Cádiz

Estos son los usos que han tenido las bóvedas de Cádiz en su historia

La Casa del Niño Jesús, que funcionó en las bóvedas de San Roque.

La Casa del Niño Jesús, que funcionó en las bóvedas de San Roque. / D.C.

Las bóvedas bajo el antiguo acceso a la Puerta de Tierra, que acaban de sacar a la luz parcialmente Aguas de Cádiz, han tenido un uso muy dispar desde que se construyeron en el siglo XVIII, como parte de las fortificaciones defensivas en la entrada de la ciudad.

Si en su origen tuvieron una función militar y de almacén para las tropas que estaban estacionadas en el frente amurallado (el Regimiento de Pavía llegó a ocupar con el tiempo el cuartel de San Roque), acabó sirviendo de precaria vivienda a familias sin recursos a principios del siglo XX. Y tras ocultarse bajo tierra tras el desmonte de los glacis, acabó acogiendo a la maquinaria de la fuente de la Puerta de Tierra.

No es de extrañar usos tan diversos. En una ciudad sin apenas espacio, cuya falta de suelo se acrecienta de forma notable en el casco antiguo, y más antes del inicio de la urbanización de extramuros, lo normal era aprovechar las numerosas bóvedas existentes en las fortificaciones para atender a la demanda de la ciudad.

La propia muralla de Puerta Tierrra ha ido evolucionando en sus usos, si nos centramos específicamente en sus bóvedas. Donde hoy está parte de las dependencia del Teatro del Títere llegó a almacenar la entonces Policía Municipal sus motocicletas. Y junto a ellas, funcionó siempre en precario el Cuartel de Bomberos.

La Farmacia Municipal en las bóvedas de Santa Elena. La Farmacia Municipal en las bóvedas de Santa Elena.

La Farmacia Municipal en las bóvedas de Santa Elena. / Jesús Marín

Completando las bóvedas de Santa Elena, funcionó la Farmacia Municipal, después de uso regional, de la que aún aguantan los azulejos blancos en las paredes de este equipamiento.

En las cercanas bóvedas de San Roque una parte funciona como Museo Litográfico, pero junto al mismo entidades carnavalescas tienen su propio espacio y el mismo Ayuntamiento usa algunas como almacén para guardar de todo: desde la vajilla de Isabel II (afortunadamente trasladada ya al Ayuntamiento) a una maqueta sobre el puente Carranza, el proyector del cine Cómico e incluso un gran cañón.

Fue sede también durante décadas de la Casa del Niño Jesús, un centro asistencial donde se impartían clases e incluso dormían los pequeños.

Hasta hace poco eran los sin techo los que residían en el exterior de las bóvedas de Santa Elena. No fue la primera vez que éstas se utilizaban como viviendas en precario. Tras la Explosión de 1947 se adaptaron algunas como alojamiento provisional a las familias cuyas casas habían resultado dañadas, y décadas más tarde el Ayuntamiento llegó a elaborar un proyecto para convertirlas en viviendas permanentes.

Un taller en San Carlos. Un taller en San Carlos.

Un taller en San Carlos. / Almudena Torres

Las bóvedas de San Carlos también han tenido una vida muy intensa. Ocupadas originalmente, en su mayoría, como almacenes relacionadas con el sector portuario (como pasaba con las bóvedas de la Puerta del Mar, derribadas en 1906) hoy están ocupadas por talleres de carpintería y por dependencias del colegio público Celestino Mutis.

El Ayuntamiento ha planteado diversos proyectos para la puesta en uso de estas bóvedas, con un concepto hostelero y cultural, pero nunca se han desarrollado.

Una de las bóvedas servía para guardar el paso de la Piedad de la Buena Muerte. El suelo cedió y se hundió en 1989.

Bóvedas tienen también baluartes y castillos.

En el baluarte de San Roque, hay varias carpinterías, talleres de coches e incluso una sala de exposiciones del Ayuntamiento junto a un exitoso bar. En el de Santa Elena, hay una mayor diversidad: las oficinas de Procasa, una peña, una asociación militar y las inmensas bóvedas que ocuparon los Talleres Velasco y que ahora están lamentablemente vacíos. En su día se proyectó para la zona un Museo Cofrade y hubo hasta una propuesta para su conversión, utilizando todo el frente de Puerta Tierra, como un hotel de lujo.

Las bóvedas del castillo de San Sebastián tienen un futuro incierto como la propia fortificación. Se rehabilitaron para el Bicentenario de 1812 y acogieron algunas exposiciones antes de su cierre. Más uso se le da a las de Santa Catalina y al baluarte de la Candelaria, con un activa programación cultural y turística, ejemplo para el resto.

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