Jorge Molist presenta en Cádiz 'El Español': "Somos los mismos personajes en escenarios distintos"
El escritor catalán pone de largo su última obra en uno de los lugares que aparecen en la novela, el Arsenal de La Carraca de San Fernando
Arsenal de La Carraca, 300 años de historia

Cádiz/Pocas semejanzas guarda la base militar de La Carraca que nos abre sus puertas hoy con la isla de barro a la que fue a parar Lorenzo. El penal de las Cuatro Torres, donde dormía el reo condenado a trabajos forzosos durante 8 años por su supuesta implicación en el motín de Esquilache, quizás sí mantiene su apariencia aunque no su vocación (Navantia es la que custodia el histórico edificio en virtud de un convenio con la Armada saudí). Y es que ahora, aunque no se lo crean, el globo terráqueo es más pequeño que en el siglo XVIII, cuando atravesar los mares era cuestión de meses, cuando las condiciones adversas hacían del mundo un mundo para una corta vida, cuando hombres como el padre de la protagonista de la última novela de Jorge Molist llegaban de manos atadas a San Fernando para bombear el agua necesaria en la construcción de esta estación naval gaditana. Pero, no se engañen, aunque el mundo sea otro, las pasiones, miserias y temores de los hombres y mujeres de un convulso siglo XVIII, quizás, no distan tanto de los impulsos que forjan el carácter de los hombres y mujeres del siglo XXI. “Somos los mismos personajes en escenarios distintos”, acuerda con su sonrisa franca el autor de El Español.
Una novela histórica que es un viaje – “una especie de road book en el siglo XVIII”, que diría uno de sus editores, el también escritor Toni Hill– que ha “sorprendido y fascinado” hasta al propio literato cuando se embarcó en la aventura de escribir un libro que rescata “del olvido” a “un personaje extraordinario”. Jorge Ferragut, “el único español que ha luchado bajo la bandera norteamericana en la guerra de la Independencia”, que terminó siendo “comandante de caballería” y que es, sin duda, “el héroe más desconocido en España y en Estados Unidos”, explica el escritor catalán, todavía sin saber que los días de asombro que le ha deparado El Español no han terminado...
“¡No puede ser!” En la misma puesta de largo de la novela en las gaditanas instalaciones de la Armada Española, el guía asignado para acompañar a escritor y comitiva por uno de los escenarios donde se desarrolla El Español se descubre como el capitán de corbeta Jesús Sánchez-Ferragut. Un encuentro digno de un enredo de Clio. Ni autor, ni militar, estaban al tanto de la feliz coincidencia. Molist está pletórico por tener delante a un descendiente de una de las ramas de su protagonista; el capitán, que no es ajeno a la historia de su apellido gracias a la trascendencia histórica de David Farragut, primer almirante de la historia de la Armada de los Estados Unidos y, a la postre, hijo del menorquín Jorge Ferragut, celebra el encuentro. Por supuesto, Jorge Molist le obsequia con un ejemplar de El Español. “Espero que lo disfrute”. No, no estamos en el mismo mundo que en el siglo XVIII, pero somos los mismos. Y, no, la realidad no es una novela, pero a veces se le parece tanto...

De David Farragut, de sus heroicidades, de las calles y estaciones de metro con su nombre, de hasta un sello postal en España y de cómo el Ferragut del padre se convierte en el Farragut del hijo conversa el catalán que debutó hace un cuarto de siglo en la literatura con Los muros de Jericó, para firmar posteriormente, entre otras, novelas históricas tan reconocidas como El anillo, La reina oculta–Premio Alfonso X– Canción de sangre y oro –Premio Fernando Lara– y El latido del mar, la obra que antecede a El Español.
Habla, pero no lo escribe en su última creación donde, en un acto de justicia poética, el protagonismo lo tiene el padre, transmutado de Jorge a Jaime, Jaime Ferragut. “Sí, le he cambiado el nombre porque aunque todo el recorrido que se cuenta es real, la trama amorosa es complementamente ficcionada”, aclara Molist que indaga en “los inicios de la carrera” de Ferragut y de su “gran aventura” que lo llevó de su Menorca original, a la batalla naval de Ceshme (Turquía), Barcelona, Madrid y Cádiz, desde donde “dio el salto al Caribe, Cuba, Jamaica, Veracruz, Nueva Orleans, San Agustín y finalmente Charlestown, donde ya alcanza el sobrenombre de el Español”, adelanta el autor de La reina sola.
Será en Madrid –aquí ya es donde el creador tiñe la historia de ficción– donde Ferragut conoce a Almudena, una mujer casada y perseguida por las deudas de su marido del que nada sabe desde que partió al otro lado del Atlántico. Una mujer valiente, pero profundamente marcada por la falta de su padre, Lorenzo, el personaje que el escritor sitúa en la construcción de La Carraca mientras cumple su condena por su participación en los eventos que tuvieron lugar en Madrid en marzo de 1766.
Las motivaciones del impresor Lorenzo –un oficio que no es desconocido a Jorge Molist, de hecho, su primer trabajo fue en una imprenta– para participar en el Motín de Esquilache dan inicio a la novela que bucea en este evento histórico que le sirve al escritor para dejar patente su “sorpresa” por el alcance “del poder real de la época”. “Sabía del despotismo ilustrado, pero no era consciente hasta que me puse a investigar para la novela de de los extremos al que llegaba”, se sincera Molist que dibuja con palabras una Barcelona amurallada hasta el alma –“murallas con fosos, barbacanas, escarpas.. con lo más moderno en cuestión de protección”–; un Madrid que tiene, donde en Barcelona hay fortalezas, “el Palacio del Buen Retiro, los Jardines de la Real Fábrica de Porcela, avenidas anchas y bellas, la construcción de la Puerta de Alcalá...”; y una La Habana de 80.000 habitantes (“Nueva York tenía 20.000”, recuerda) y cuyas calles “ya estaban asfaltadas y dotada ya de alumbrado público”.
Ciudades, todas, enmarcadas en el periódico situado “justo antes de que el Imperio Español alcanzara su máxima extensión en la Historia, gracias a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos”. Un contexto que le es útil a Molist para explorar temas tan diversos como la sombra alargada del poder real, la importancia de la religión, la esclavitud –“también la esclavitud de hombres blancos, que la había”–, la conformación de las algunas de las grandes ciudades del incipiente imperio y muchas de las anécdotas del discurrir de la vida de la sociedad española del siglo XVIII de uno y otro lado del Atlántico, amén de saldar la deuda de memoria histórica con la figura de Jorge Ferragut.

