Arturo Álvarez | Catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Cádiz

“No se puede legislar a golpe de manifestación”

  • Es uno de los precursores de un congreso organizado por la UCA que tratará en diciembre del acceso a la justicia de personas en condición de vulnerabilidad en Iberoamérica

Arturo Álvarez posando en Santa María del Mar.

Arturo Álvarez posando en Santa María del Mar. / Jesús Marín

Corren tiempos difíciles para el Derecho con mayúsculas. Desigualdades, presiones políticas, corrupción, pandemias. Las universidades luchan por sobrevivir y reinventarse, a la vez que procuran mantenerse cerca de la sociedad, vertebrándolas y poniendo su grano de arena ante situaciones difíciles. Arturo Álvarez, catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Cádiz, sabe de esto. El próximo diciembre, junto a otros compañeros, han organizado un congreso para tratar de los problemas que tienen las personas en condiciones de vulnerabilidad para acceder a la justicia en Iberoamérica. En esta entrevista hablamos de ello y de mucho más.

–¿Cómo surge la idea de organizar desde la UCA un congreso para tratar el acceso a la justicia de personas en condición de vulnerabilidad en Iberoamérica?

–La Universidad de Cádiz lidera una red iberoamericana de investigadores en lo que se denomina las Cien Reglas de Brasilia. Esto es un acuerdo entre los poderes judiciales de la mayoría de países iberoamericanos, incluyendo España y Portugal, para mejorar el acceso a la justicia de las personas en condiciones de vulnerabilidad. Nosotros constituimos esta red precisamente para trabajar sobre eso, para investigar y ver cómo se pueden mejorar esas reglas y ver cómo se van implementando en diferentes países. La red se constituye con carácter permanente, es decir, que la idea es que prácticamente todos los años vayamos repitiendo, en forma de congreso, jornada o seminario, esta cita.

–¿Cuáles son los problemas más graves con que se topan estas personas en condición de vulnerabilidad a la hora de acceder a la justicia?

–Son diferentes las situaciones que vemos, si se trata de menores, de ancianos, personas con alguna discapacidad o indígenas, que es un tema que no tenemos en España pero sí en Iberoamérica, personas pobres… Los problemas pueden ser muy diferentes. Por ejemplo, ahora que se habla tanto de las nuevas tecnologías y que se consideran una posible solución para la eterna crisis de la justicia, resulta que el empleo de unas aplicaciones modernas pueden tener el inconveniente de que los ancianos no saben manejarlas; o que las personas con menos poder adquisitivo no tienen acceso a internet. A veces es un problema hasta geográfico, porque hay países latinoamericano en los que hay población que está al otro lado de los Andes, y la comunicación es compleja. De hecho, a este congreso están invitados algunos ponentes que ya han advertido que el lugar donde se encuentran no tiene una señal estable y probablemente participarán enviándonos un vídeo.

–¿Hay muchos ponentes iberoamericanos invitados?

–Sí que los hay. Lamentablemente no todos los que inicialmente iban a estar, pero aproximadamente un tercio lo son. También hay profesoras portuguesas y la red está constituida con cerca de 20 universidades, 13 países hispanoamericanos, y la idea es seguir avanzando para ser más.

–Usted que viaja mucho a Hispanoamérica, que conoce el funcionamiento de las universidades del otro lado del Atlántico ¿nota mucha diferencia entre sus métodos y los que se emplean aquí?

–En la metodología docente creo que vamos todos enfocados al mismo camino. Yo conozco más todo lo relacionado con el Derecho, pero en general todos nos dirigimos al empleo de los campos virtual y las clases presenciales. Allí, además de que hay universidades más pequeñas que otras, hay muchas privadas. Pero desde el punto de vista de la enseñanza del Derecho, una cosa que me llamó la atención, la primera vez que yo fui, hace ya mucho tiempo de esto, es que las universidades asumen una función social, y es uno de los temas que queremos tratar en el congreso. Ellos tienen unas clínicas jurídicas, o similar, donde prestan un apoyo al ciudadano que tiene algún problema jurídico. Estas oficinas están atendidas por profesores pero también por estudiantes. Y eso sirve de aprendizaje, además de cumplir una labor social. Hacen funciones de asesoramiento, de mediación, algunas se especializan por ejemplo en violencia de género, etc. Esto sí que me parece una diferencia importante. Nosotros estamos intentando que nuestras clínicas jurídicas se desarrollen pero tenemos la dificultad de que no pueden realizar el ejercicio profesional.

–¿Desde cuándo lleva usted en la Universidad de Cádiz?

–Pues me vine en el año 1992. Oí que había una Gran Regata y dije me voy para Cádiz. Primero me saqué una cátedra, luego me saqué una novia y ya aquí me he quedado.

"La dispersión de los campus impide que los estudiantes de diferentes carreras se relacionen más”

–Jajajaja… Las cátedras tiran mucho. ¿Y ha notado en este tiempo muchos cambios, ya no sólo en la metodología docente sino en la creación de vínculos sólidos con universidades de otros países?

