Todo fue tan rápido que hubo gente que cuando entró en el estadio ya ganaba el Cádiz. La tarde fue redonda, no hubo el más mínimo margen para la protesta, que ayer se transformó en aplausos en una jornada en la que por fin la afición pudo disfrutar de la calidad que atesora su equipo, sobre todo en la parte de arriba. La holgada victoria de los amarillos actuó de bálsamo para la reconciliación del equipo con una hinchada que responde a los estímulos positivos que los jugadores emiten desde el césped.

El personal se lo pasó en grande con una merendola a base de goles que relajó el ambiente. Nadie se acordó de la crispación vivida hace dos semanas ante el Cacereño. Todos sabían que con 3-0 en apenas un cuarto de hora ya estaba todo el pescado vendido ante un rival endeble.

La retirada de los jugadores al descanso fue premiada con una prolongada ovación repetida al final del encuentro. El único pitido que resonó en el Carranza fue el del árbitro, porque el público se entregó en cuerpo y alma en una tarde de fiesta goleadora.