El tinto toma el relevo de la uva palomino para preservar la viña
La provincia preserva su patrimonio vitícola intacto por el empuje de las varietales tintas de nueva implantación, que duplicarán a corto plazo las casi 500 hectáreas que ya ocupan
La Consejería de Agricultura nunca ha sido partidaria de perder patrimonio vitícola en la provincia, pero la crisis estructural del Marco de Jerez ha abierto la puerta en los últimos dos años al arranque de viñedo, a cambio eso sí de las cuantiosas ayudas que ofrece Bruselas en pos de un mayor equilibrio entre la producción y las ventas.
El programa comunitario de arranque de viñedo ha propiciado en las dos últimas campañas el abandono voluntario de 750 hectáreas de viñas adscritas a la Denominación de Origen jerezana, y se espera que en el tercer y último año de vigencia de la medida se solicite el arranque de otro millar de hectáreas del Marco, cuya superficie de viñedo bajaría al entorno de las 8.500 hectáreas.
Mientras el jerez cede terreno, las varietales tintas lo ganan, para permitir que la provincia mantenga prácticamente intacto su patrimonio vitícola en el entorno de las diez mil hectáreas de viñedo.
Desde esta perspectiva, el empuje de los tintos en los últimos tiempos ha venido a compensar la merma de la uva palomino, cuyo sitio ocupan ahora variedades tintas autóctonas como la tintilla de rota, nacionales como la tempranillo y de otros orígenes, básicamente, syrah, merlot, cavernet sauvignon y petit verdot.
Según los datos de producción agrícola correspondientes al ejercicio de 2009, que acaba de publicar la Consejería de Agricultura en su memoria anual, la superficie de viñedo de nueva implantación en la provincia roza ya las 500 hectáreas, de las que casi la totalidad (más del 90%) corresponden a variedades tintas.
A diferencia de las viñas del Marco, en régimen de secano, las nuevas cepas de variedades tintas se siembran en tierras de regadío, aunque sólo la mitad recibe un riego de apoyo cuando las condiciones meteorológicas del año agrícola son adversas, pero nunca para buscar más producción, pues su finalidad es la de evitar la interrupción de la fotosíntesis en las hojas para garantizar la calidad de la uva.
La filosofía de trabajo también es distinta, ya que mientras en el Marco se optó por la superproducción sin merma para la calidad, que garantiza el tradicional sistema de crianza en criaderas y soleras -el vino se refresca periódicamente con la cosecha del año, para salir al mercado con una crianza mínima de tres años y siempre bajo los mismos parámetros de calidad-, en los tintos, la calidad depende tanto de la añada como del control de la producción, que se limita a rendimientos de 7.000 kilos por hectárea -la mitad que en las viñas del jerez-.
"El tinto se ha convertido en una alternativa real, en un referente en la provincia, donde tras una primera etapa de implantación, ahora hay que subir el segundo escalón para transformarlo en un atractivo turístico y aprovechar el tirón del enoturismo", explica el delegado provincial de Agricultura, Juan Antonio Blanco, principal valedor con la ayuda de la Estación de Viticultura que dirige José María Mateos de la expansión de nuevas variedades de uva en la provincia.
Blanco y Mateos se han volcado en la adaptación de las instalaciones de la Estación para investigar las posibilidades de los tintos en la zona y asesorar a los pioneros de la 'revolución' varietal, entre los que el delegado cita a Vicente Taberner y su bodega Huerta de Albalá; González Byass y 'Finca Moncloa'; Luis Pérez con su bodega familiar en la finca Vistahermosa; Barbadillo y 'Gibalbín'; los hermanos García Angulo y su 'Cortijo de La Jara'; y Miguel Domecq con 'Entrechuelos'.
Posiblemente, Huerta de Albalá marcó un antes y un después para los caldos de la Tierra de Cádiz cuando el prestigioso gurú norteamericano Robert Parker puntuó con 95 sobre cien alguno de sus vinos. "Los que antes no creían en que en la provincia se podían hacer buenos tintos cambiaron de impresión a partir de ese momento, y la plantación de las nuevas variedades cobró impulso", asegura el delegado de Agricultura, quien subraya que "los tintos son un nuevo motor económico, un complemento de los vinos tradicionales que genera valor añadido y, por tanto, riqueza y empleo".
La fase que ahora se cierra se ha caracterizado en la mayoría de los casos por la búsqueda de vinos de calidad suprema, vinos 'top' de alta gama para demostrar las bondades de unas tierras antes monopolizadas por la monovarietal palomino y hacerse un nombre en el difícil y competitivo mundo de los vinos tranquilos o de mesa. Sin embargo, un nuevo movimiento de Vicente Taberner puede dar un vuelco a la producción de tintos de la zona. La compra de 400 hectáreas de viñedo del Marco a las bodegas Osborne no sólo va a propiciar a corto plazo que se duplique la superficie de variedades tintas de la provincia, sino que abrirá la puerta a vinos más comerciales, de segmento medio, de los que ya hay alguna experiencia a menor escala en el entorno.
Junto a la expansión de la bodega de Vicente Taberner, en la provincia hay otros proyectos en marcha, a menos escala, vinculados al auge de las variedades tintas. A Jerez y la Sierra se empiezan a unir en esta aventura algunas localidades costeras en las que empresarios, generalmente procedentes de la construcción y amantes de este tipo de vinos, están apostando decididamente por los tintos de la provincia.
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