–Bueno, creo que la vocación americana, al menos hasta ahora, ha sido una constante en esta universidad. Yo lo aprecio en todas las ramas, pero especialmente en el Derecho. Hay mucha relación estable con algunas universidades americanas, pero también con Marruecos y, una peculiaridad de la UCA, con Rusia. En relación con América puedo decir que he ido allí, por ejemplo a Chile, a Valparaíso, y dando un paseo me encontré con un símbolo de la Universidad de Cádiz, porque estaba realizando un proyecto de investigación con temas de Ciencia del Mar con aquella institución. Fue una sorpresa para mí.

–En todos sus años de docente también habrá notado cambios entre los propios jóvenes de antes y los de ahora, ¿o en lo esencial siguen siendo muy parecidos?

–Pues básicamente siguen siendo igual, antes los apuntes los tomaban a fuerza de bolígrafo y ahora van con sus ordenadores a la clase. Pero por lo demás, creo que la juventud sigue siendo igual siempre, lo que cambia es la ropa y las herramientas. Además, una cosa que suele ocurrir es que si no estás en contacto con los jóvenes tiendes a ese clásico… hay que ver la juventud de ahora. Pero es igual que la de antes, sólo que con otros gustos diferentes. Son jóvenes y lo que quieren es romper, no hay más.

–La polarización política de las dos Españas, la crispación incluso, ¿se percibe entre los universitarios?

–Bueno, hay que tener en cuenta que yo inicié la carrera en el 75, la acabé en el 80, entonces sí que estaba politizada la universidad, se estaba viviendo la transición de otra manera. A mí lo que sí me ha llamado la atención, aunque eso puede ser una peculiaridad del campus de Jerez, o al menos de la Facultad de Derecho, es que hay pocos estudiantes en el campus, con lo cual la vida del estudiante de Derecho es menor que, por ejemplo, de la que yo me encontré en Salamanca o en Cáceres, donde me formé, porque en Jerez lo que ocurre es que los estudiantes siguen viviendo en sus casas, van a dar sus clases y luego se marchan.

–Igual la dispersión de los campus de la UCA también influye.

–Muchísimo, porque no tienen relación con otros estudios como no sea que en tu pueblo haya un conocido que se dedique a estudiar medicina..., no intercambias puntos de vista. Tienen la ventaja, eso sí, de que luego extiende la universidad por todo el territorio y lo articula. No sé si compensa o no, eso ya no lo sé. 

–¿Pero están polarizados los estudiantes o no?

–Lo que yo noto es la politización de los representantes de los estudiantes. Esos ya están haciendo carrera política.

–Desde chiquititos…

–Pues sí, se convierten en los alevines de los políticos para integrarse en los partidos que sean.

–Como docente ¿qué piensa de la polémica Ley Celaá y ese conflicto entre escuela pública-escuela concertada?

–Yo siempre he estudiado en centros públicos y a mí me han encantado, me ha parecido muy bien, he tenido muy buenos profesores, a los que recuerdo. He estudiado en centros antiguos, donde había profesores con mucha experiencia, que iban todos con esas chaquetas que parecían levitas, pero también he estado en centros modernos donde los profesores eran casi recién licenciados. No tenían esa solera y esa solvencia dando las clases, pero tenían unas inquietudes bárbaras que provocaba que a la vez que jugaban al baloncesto con nosotros en el patio generaran discusiones sobre temas de actualidad. Ese motor me parece muy importante. ¿Centros privados? A mí es que también me parece interesante que la gente tenga la libertad de poder poner en marcha un centro privado. Y de que uno pueda elegir donde llevar a sus hijos. Luego ya está el tema financiero de uno y otro o si el Estado tiene que ayudar aquí o allá. Eso ya no lo sé, pero sí que me parece que debe formar parte de la libertad.

–Como catedrático de Derecho ¿cree que las leyes avanzan al mismo ritmo que lo hace la sociedad, le gustaría que fueran más rápidas o al contrario?

–Más rápido no por favor, me gustaría que fueran más lentas. Pero este es un problema general en todos los países. No se puede legislar a golpe de manifestación. No puede ser que nuestros políticos pongan en marcha una nueva ley porque hay una serie de asociaciones que toman la calle y piden una reforma. Por ejemplo, en materia LGTBI, que algo he estudiado de esto, no puede legislarse a la carrera, hay que pensar bien las cosas. Ya existe una Ley de Igualdad, hay que ver si esa ley está dando frutos o no y entonces ver en qué modo es necesario implementarla, pero no crear una nueva ley LGTBI, que hasta el nombre va creciendo cada vez más. Hasta el concepto es complicado. No puede ser que saques una ley para un grupo de personas y que a los tres meses se te quede antigua. Legislar requiere pensar un poco, no se puede hacer una legislación de urgencia que se podría justificar en un caso de, por ejemplo, pandemia, pero en otros tipos de cosas debe ir a su ritmo.

"En la era de San Google hay que cambiar el médoto educativo. Todo no es memorizar las lecciones como antes”

–¿Es partidario del jurado popular?

