Un toque de distinción. Por Fernando Santiago

28 de diciembre 2015 - 07:24

Lo bueno que tiene la democratización de la sociedad es que ahora cualquier evento social es idéntico , sea protagonizado por la clase alta o por el proletariado. Ejemplo: ahora en todas las bodas se usa chaqué, prenda reservada antes a la gente pudiente. Me parece fantástico que no se note la diferencia entre la boda de la hija de Botín y la de un currante del Dique. Es probable que la única diferencia sea que el chaqué es alquilado, como hizo Romo cuando dio el famoso pregón de Semana Santa en el que salió a hombros del teatro llevado por los capitalistas de turno. En cambio Manzorro se compró el suyo, pero eso solo lo sabemos los que estamos al tanto del fascinante mundo cofrade. Así es que si uno ve un enlace en facebook, álbum de bodas universal, puede apreciar a cualquier familia humilde con chaqué sin saber si se lo ha comprado o se lo ha alquilado a Juan Tovar, que tanto da. Quizás por eso el día que se casó en la iglesia por segunda vez (privilegios del dinero y de la codicia de los curas) Francisco Rivera Ordóñez, exigió a sus invitados que además de chaqué llevasen chistera, de ahí que Antonio Burgos le llama desde entonces Chistera Ordóñez. De alguna forma tenía que llamar la atención sobre el hecho de que él tenía mucho más dinero que toda esa pléyade de pringaos que se casan con chaqué alquilado. Ya ven que la historia se repite, “que este pueblo se disparata con la boda de un matavacas y la hija de una duquesa” que dijo el gran filósofo Juan Carlos Aragón , casado también con chaqué. Ahora el matavacas se vuelve a casar e impone la chistera que no se apreció en el enlace del comparsista. Todavía hay diferencias sociales y un torero no es lo mismo que un profesor de enseñanza media. Tuviera que ver. Lo mismo puede decirse a la hora de arreglarse. Cualquiera se pone un pañuelo en el bolsillo de la chaqueta y ya parece otra cosa. Termina por no distinguirse quien tiene tres dedos de tocino de cristiano viejo de cualquier aprendiz que sube en la escala social. O lo pretende. Un pañuelo en la chaqueta no sé si es sevillano o gaditano, si es jerezano o de La Viña. No estoy puesto. Dice Ignacio Casas que lo elegante, si acaso, no es un pañuelo blanco ni uno a juego con la corbata, que lo suyo es uno informal y diferente. Un toque casual, como gusta en Belgravia, sitio verdaderamente elegante de gente vestida en Saville Row y no aspirantes al toque de distinción. Como sigamos así el Kichi un día se cambia la chaqueta gris que no se quita desde hace dos meses. Fernando Santiago

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