Cádiz

“La nueva ordenanza de terrazas de Cádiz llevará al cierre de los restaurantes de La Palma”

  • Los hosteleros se ven asfixiados por el recorte de hasta más de dos tercios de las mesas en aplicación de la norma municipal

  • Alertan de que se perderán decenas de empleos en La Viña, uno de los barrios con mayor paro de toda la ciudad

La Palma, ayer, a las cinco de la tarde, al final del servicio de mediodía, con algún local cerrado por vacaciones.

La Palma, ayer, a las cinco de la tarde, al final del servicio de mediodía, con algún local cerrado por vacaciones. / D. C.

¿Imaginan una calle de La Palma, en pleno verano, los fines de semana, completamente vacía? Así consideran los hosteleros de esta vía peatonal de La Viña –el mismo barrio donde reside el alcalde, José María González, Kichi– que podría quedarse si se aplica de manera implacable la nueva ordenanza de terrazas en vigor impulsada por el teniente de alcalde de Vía Pública, Martín Vila, después de un tortuoso, polémico y conflictivo proceso.

La aplicación de la nueva norma impone un recorte de mesas a bares y restaurantes de hasta más de dos tercios, de manera que la mayoría de los negocios, si no todos, tendrían que cerrar porque se convertirían en inviables, según aseguraron ayer a este periódico varios de los afectados. Algún establecimiento se queda con apenas dos mesas.

Como consecuencia se perderían decenas de puestos de trabajo en uno de los barrios con mayor paro de toda la ciudad, añadieron los hosteleros consultados, que el lunes tienen previsto constituirse en plataforma en defensa de sus negocios.

Están pendientes de una reunión urgente con el alcalde que se ha solicitado a través de Horeca y a la que todavía el Ayuntamiento no le ha puesto fecha. También se han puesto en contacto con la mayoría de los grupos municipales. El presidente del del PP, Juancho Ortiz, estuvo ayer con ellos y tienen previsto verse también con algún portavoz del grupo socialista.

La voz de alarma saltó el miércoles pasado, el torno a las15.30 o 16:00 horas, cuando agentes de la Policía Local, “en cumplimiento de su labor, por supuesto”, se apresura a aclarar uno de los hosteleros, les apercibieron, a título informativo, de los escuetos límites a los que quedan reducidas sus terrazas en aplicación de la nueva ordenanza.

A este mesón lo dejarían con sólo tres mesas, de manera que pierde más de la mitad. A este mesón lo dejarían con sólo tres mesas, de manera que pierde más de la mitad.

A este mesón lo dejarían con sólo tres mesas, de manera que pierde más de la mitad. / D. C.

“Nosotros, entre semana, ponemos ocho o diez mesas y los fines de semana, unas treinta, todas declaradas con la anterior ordenanza”, dice José Luis Cepillo, gerente del restaurante La Dorada, un referente del pescado fresco de la Bahía en la ciudad. “Con la nueva ordenanza, la terraza se nos queda en ocho o diez mesitas. Y eso contando con las del local de enfrente. Aquí todos vivimos de las terrazas. Y con sólo diez mesas esto es inviable, es imposible sobrevivir porque tendría más gastos que ingresos. Los locales aquí no son precisamente baratos. Y ahora mismo somos cuatro trabajadores de lunes a viernes y tres personas más los fines de semana. Lógicamente, con menos de la mitad de mesas, no podremos mantener ni la mitad del personal”.

“Yo pierdo más de la mitad de las mesas y me dejan con tres nada más. Esto es totalmente inviable”, lamenta Vicente Fernández, gerente del Mesón El palmito, un pequeñísmo local cuya supervivencia depende claramente de la terraza. “Es como si el Ayuntamiento nos hubiese dado una licencia de cierre. Yaquí somos cinco ahora trabajando. Desgraciadamente, la mitad se van a quedar sin empleo. Parece que están dispuestos a escucharnos, pero si no llegamos a una solución tendré que cerrar”.

Ambos hosteleros reconocen que es necesario dejar el suficiente espacio como para que pase una ambulancia y, como solución a los obstáculos que suponen las sombrillas, proponen que se instalen toldos en toda la calle entre marzo y octubre, como en otras capitales andaluzas.

Para la heladería-cafetería La Granja, la única de toda la calle, es como si también la condenasen a echar la baraja. Juan Pérez Ordóñez, es uno de los jóvenes trabajadores de este negocio familiar que saca adelante hasta ahora junto con su padre hermano. En verano contratan a dos personas más.

“Con la antigua ordenanza teníamos diez mesas y con la nueva se nos quedan reducidas a una o a dos. Somos un negocio pequeño con dos mesitas dentro -explica Juan Pérez- Vendemos helados y la terraza para nosotros es fundamental. La gente busca el sol, la calle, ese espacio abierto tan importante en estos tiempos de pandemia, en los que nos obligan a tenerlos. No entendemos que ahora nos lo reduzcan a la mínima expresión. Estamos que no nos lo creemos. Estamos muy preocupados por nuestro futuro más inmediato, que es el de nuestra familia. Esperamos sobrevivir, porque tenemos muy buena clientela. Espero que nos escuchen y que esto tenga alguna solución. La fe es lo último que se pierde".

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