concert music festival en chiclana

Baila como quieras bailar

  • El Kanka y su banda regalan durante hora y media buen humor y grandes canciones al público del Concert Music Festival de Sancti Petri

El Kanka, a la guitarra en Sancti Petri.

El Kanka, a la guitarra en Sancti Petri. / Sonia Ramos (Chiclana)

A la fiesta de El Kanka y su troupe de músicos con ropa casual y guasa infinita todos estamos invitados. Y se agradece porque lo necesitamos de verdad. Fuera máscaras y poses antinaturales de Instagram, eso se lo dejamos a los que habitan el mundo paralelo del dañino postureo. Del largo confinamiento hemos escapado, admitámoslo, seguramente más feos, gordos y cansados pero cuando suenan los acordes de la guitarra del malagueño el gusanillo empieza a convulsionar y las ganas de darlo todo de no hace tanto se imponen sin filtro alguno, aunque sea con continuos conatos de baile desde las sillas. Con la música de El Kanka uno baila -y siente- la felicidad como quiere hacerlo, o como le dejan.

Por ello, ese Querría que interpretó se convierte en un "quiero" rotundo, un alegato sobre el presente sin importar ese mañana en el que ya no estaremos. Todo pasa y todo llega, ¿qué más da si lucimos dos tallas más? ¿Por qué torturarse ante lo inevitable de la existencia cuando podemos pasarla de vicio ahora? "Es evidente que yo soy de los del culto al cuerpo", bromeaba el músico quitándole capas a lo artificial para desnudar la "normalidad" con sus mejores armas, humor y canciones, en un diálogo constante con sus seguidores: "En ese equilibro como sociedad entre mens sana in corpore sano, gana lo segundo y lo otro a tomar por culo. Lo del real food y el jogging está de puta madre pero hay que leerse un librito de vez en cuando". Uno que enriquezca, se entiende. "El de Belén Esteban no vale", le contestaba la banda a su parlamento acerca del equilibro entre michelines y materia gris, con sello kankiano por supuesto.

Para esos Guapos y guapas de la cotidianeidad que bailan sin remordimientos El Kanka y los suyos desplegaron un espectáculo de luna llena y poesía de calle sobre Sancti Petri, con compadreo total con el respetable que se hizo breve, muy breve, que levantó el espíritu, que como terapia no tenía rival. Y a degustar ese pantagruélico menú musical, a mantel puesto, A dieta de dietas

"La parte en que no hay letras, también soy yo. No sabéis lo bien que me viene que hagáis el estribillo", aclaraba este malagueño apasionado de Cádiz sobre su figura de hombre-orquesta en el escenario antes de regalar un emocionante Vengas cuando vengas. "Baila como tú quieras bailar", suena a aforismo en el diccionario kankiano. Baila aunque no estés presente ya que se sentirán esos pasos retumbando el corazón.

Y en ese corazón de El Kanka, Andalucía también viva y eterna, con sus virtudes y defectos pero de innegable atractivo en su manera de vivir y sentir; una suerte para los que hemos nacido bajo su sino y un lujo el que siempre le dediquen melodías.

"¡Así se canta!", le gritaban desde el graderío... Cantar, una auténtica hazaña en estos aciagos tiempos. "Somos conscientes del esfuerzo que supone que dediquéis parte de vuestro sueldo a venir a un concierto con esta cosa tan loca que estamos pasando y las incomodidades añadidas de la mascarilla... El que venía a ligar... No digo que no se pueda, hay gente muy hábil. En vez de quedaros en casa mirando el Tinder, estáis aquí. Gracias por venir", le ponía El Kanka buena cara a la pandemia con esa actitud de Payaso entrañable con remates chirigoteros que te encapsula la vida en maravillosos ratitos para que los problemas no te alcancen. "Y el que no diga ole...", jugaban todos a ser más carnavaleros que La Yerbabuena a sabiendas de una retroalimentación segura con el respetable. "Esto en Cuenca no pasa", admitía El Kanka sin verse venir al acordeón cuando éste saca de repente el ritmo del Baile de los pajaritos con el que los músicos le buscan una lengua ya de por sí deslenguada.

Tras el jolgorio, una descarnada Confesión, un estímulo brillante en Tienes que saltar y una sesión de coaching musical en Sí que puedes. Y bailar, siempre bailar... Un vals que nos hace Volar hacia el final del concierto con la elogiosa presentación de las virtudes físicas -y musicales, cómo no- de su grupo de cinco granujas: Alvarito Ruiz (guitarra), José Benítez (batería), Pedro Campos (bajo), Carlos Manzanares "Avatar" (saxofón, teclados, acordeón y coros) y su inseparable Juan Rubio El Manin (percusión y coros). Palabras también para esos a los que no se suele ver incluso sin mascarilla, a pie de escenario, el equipo técnico que hace posible que la música no deje de sonar y nosotros no paremos de bailar.

Para rematar el disfrute de hora y media y ante una audiencia disfrutona a más no poder, El Kanka regaló los temas Por tu olor, Para quedarte y el inevitable Lo mal que estoy y lo poco que me quejo, que sonó fresquísima tras haber puesto el alma y tantas cosas más en cuarentena. En los bises, el cantante y compositor ofreció la rumbita-carta de amor de Me gusta ("Y a mí me gustáis vosotros", confesó) y fue Canela en rama para el público, completamente embriagado de buen rollo y curado de sinsabores.

"¡Viva la madre que os parió y la madre que parió a vuestra madre!", se despedía El Kanka habiendo cumplido la tarea más difícil y gratificante del mundo, saber hacer feliz con lo que tienes, con lo que eres, sin dejar nunca de bailar a pesar de todo y todos.

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