Cádiz CF

La huella cadista desde La Isla

  • Servando, obligado a apartarse de su profesión por una grave lesión, es el mejor ejemplo para los nuevos

Servando tiene que seguir su camino fuera de los terrenos de juego.

Servando tiene que seguir su camino fuera de los terrenos de juego. / JESÚS MARÍN

Antes de lo que él hubiera deseado. A Servando Sánchez se le acabó el fútbol tal y como lo estaba viviendo desde que era jugador profesional. El miércoles 12 de septiembre del año pasado quedó marcado como el principio del fin. Una grave lesión en los huesos de la cara le colocaba el cartel de ‘adiós a varios meses de competición’, que al final resultó ser definitivo. Servando deja un legado de amarillo por sus valores profundos en el Cádiz. Un comportamientos ejemplar y la mejor carta de presentación para los que empiezan a entender lo que significa vestir esa camiseta en el Ramón de Carranza, que no es poco con lo que significa este equipo.

El choque fortuito con David Gil estaba marcado como el punto y final a su etapa de futbolista. Una Copa en Tenerife que aquel día fue un brindis feliz para el equipo y un ko, nunca mejor dicho, para el isleño. El 13 de septiembre empezó otra vida para él por el simple hecho de tener que esperar sin saber qué iba suceder.El paso por el quirófano fue obligado debido a una triple factura facial en su rostro, en la que se le tuvo que aplicar clavos. Un periodo de recuperación tan extenso como incierto terminó por desembocar en lo que todos temían pero nadie deseaba oír: colgar las botas.

A la espera de otra vida en todos los sentidos una vez que no puede seguir viviendo y sintiendo como jugador en activo, la huella de Servando no ha desaparecido. Y es así porque está presente en cada entrenamiento, más cerca del cuerpo técnico que antes, cerca de su hábitat, viendo el rostro a los que hasta hace unos mese tuvo en el campo entre sudor y esfuerzo. No puede ayudar desde la primera línea de batalla, si bien es un lujo tenerle en la retaguardia, desde donde su mensaje sigue calando.

Este isleño metido ya en los 34 años dejará sus principios en un vestuario en el que un día del verano de 2014 cayó de pie. Esa carta que es la mejor presentación para los nuevos, esos que aún no entienden que ser profesional del primer equipo del Cádiz tiene su propio mandamiento. El gran capitán ha dejado un compromiso incontestable, con un buen rendimiento, con mayor o menor fortuna, y una sabiduría que es un lujo para los que todavía tratan de asimilar los motivos que hacen de este equipo algo tan especial aquí, en la Tacita, y en cualquier lugar.

Servando no volverá a defender un balón parado ni a adaptarse a lo que le pida el míster porque ya se está adaptando a lo más difícil e inesperado, que también lo reserva el balompié como carta perdedora: Una dura lesión. Nunca mejor dicho, el isleño se partió la cara por el equipo hasta que encontró el premio de devolverlo a Segunda A, de ser importante en esta categoría y empujar, ahora desde fuera, al sueño de decir adiós en la elite. Sólo por él ya sería más que merecido.

Muchos capitanes y gaditanos de la capital y de la provincia han dado el alma por este escudo, aunque el final no fuera tan cruel e injusto. Servando se ganó con cada gota de sudor disfrutar de un epílogo profesional de campanillas; siempre querido dentro y fuera del vestuario, la grada vio en él lo que gusta por aquí... Dientes fuera, hambre y vergüenza torera. Cervera siempre le ha tenido cerca e incluso, dentro de su aparente frialdad, le ha mostrado mucho cariño porque el bravo defensa central se lo ha ganado.

David Gil, Carmona, Espino, Matos, Pantic, Sergio Sánchez, Querol, Edu Ramos, Jairo, Juan Hernández, Manu Vallejo, Jovanovic, Lekic, Mario Barco, Rennella y Machís, las caras nuevas del presente curso que están en la plantilla, tienen en Servando el mejor espejo en el que buscar una marca tan profunda como la que deja éste. No todos los días se comparte vestuario con un jugador modesto por fuera y enorme por dentro.

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