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Laurel y rosas

¿Quién es doña Violeta?

Llegué a "Doña Violeta" alentado por la curiosidad y por la batalla de La Barrosa. Cuántas veces había visto aquel cartel de "Urbanización Doña Violeta, 1971" al llegar a la playa y me había preguntado: ¿Doña Violeta? ¿Quién es doña Violeta? Siempre fue un debe, desde que adolescente atravesaba aquella urbanización para comprar en el supermercado, Niebe, y para jugar al baloncesto en el chalet de Alberto Bolaños, mi amigo tan malogrado y tan añorado.

Si siempre me cuestionaba por la identidad de aquella doña, siempre lo aplazaba. Hasta que hace cuatro años, investigando sobre la batalla de 5 de marzo de 1811 y la conmemoración que don Guido Dingwall-Williams Humbert comenzó a hacer en 1946 en su finca de "Villa Violeta" de aquella contienda que los británicos no olvidan. Pues sí. Aquella "Villa Violeta" debía su nombre a la misma doña Violeta que daba nombre a la urbanización. Era el momento propicio. "Villa Violeta, 1944", en De torre a torre, historias de la playa de La Barrosa (Navarro Editorial) fue la primera respuesta a aquella pregunta ya en 2017.

La amabilidad de Paco Panes ha unido la conmemoración del 50 aniversario de "Doña violeta", promovida por Ernesto Fernández y pionera en aquella playa de La Barrosa indómita aún, con la oportunidad de explicarle a la comunidad de propietarios quién era aquella mujer que da nombre a la emblemática urbanización residencial. Y, coincidencia o no, justamente en la misma playa de La Barrosa, frente a donde llegaba la misma finca de "Villa Violeta", en la oficina de información turística de la Primera Pista, también se acoge este verano una exposición que la Asociación Pro Fundación Batalla de La Barrosa ha querido llevar por primera vez sobre el propio campo de batalla de aquel 5 de marzo de 1811, que tanto le interesó a doña Violeta Buck y William Hutton Riddell, el matrimonio que en 1929 adquirió 29 hectáreas del pinar de La Barrosa y construyeron su primera casa de recreo, como contamos Javier Ruiz y yo en Tres visiones de la batalla de La Barrosa (Editorial Palitroque).

Sí, doña Violeta era Violet Phyllis Buck, "una bellísima y adorable inglesa", como la llamó Mercedes Formica. Inglesa nacida en Jerez en 1881, en el mismo Recreo de las Cadenas, hoy sede de la Real Escuela de Arte Ecuestre y dueña del castillo de Arcos, que había salvado de la ruina en 1922, cuando acude a su compra, lo habita y rehabilita poco a poco. Doña Violeta, con su pelo rojo caoba y sus ojos violeta pálido, buscó en La Barrosa, junto a su marido, el pintor William Hutton Riddell, aquella "gran Doñana" salvaje y agreste que su padre, Walter J. Buck, bodeguero y cónsul británico en Jerez, había dado a conocer en Europa junto a uno de los mitos del naturalismo británico, Abel Chapman. La finca tenía sus linderos en el cauce del Carrajolilla –o "Carrajuelilla", como se le conocía entonces– y la orilla de la playa, entre la Torre Bermeja y prácticamente la actual calle del Atún, es decir, gran parte de la Primera Pista.

La casa de recreo estaba situada, justamente, entre las calles La Sirena y Nécora, en la urbanización Las Arenas. Desde ella, Bill Riddell, el marido, pintaba La Barrosa, observaba aves incesantemente y escribía de La Batalla, de arte japonés o de caza en África. Junto a Javier Ruiz, que también perseguía la huella de "Villa Violeta" buscando los precedentes de las espátulas –hace ya diez años que descubrió que vuelan desde La Barrosa hacia África en su migración posnucial–, tuvimos la suerte de hallar y editar un libro que pensábamos perdido, escrito por el propio Riddell entre 1940 y 1944, Aves desde un castillo en el sur de España (Editorial Palitroque) y en el que La Barrosa y Sancti Petri están muy presentes. También Walter Buck, Abel Chapman, doña Violeta y Mauricio González-Gordon comparten protagonismo. Agotado, pide una reedición que pronto habrá de llegar.

La historia de "Villa Violeta" es también la memoria del Marqués de Tamarón y su hermano, Luis Mora-Figueroa Williams, sobrinos nietos de doña Violeta Buck, lo mismo que de Dagmar y Diego Mora-Figueroa, los hijos del Marqués de Tamarón, que nos abrieron las puertas del castillo de Arcos y de la familia. Es, del mismo modo, la añoranza de Beltrán Domecq Williams, el mayor de los hijos de Anne Christine Williams y nieto de don Guido Dingwall-Williams Humbert. Es también el recuerdo de Alfredo Nave, que habitó aquella casa de recreo antes de que "Villa Violeta" se convirtiera en mucho más que una urbanización.

Lo mismo que la historia de doña Violeta es más que una historia. Es aventura, pasión, arte, África, la Gran Guerra, España inexplorada y amor por la naturaleza. Es ornitología, vino, sociedad y testimonio de un tiempo ya desaparecido. La finca pasó hacia 1946 a don Guido Williams, que falleció en 1959, luego a su única hija, Ana Cristina, ya casada con Bertrán Domecq González, que mantuvo la propiedad hasta mediados los 60. Hay quien confunde en la memoria a las dos mujeres —aquella que recuerdan de blanco paseando por la orilla es Ana Cristina–, incluso a una tercera. Enfrente de aquella "Villa Violeta" de los 50 y los 60, vivía Monique Saint Leper, "la francesa", que habitaba la Torre Bermeja con su marido, Francisco Luis Díaz y de Isasi, quien le había comprado el Coto San José a los Cañizares Michelena.

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