Carnaval

El Dios Momo coplero regala sus canciones a la "ciudad eterna"

  • Tino Tovar pregona a Cádiz y salva de la quema a la copla "que ni se compra ni se vende"

"Buenas noches, trimilenaria de mis anhelos. Bendito tu fuego y bendita esta hora de fiebre sonora en la que yo, Dios Momo, me mezo en tu nombre y te entrego la salada claridad de esta canción de Cádiz que mía no es, sino tuya". Tino Tovar se entregó ayer por completo a Cádiz. Esta vez, el coplero se valió de su propia voz para declararle amor eterno a esta tierra, y lo hizo con un poético y bien hilvanado pregón que conquistó al numeroso público congregado junto al tablao de la plaza San Antonio.

Tachero, tachero... El universo se alineó una vez más para el comparsista, que rubricó un pregón de los que dejan huella porque tienen chispa a la vez que alma. Y acompañando a su letra, a su rima y a su voz, melodía. Melodía que puso su comparsa 'La canción de Cádiz', que no fue la única que colaboró en el evento. A la proclama añadieron ritmo la comparsa 'Óyeme', el romancero 'Los Dalai Sherriff', el cuarteto infantil 'Justin Bieber y los demás sobreviven', la comparsa juvenil 'Haciendo el indio', la comparsa 'OBDC. Monstruozz!' y la chirigota 'Las divinas de la muerte'. En el espectáculo, coordinado por Paloma García, también participó el humorista y presentador Manu Sánchez.

El pregonero pidió permiso a Cádiz para rendir homenaje, "desde Cádiz hasta el cielo, al último poeta, Pedro Romero". Y emotivas fueron también las palabras que el protagonista de la noche tuvo para su "familia de febrero". "Sin ellos -resaltó- no soy nada, con ellos nada me da miedo. De mono, de marciano o de Juana. De esta canción o ciudadano zero". A sus comparsistas, allí presentes, le dio las gracias "por todo... no saben ustedes cuánto les debo".

La canción de Tovar es la canción con la que cada año rinde pleitesía a su amada, y en ellas sustentó su alocución. "Canción de Cádiz que yo te traigo, canción de espuma y de oleaje, canción sin brida que se desborda, canción sin nombre que a ti te nombra, canción que besa tus atalayas, que callejea por tus rincones, canción del aire fino y sin bruma, canción de besos que se reparten, canción que mía no es, sino tuya". Suya y de nadie al mismo tiempo.

Confesó el coplero su "impaciencia" de colmarla con versos de madrugada, de adjetivarla y cantarla, de contarle una por una sus penas y sus batallas. Él mismo es la canción de Cádiz, "la que me trajo hasta aquí, la que me lleva en volandas, la de aquel eterno brujo que dio cuerda a la comparsa".

Y ayer, encarnando al Dios Momo, a ese Dios de la risa y la burla cuyo destino es el fuego, se confesaba contemplando "tu media tarde, tu sinfonía perpetua, tu fogata interminable, y me prendo a tus mareas, que en tu equipaje se arrullan y alzo canciones al vuelo, que no son mías, que son tuyas".

Pero a veces, también sufre por la "ciudad eterna". No todo es contemplación. Sufre cuando la creación se resiste, cuando la musa no quiere, cuando la musa no llega... "Cuando la musa es un sueño desoyendo mis plegarias y en el pecho se me clava el filo de sus silencios". Eso sí, el autor también sabe hacer canto de la ausencia, echando a volar de repente la copla gaditana.

Las llamas fueron prendiendo y el pregón del Dios Momo se fue consumiendo. Pero antes de arder en el fuego manifestó tener la aspiración de "salvar la copla verdadera, la canción de Cádiz, la que merece la pena, la que ni se compra ni se vende, copla de todos los días, coplas de todos los sueños, copla de ronda tus labios, que se te queda prendida del alma y del sentimiento, copla de ayer y de ahora".

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