El final de la superstición: El Marella Voyager llega a Cádiz después de cambiar cinco veces de nombre

Este martes visitó el puerto de Cádiz el Marella Voyager, antes MV Mercury, Celebrity Mercury, Mein Schiff 2 y Mein Schiff Herz

Es una costumbre más que habitual, a pesar de que sigue viéndose con superstición, que los barcos cambien de nombre con demasiada asiduidad

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El Marella Voyager, este martes, en el puerto de Cádiz
El Marella Voyager, este martes, en el puerto de Cádiz / Joaquín Benítez

Cádiz/En el pasado, se creía que cambiar el nombre de un barco traía mala suerte. Para contrarrestar esta creencia, algunas culturas mantenían una placa con el nombre original escondida en algún lugar del barco.

Esta superstición no es nada nueva. Para cualquier armador, el nombre de su barco suele tener una gran importancia. No se concibe una embarcación sin su nombre pintado en popa. Y aunque se crea que cambiar el nombre de una embarcación trae mala suerte, es posible efectuar un cambio de nombre a la hora de tramitar la compra de un barco de segunda mano.

Los antiguos marinos solían decir que los barcos tienen alma propia. Aparte, no es sólo un capricho, porque el nombre de nuestro barco nos servirá además para identificarnos claramente ante cualquier trámite que debamos realizar, por ejemplo, cuando piden por radio un amarre en un puerto desconocido, cuando solicitan ayuda de la marinería para atracar en el puerto o para pedir auxilio en alta mar por cualquier emergencia.

El Marella Voyager, este martes, atracado en el Muelle de Cádiz
El Marella Voyager, este martes, atracado en el Muelle de Cádiz / Joaquín Benítez

Pero cuando compramos un barquito o barco de segunda mano, de lo primero que se nos puede pasar por la cabeza es cambiarle de nombre. He ahí el problema, ya que entramos de lleno en el campo de la superstición, porque siempre se ha dicho que cambiarle el nombre a un barco trae mala suerte, pero lo dicho; no son más que supersticiones.

El origen del mal fario

Se dice que el origen de la leyenda se remonta a varios siglos atrás y que fue divulgada por la marina inglesa, por motivos económicos, para evitar que los piratas cambiaran el nombre de sus barcos y así impedir ser encontrados después de realizar sus fechorías. Dado que los piratas eran muy supersticiosos, empezaron a divulgar historias de horribles naufragios y de finales aterradores para las tripulaciones que navegaban a bordo de barcos cuyo nombre había sido cambiado. Con esto, intentaban evitar que los piratas cambiaran los nombres y así facilitaban la recuperación de los barcos y los bienes que habían sido robados.

Se dice que los ingleses inventaron esa superstición para evitar el saqueo pirata

También se dice que la leyenda fue divulgada por las compañías de seguros, para evitar que muchos barcos fueran denunciados como hundidos cuando en realidad, después de ser robados, se les cambiaba el nombre para utilizarlos con fines delictivos. En estos casos, las compañías aseguradoras tenían que abonar el siniestro de barcos que seguían navegando con total impunidad. Para contrarrestar estas leyendas, los piratas divulgaron la idea que, una vez cambiado el nombre del barco, se tenía que ocultar en algún lugar una placa con el nombre original y así evitar el maleficio. Sin saberlo, esto también ayudó a las aseguradoras que, cuando localizaban el barco siniestrado, podían encontrar entre sus restos el nombre original del barco hundido.

Para muchos es así pero para otros muchos esa superstición queda en el cajón del desván y lo demuestran modificándole el nombre al barco cada vez que les place, llegándose a extremos insospechados que llegan a liar bastante al más pintado. Tanto es así que en los registros de las autoridades portuarias llegan a veces buques como si fueran primeras escalas y basta con excavar un poco para darnos cuenta de que ese mismo buque ya nos ha visitado bajo la bandera de otra naviera y con un nombre que nada tiene que ver con el actual.

Navantia Cádiz ha servido ya varias veces para cambiar el nombre a los cruceros

Es el caso, y no es, ni de lejos, el único, el crucero que visitó este martes visita el puerto de Cádiz: el Marella Voyager.

Para cualquiera que tenga la singular costumbre de volver la cara para el Muelle para ver cada día cuál es el crucerito que visita Cádiz verá este martes un buque con un precioso casco con una parte azul oscura y otra celeste, bajo el logo de TUI y bajo la tutela de Marella Cruises. Es el Marella Voyager. Puede parecer una primera escala pero nada más lejos de la realidad, ya que antes de llamarse Marella Voyager ha tenido ya varios nombres y colores pintados en su casco antes de contar con la imagen que a día de hoy presenta.

Re-re-re-rebautismo

Concretamente el Marella Voyager se ha llegado a llamar MV Mercury, Celebrity Mercury, Mein Schiff 2 y Mein Schiff Herz. Es un misterio si cada cambio de nombre conlleva bautizo y convite, pero son navieras que se han pasado por alto esa superstición que casi prohibía, de alguna manera, cambiarle el nombre a un barco.

Ya, aparte, ya los hay de récord. Es el caso del Song of America (desguazado como Celestyal Olympia), que es uno de los cruceros que más veces ha cambiado de identidad. Originalmente, este buque se llamaba Song of America, pero luego fue revendido y renombrado como Thomson Destiny, luego como Fulmar Shipping Co. y finalmente como Celestyal Olympia.

Navantia-Cádiz está ya más que acostumbrada a dar la bievenida a un crucero con una imagen y un nombre y sacar del dique el mismo buque con un color distinto y otro nombre. Así que esa superstición pasó a la historia y quedó enterrada en el fondo oculto de los mares.

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