Cádiz CF

Una montaña rusa

  • El equipo amarillo destila una irregularidad propia del comienzo de la temporada, pero demuestra potencial cuando ofrece su mejor versión.

La segunda jornada de Liga presentó un balance positivo para el Cádiz porque ante todo cumplió el objetivo prioritario de la victoria (4-2) contra el Cartagena. El reto del conjunto amarillo era sumar los tres puntos en el primer compromiso oficial de la temporada en el estadio Ramón de Carranza y lo hizo con solvencia después de superar un bache que llevó al adversario a igualar el 2-0 inicial.

Los gaditanos acabaron por imponer su ley en un partido con altibajos que dejó una doble lectura. La positiva, representada por la buena imagen mostrada por Dani Güiza y la capacidad de reacción del equipo para reponerse tras el intermedio y dar la puntilla a un rival con buenas hechuras en ataque pero blandengue en defensa. La negativa, reflejada por una preocupante debilidad defensiva y la irregularidad en el juego -ya sucedió en el choque contra el Recreativo de Huelva- que está por ver si obedece a los rigores del comienzo de campaña o se debe a auténticas carencias que se prolongan en el tiempo.

Además del triunfo, la mejor noticia sin duda fue la destacada actuación de Dani Güiza. No era fácil la papeleta para el jerezano después de la polémica que había levantado su fichaje debido a sus desafortunadas manifestaciones de antaño que quedan guardadas en el cajón de los recuerdos. El delantero, a sus 35 años recién cumplidos, pareció un chaval que está empezando y no paró de correr desde el pitido inicial. El grave error de un defensor del Cartagena con sólo medio minuto de partido disputado llegó como un regalo caído del cielo que el veterano futbolista aprovechó a las mil maravillas para perforar la portería contraria a las primeras de cambio. Imposible un mejor estreno como titular en casa. Güiza celebró el gol como si hubiese sido el primero que marcaba en su vida y la afición, en una demostración unánime de madurez, se rindió a la evidencia.

Si ocurrió algo en el pasado, pasado está. El ariete, sin encontrarse ni mucho menos en su mejor estado de forma -Claudio dijo después del partido que está al 50%-, peleó cada balón como si fuese el último, en ocasiones con un exceso de desgaste porque a veces era imposible alcanzar el esférico. Sudó la camiseta como el que más, vivió lo que significa jugar en el Cádiz en el santuario de la Laguna y la hinchada disfrutó de las prestaciones de un futbolista que, además de lucha, ofreció múltiples detalles de calidad, como en la definición del gol con un rápido remate que superó al portero en el mano a mano. Buscó el desmarque de manera permanente y realizó movimientos que explican su paso por la selección, como la maniobra que hizo en el segundo tanto para llevarse a un defensa a un lado y dejar el pasillo abierto para que Kike Márquez fusilara a Limones. Intervino también en el tercer tanto con un centro perfecto que Fran Machado agradeció para marcar de cabeza.

Si Güiza es capaz de mantener esa línea e incluso la mejora, será el jugador que marque diferencias en el Cádiz esta temporada. Su calidad perdura pese al paso de los años, tiene ganar de disfrutar del fútbol y comparte el deseo de universo cadista de devolver esta temporada al equipo a Segunda División A.

La reacción del equipo amarillo tras el descanso es la segunda lectura positiva del partido contra el Cartagena. Los hombres entrenados por Claudio Barragán se complicaron la vida al dilapidar dos goles de ventaja en la primera parte, pero supieron rearmarse en el paso por los vestuarios para recuperar el buen tono y conseguir tres puntos que dan tranquilidad en el amanecer de la competición. Los jugadores salieron en la reanudación decididos a resolver el partido y el premio a su ambición fueron dos goles con los que aniquilaron a un rival que ya no tuvo respuesta para volver a remontar. El Cádiz se dejó los miedos en la caseta, se volcó en ataque y demostró que si no sufre desconexiones será uno de los rivales a batir en el grupo IV. El objetivo vuelve a ser el primer puesto como antecedente de la posterior fase de ascenso.

La aportación desde el banquillo fue más que notable en el segundo choque liguero. Álvaro García y Wilson Cuero dieron frescura al ataque y entre ellos cocinaron el cuarto gol, el de la sentencia. El colombiano, explosivo y persistente, se deshizo de un contrario y sirvió en bandeja para que el sevillano se estrenara como goleador cadista. El importante grano de arena de ambos es una señal diáfana de que hay más de 11 titulares en la plantilla.

No todo fueron luces en el estreno del Cádiz en su feudo. El envite frente al conjunto albinegro dejó también algunas sombras. La pegada exhibida por los gaditanos arriba arregló el desaguisado en la defensa. El equipo deja dudas en la zona trasera que tendrá que despejar en próximas citas de manera ineludible. En Huelva ya concedió ocasiones no resueltas por el Recreativo. Los dos goles recibidos el pasado sábado nacieron de sendos errores impropios de un aspirante al trono. El primero, tras un fallido despeje que dejó a Montero solo delante de Alberto Cifuentes. El segundo, originado a balón parado con una falta lateral mal defendida por una zaga que asistió impasible al cabezazo de Montero dentro del área sin la más mínima oposición. Errores como esos pueden al dar al traste con más de un partido e incluso con toda una temporada cuando llegue la hora de la verdad. Cuerpo técnico y jugadores tienen mucho trabajo por delante para ajustar el sistema defensivo y minimizar los fallos.

Otro aspecto a corregir es el exceso de confianza. El Cádiz marcó dos goles en los 18 minutos iniciales y con el partido encarrilado de pronto recibió el mismo número de dianas en un corto periodo de siete. Los propios jugadores reconocieron después del encuentro que ese marcador ventajoso tan temprano provocó una relajación que propició el empate poco después. La especie de montaña rusa a la que se subieron los amarillos conlleva riesgos y la rampa de rendimiento descendente después de la ascendente puede poner en peligro más de un resultado. El equipo se sintió inseguro cuando la portería dejó de estar intacta. Llegaron las imprecisiones en los pases, la precipitación se apoderó de los jugadores y a los futbolistas del Cartagena, que olieron la inseguridad que desprendieron los amarillos, no les temblaron las piernas para equilibrar la balanza. En la segunda parte, el Cádiz recuperó su versión inicial, aceleró y dejó los tres puntos en casa. Terminó con un buen sabor de boca que ahora pretende prolongar en las próximas fechas.

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