DOÑA CUARESMA

Un olor especial

No me gustaría que estas letras fueran xenófobas o discriminatorias. Puedo asegurarles que me da igual un rubito de Noruega que un negrazo del Camerún.

Pero los forasteros que llegan a Cádiz por Carnaval huelen fatal. No se lavan ni los rubios ni los negros. Ni los que venden collares y pulseras, ni los que tocan la flauta. Ni uno se ha duchado en los últimos tres años.

¿Cómo se enteran estos amigos de los piojos de que en Cádiz hay fiestas? No leen el periódico, no escuchan la radio, no ven televisión. Pero en cuanto comienza el concurso del Falla estos enemigos del jabón y del estropajo inician su peregrinación hasta Cádiz.

Durante varios días son los dueños de la ciudad. Si usted saca su bolsa de la basura antes de las ocho de la noche recibe la correspondiente denuncia. Estos forasteros cagan y mean tranquilamente en Canalejas, en la Caleta o en la plaza de Mina y no hay guardia municipal que les tosa.

La culpa es nuestra, o mejor dicho, de los cuatro que siguen opinando que el Carnaval tiene que ser un botellón colectivo con orines en las calles.

A mí me da igual. Yo me largo en busca de aires puros. Ahí se quedan ustedes con la peste en las calles. Saludo cortésmente a todos los gaditanos.

Y al Carnaval, ¡que le den por la retaguardia!

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