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Síntomas de vulnerabilidad

  • La primera derrota de la temporada del conjunto amarillo abre el interrogante de si las facilidades defensivas obedecen a un accidente en un mal día o se prolongan en el tiempo

A la cuarta llegó la primera derrota de la temporada. Alguna vez tenía que ser, aunque en este caso casi pesó más la forma que el fondo y las dudas se acumulan en el diván. Un castigo que no había merecido en las tres jornadas en el arranque del campeonato pero al que sí se hizo acreedor en la visita al terreno del Mallorca.

Mal empezó la frecuencia de tres salidas consecutivas en poco más de una semana -ahora toca el Tenerife el miércoles 12 (la Copa del Rey) y después el Albacete el lunes 17-. El Cádiz se convirtió de pronto en un equipo desconocido que pasó de tener el control en la primera parte a perderlo por completo en una segunda condicionada por un giro tan radical como inesperado. Se vio desbordado por el empuje de un Mallorca muy superior que si no resolvió antes el encuentro fue gracias a la excelente actuación de Alberto Cifuentes.

La posesión del balón revela el dominio de los insulares: 36,3 por ciento para los amarillos y 63,7 para los rojillos. En cualquier caso, una cosa es la tenencia del esférico y otra el control del partido, que al Cádiz se le fue de las manos en una muestra diáfana de falta de constancia. Arrancó de manera correcta pero no supo mantener unas prestaciones mínimas para al menos equilibrar la balanza. La regularidad empieza a ser una asignatura pendiente. Quizás llegue con las semanas.

Cuando el portero es de largo el jugador más destacado del equipo es que algo no ha funcionado. El Cádiz había llevado el peso en los 45 minutos iniciales. Sin hacer nada del otro mundo, pero lo suficiente para mantener a raya al adversario e incluso con alguna oportunidad clara, como el misil lejano de Ager Aketxe que se estrelló contra el poste. Pero la sensación de solidez del primer acto se transformó en la reanudación en una vulnerabilidad pocas veces vista en el conjunto entrenado por Álvaro Cervera, que asistió desesperado en la banda a la descomposición de los suyos. Ya había advertido en la previa de que su equipo no estaba bien del todo. Su cara de circunstancias cuando era entrevistado en el canal Gol justo después de la derrota reflejaba el cóctel de enfado y decepción. Fue quizás el envite que más facilidades dio en defensa en los más de cien partidos que el técnico acumula en el banquillo cadista. Hasta 17 remates realizó el cuadro bermellón ante el débil entramado destructivo de los andaluces, cuyos disparos se quedaron en la mitad. Hizo nueve, pero pocos dirigidos entre los palos del marco contrario. Las estadísticas oficiales del encuentro desvelan que la efectividad del Cádiz se quedó en el cero por ciento -frente al 6,7 de los anfitriones-. Así es harto complicado obtener un resultado positivo.

El partido se desbocó de tal manera que las costuras saltaron por los aires. Perder el mando supone abonarse a la agonía del sufrimiento Si la consistencia por la que es temido el Cádiz desde su esperado regreso a la categoría se disuelve como el azucarillo, queda a merced del rival, como sucedió la noche del pasado viernes sobre el tapete de Son Moix. El Mallorca dio un paso adelante tras el intermedio y el conjunto gaditano se quedó atrás sin capacidad de respuesta cuando el esfuerzo empezó a pasar factura. Ya no es que apareciese poco en ataque. La cuestión es que hizo tantas concesiones en la parcela defensiva que el gol, por muy tarde que llegase, fue la consecuencia lógica del tesón de los locales y el hundimiento de los visitantes. Se veía venir. Un nuevo tanto en el tramo final, esta vez en el minuto 89, una semana después del que el Oviedo hizo en el 94. La herida de los últimos instantes sigue abierta. Tres puntos se le han escapado a los amarillos cuando está más cerca el pitido definitivo del colegiado.

Pocas veces una derrota fue tan justa como la primera de los amarillos en la campaña 2018/19. La pregunta que brota después del varapalo en Baleares es si la pérdida de solidez se debió a un mero accidente que puede tener cualquiera o tendrá prolongación en el futuro. Dadas las limitaciones en labores ofensivas -sobre todo en el juego posicional-, si el Cádiz no vuelve de inmediato a la senda de la robustez está condenado a pasarlo mal.

En teoría hay plantilla de sobra para no pasar apuros en el cumplimiento del objetivo de los 50 puntos. Pero ojo, hay que llegar a esa cifra. El equipo no estuvo nada fino ni en el plano colectivo ni en el individual, con la única excepción del capitán Cifuentes. No hubo un trabajo compacto, no dieron resultados los sucesivos cambios de posición que ordenó el míster. No salió nada. Edu Ramos no tuvo un estreno afortunado una semana después de su fichaje -disputó los 90 minutos-. Los laterales generan una montaña de dudas. La defensa destila sensaciones de inseguridad. La delantera no produce goles. Pero el camino es muy largo y hay un margen infinito para la mejora. Cifuentes, uno de los pocos que se pronunció en las redes sociales tras el primer revés del curso, soltó en su cuenta de twitter una frase con vistas al futuro más próximo: "Todo es aprendizaje". Se comprobará en los compromisos venideros, que llegan sin apenas respiro.

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