Reyes Magos
Por gilipollas
TENGO algo en común con Ana Mato: las dos somos gilipollas. Que no cunda el pánico. Aparte de nosotras, hay más, como Pantoja y la Infanta Cristina, dos mujeres que han sido presentadas ante la opinión pública como dos perfectas nulidades: desconocían los cambalaches económicos de sus parejas y vivían en la inopia feliz, asistidas por la creencia de que el amor está reñido con las cuentas. De ellas no hablaré, porque esconden más subterfugios de los que puedo imaginar. Pero lo de Mato me lo ponen a huevo. A ella me apetece, si no defenderla, justificarla. Por solidaridad, mayormente. Solidaridad de gilipollas. Quería empezar diciendo que todas somos Ana Mato, pero no pienso caer en la trampa. Todas no, sólo unas cuantas. Muchas mujeres que bebimos en las fuentes del 68 llegamos al matrimonio sin desasnar. La primera vez que yo entré en un banco fui incapaz de hacer un ingreso porque no sabía rellenar el papel. En esa época creía que el feminismo era una carrera de letras y aprovechaba cualquier ocasión para hacer causa del desdén por las cuentas. Pertenezco a la casta de mujeres pánfilas que no sabe ni cuánto ingresa ni cuánto gasta. Tampoco sé cómo maneja la economía mi pareja, y además me da igual. A veces más vale no saberlo. Por sus facturas (y no sólo de confeti) hemos conocido a muchos hombres. En esta causa general a la corrupción asistimos hoy a descubrimientos miserables. Y es que hubo un tiempo en que cualquier hombre de pocos escrúpulos se vendía por un coche de alta gama. La ministra de Sanidad (una buena ministra, que dijo Rajoy para darle moral) se ha topado con las críticas de medio país. El presidente pudo haber dicho, en vez de una buena ministra, una ministra buena, y así subrayar la calidad de sus sentimientos, pero quiso hacerle un favor y se pasó. Ana Mato no es una buena ministra. Imposible. Ella silencia, por pudor, un drama personal en el que todos queremos meter baza como si fuera una folclórica con los menudillos expuestos. Su historia familiar, con el marido infiel y esas maneras de pija que tanto irritan a la prensa, no le hace merecedora de escarnio. Eso sí: las mujeres que no sabemos sumar y hemos vivido de espaldas a las cuentas estamos incapacitadas para ser ministras. Por gilipollas. ZOOM CARMEN RIGALT
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