francaise).

Un viaje a ninguna parte que no cumplió el sueño de sus aventureros, que claudicaron a 19 kilómetros de meta, cerca de Cambrils. El Astana se puso en cabeza para proteger a Nibali de picaduras del asfalto, que son las peores. Luego tomó el relevo el Movistar, que colocó al personal en fila india. Era un no parar. Pero el Orica tenía la carta de Matthews y quería lucirla. Con la carretera ligeramente cuesta arriba se apuntó a la fiesta el Sky. Boasson Hagen atacó de lejos, ya dentro de la recta de meta, pero el nórdico claudicó ante Gilbert, el auténtico Gilbert, el clasicómano que desapareció hace un año con el maillot con el que sueñan todos los corredores. "Por fin. Ha sido duro esperar tanto tiempo para volver a ganar", dijo el belga de 31 años, un corredor que de niño cambió el balón por la bicicleta. No podía ser de otra manera. Hijo y hermano de ciclistas, se crió en Remouchamps, en la provincia de Lieja, a los pies de La Redoute, una de las colinas de la Lieja-Bastoña-Lieja, la carrera más antigua del mundo, la decana. Mientras sus amigos se iban a meter goles, él se acomodaba en las cunetas para ver es prueba o la Flecha Valona. Ganó su primera carrera con 14 años, pero quién le iba a decir que de profesional iba a vencer en las pruebas que iba a ver de chaval. Y un Giro de Lombardía, y una Amstel... los monumentos del ciclismo. Y mucho menos que iba a ser campeón del mundo.

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