Marc Anthony 'valió la pena' en el Muelle Reina Victoria de Cádiz
El rey de la salsa contemporánea y su maravillosa banda han puesto a bailar y a cantar a las miles de personas que este viernes han disfrutado del ciclo Música del Mar
Búscate en el concierto de Marc Anthony en Cádiz
Las mejores imágenes del concierto de Marc Anthony en Cádiz
Han sido muchos los motivos para afirmar que el concierto que Marc Anthony se ha marcado este noche de viernes en el ciclo Música del Mar de Cádiz, como dice uno de los muchos éxitos de esta estrella internacional, valió la pena.
Valió la pena por los “¡mi gente!”, por los “¡epa!”, por “¡cómo dice el coro!”. Valió la pena por asistir en primera persona a cómo un cuerpo se convierte en canal encarnado de la música misma. Valió la pena por los metales y el tumbao. Por la rumba y la fiesta. Por el orgullo de la comunidad latina que saca a ondear sus banderas. Valió la pena por ver cómo la cadera vence a la pantalla, por cómo hasta los dispositivos móviles se tienen que batir en retirada ante la llamada de lo primitivo, y lo salvaje. Y no, no es que las miles de personas que ayer quisieron compartir un momento de comunión con el rey de la salsa contemporánea se negaran a inmortalizar los momentos más señalados del show Marc Anthony en vivo, no, pero, en no pocos momentos, como decimos, el baile –el inicio, si acaso, de la comunicación humana– provocó casi bajadas generales de pantallas en el Muelle Reina Victoria, al ladito de la mar, donde todo es imprevisible, donde ocurren las cosas, donde nació la vida misma.
Valió la pena sí, aunque hubiera pasajes en los que la voz se roza más de lo habitual; o en los que el gusto se diluya en un excesivo alargamiento de las últimas letras de los versos; valió la pena aunque el tiempo haya pasado –como pasa por todo y por todos– por la garganta portentosa del boricua, que se exalta en ocasiones sin templar la medida; valió la pena aunque se sirviera de recursos de todo buen veterano (ese micro que busca la complicidad y el apoyo del público) o que en el hilo temporal que iba entre canción y canción entraran el tendido de dos lavadoras de domingo.
Pero, oiga, nos reafirmamos sin ojana y sin compromisos, valió la pena. Valió la pena porque el neoyorkino se entregó sin reservas, porque lleva en las venas el son de Puerto Rico, por su eco inconfundible que parte en dos como el rugido de la bomba de la tierra, un eco que dice Pa´lla voy, el tema que Marco Antonio Muñiz Rivera ha escogido para abrir cada cita con su público.
Valió la pena porque pa´lla (pa´ca, pa Cádiz, pa Cadi) que vino para hacer alarde de carisma, de baile, de energía y de cante. Valió la pena por escucharlo cantar y contar, como sólo él cuenta la salsa, himnos intergeneracionales –Y hubo alguien, Hasta ayer, Flor pálida, Volando entre tus brazos, Hasta que te conocí, Qué precio tiene el cielo...– y la delicada versión de Y quién es él de José Luis Perales.
Valió la pena por el solo de eléctrica de Mario Guini –dos décadas acompañando a la estrella– que, como viene haciendo en estos conciertos, hasta se pase la guitarra por detrás de la cabeza en el canto de cisne de su momento. Valió la pena por el resto del plantel de músicos que derrocharon armonía, compás y complicidad.
Valió la pena por tener a Marc Anthony, el gran Marc Anthony, en el puerto que durante siglos ha puesto en conexión tantas músicas, ideas, personas entre su continente y nuestro continente.
Valió la pena por los bises –Tu amor me hace bien y Vivir mi vida– y por los besos –los que lanzaba al respetable que hacía patente su devoción. Valió la pena. Bailarlo, cantarlo y gozarlo.
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