–Yo no. Creo que es un atraso, la mayoría de los profesionales con los que hablo tampoco son partidarios del jurado. Pero está en la Constitución, y para quitarlo habría que modificarla. Una modificación necesaria como la del Consejo General del Poder Judicial. Sobre este, aunque inicialmente está bien lo que dice la Constitución, convendría reformarla, pues ya vemos los problemas que se están dando. Y caben muchas opciones. Por ejemplo, quizás fuera bueno que preceptivamente alguna parte de los vocales fueran profesionales del Derecho ajenos a la judicatura. ¿Por qué no puede ser preceptivo que en el CGPJ hubiera vocales del mundo de la abogacía, de la fiscalía, o de la universidad? La idea ahora de moda de que los propios jueces sean los que elijan a todos los miembros del CGPJ como si fuera una república independiente tiene sus peligros. No se trata del autogobierno de los jueces, sino del gobierno sobre los jueces, y que debe diseñarse sin que con ello se afecte a su independencia, pero sin provocar que la lucha política entre los partidos se traslade a las asociaciones de jueces y genere una lucha por tomar el poder judicial, ahora entre los propios jueces. Habremos hecho un pan con unas tortas. Esto hay que pensarlo bien..

–¿Sigue habiendo en la carrera muchos jóvenes con vocación o los hay que llegan por no saber muy bien qué camino tomar?

–El año pasado, antes del confinamiento, en 1º, hice una encuesta que hago de vez en cuando, y les paso un folio en blanco y les pido que me digan la razón por la que estudian Derecho. Aunque son más de cien. Me leo con atención todo lo que ponen. Muchos de ellos ponen cosas como porque quiero ganar dinero, porque me parece muy guay ir con la toga, otros dicen que por cercanía o porque tiene muchas salidas. Algunos, efectivamente, desde el principio me dicen que tienen mucha vocación.

Arturo Álvarez Alarcón. Arturo Álvarez Alarcón.

Arturo Álvarez Alarcón. / Jesús Marín

–¿Y tiene muchas salidas la carrera de Derecho?

–Tiene muchas salidas pero pocas entradas.

–Jajaja.

–Eso me decían cuando yo estudiaba. Es que puedes ser juez, fiscal, notario, registrador, secretario judicial, abogado, procurador, funcionario … tiene muchas opciones profesionales, lo que ocurre que hay demasiados estudiantes que no encuentran ese puesto específico para el Graduado en Derecho, que parece que lo mismo vale para un roto que para un descosido, y entonces acaba trabajando en una oficina bancaria.

–O acaban siendo diputado, con lo cual ya has pegado el pelotazo.

–Pues sí, también hay muchos diputados que mientras se construyen su carrera política estudian en paralelo Derecho, vaya a saber usted cómo sacan tiempo para obtener el título.

–¿La tristeza pandémica puede repercutir en el rendimiento académico de los estudiantes?

–Pues no lo sé. En mis clases, aunque sean de plasma, ¿quién nos iba a decir que Rajoy estaba siendo un adelantado a su tiempo?, intento animar a los muchachos lo que puedo, pero es complicado. Creo que los profesores tenemos que cambiar decisivamente el método, no podemos enseñar igual cuando es presencial que cuando no lo es. El cambio tiene que ser radical. No puede ser un apaño, pasar de la clase que doy en el aula ahora la doy por el ordenador. Son dos métodos diferentes y desde mi punto de vista ese curso tendría que haberse producido ese cambio y no un “vamos a arrancar y ya iremos viendo“. Preparar las clases lleva mucho trabajo y no es lo mismo cuando se trata de diez alumnos que cuando son cien.

–¿Y el nivel de exigencia también ha variado? ¿Se les va a pasar más la malo a chicos, por ejemplo, de un instituto por esta situación?

–No sé lo que harán los demás. Yo tengo a mis chicos en el instituto y uno va de una manera y otro de otra. Lo que creo que tenemos que cambiar es toda la sociedad. Y que los estudiantes de Derecho no pueden estudiarlo ahora como lo hice yo o mi padre, porque tenemos ahí a San Google, a un click tenemos toda la información, así que no hay que memorizar tanto. Es preferible que el estudiante sepa las herramientas que el Derecho le da pero sin necesidad de memorizarlo todo sobre ellas. Le basta con saber que existen. Un estudiante de ahora no tiene por qué saberse de memoria la Guerra de la Independencia, pero sí tiene que saber que hubo una Guerra de la Independencia, y que hubo un señor que se llamaba Franco y qué es lo que fue.

–¿Y qué cambios propone?

–Pues hay diferentes métodos. El de la clase inversa por ejemplo. Se le da a los alumnos el material, pueden acceder a él por internet, y a continuación se le proponen unos problemas para que venga a clase con ellos resueltos y sea capaz de exponerlos. Es como si el alumno diera la clase. Yo estudié con libros gruesos, de papel biblia, y en cambio nosotros hemos publicado ahora un libro, que va por la segunda edición, que se llama Lecciones breves, con muy pocas lecciones y con lo elemental, que algunos abogados lo leen o me dicen “¡pero esto cómo es!”... Claro es que eso es lo esencial, y el resto lo tienen que elaborar los estudiantes mediante prácticas, debates, es otra forma de trabajar, una forma más madura, y ellos aprenden los conocimientos y luego los saben manejar.

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