“Pero también, obviamente, es una novela que va de sentimientos. Es la historia de un amor prohibido, apasionado y muchas veces desesperado. También, cómo no, es la historia de una venganza. La venganza que hace al protagonista recorrer toda España para llegar a Cádiz e irse a América a buscar el motivo de su venganza y participar en la guerra contra los ingleses”, precisa Jorge Molist que también nos descubre una Menorca que en su novela ya lleva 60 años bajo dominio británico.
“Hablamos de un lugar y un momento, el de la Menorca colonial, donde sus gentes no sabían ya ni lo que eran. Pero Jaime decide ser español”, relata el autor de Tiempo de cenizas que saca a su personaje de la isla con 18 años para estudiar Navegación en Barcelona con el firme propósito de combatir a los británicos en el Caribe junto a las fuerzas de Carlos III “como venganza del daño que los ingleses le hicieron a su familia”, avanza.
Somos los mismos. “Al ser humano no nos ha dado tiempo para evolucionar y convertirnos en otra cosa. Tenemos los mismos deseos, las mismas pasiones, las mismas simpatías, los mismos odios...”–. Lo dice un hombre que ha estado en el siglo XIII, en el siglo XV, en el siglo XVIII y al que le gustaría avanzar en el tiempo para encontrar “una continuación digna a la novela de El Español” aunque confiesa que le está siendo “muy difícil”.
Jorge Molist se despide del capitán de corbeta Jesús Sánchez-Ferragut, que se va con la historia de Jaime (Jorge) Ferragut bajo el brazo. El sol de Cádiz se derrama por La Carraca, que hoy es otra, pero cuyos pilares siguen enclavados en aquel barro.
Jorge Molist también fue 'el español'
Cuando el escritor Jorge Molist (Barcelona, 1951) le dijo a un buen amigo suyo que iba a titular su próxima novela como El Español, su interlocutor intentó reconvenirle: “No puedes hacer eso en un país donde unos no quieren ser españoles, y otros quieren ser más españoles que todos los demás españoles juntos; eso es una provocación”. Fuera “provocación o no”, el autor de El anillo tenía muy claro que su último libro, donde ficciona sobre el militar y héroe olvidado Jorge Ferragut, no podía llevar ningún otro rótulo. Y es que Jorge Molist, en cierta manera, también fue el español.
“El 1 de enero de 1984 yo llegaba con mi familia a un lugar ahí en Ohio, en el norte de los Estados Unidos, llamado Cincinnati, donde estaba la sede central de la compañía para la que yo trabajaba –que no era otra que el gigante Paramount–, por lo que caí en un entorno totalmente anglo. La mayoría de mis colegas eran rubitos con ojos claros. No había ni negros ni había hispanos, así que yo pasé a ser el español, y muy orgulloso de serlo”, rememora el escritor que esta semana ha estado en Cádiz, en San Fernando, con motivo de la presentación nacional de esta novela histórica que tiene el Arsenal gaditano como uno de sus escenarios.
Pero más allá de la anécdota del sobrenombre, la estancia americana del autor catalán tiene mucho que ver con el nacimiento de su última obra. Allí está su simiente.
“Enseguida me interesé por la herencia nuestra en Estados Unidos, que es riquísima, y también por la cultura hispana en sus distintas facetas, hasta el punto que allí me convertí en el experto del mercado hispano en Estados Unidos”, recuerda Molist que durante unas vacaciones con su familia, donde se recorrió buena parte de la costa atlántica, paró en Pensacola para toparse con el busto de Bernardo de Gálvez enmarcado por la llamativa frase de Yo solo. No lo conocía y aprendió sobre él y, posiblemente, también “podría haber sido buen protagonista de esta historia”.
El gusto por la presencia española en la Guerra de la Independencia americana ya está sembrado, pero lo que terminó de regarlo fue el regalo de despedida con el que sus compañeros le obsequiaron cuando su empresa lo reclamó en España. Cuatro grandes libros sobre las cuatro grandes guerras que han tenido los Estados Unidos y que “hasta hace muy poco” no se atrevió a leer. Por supuesto, empezó por el de la Guerra de la Independencia, un tomo de “más de 400 páginas” donde no encontró “ni una sola mención a la participación española”. “Desde luego me molestó, me sentí hasta ofendido, cuando sin nosotros no hubieran podido ser nunca independientes”. Entonces, se despertó aquel orgullo de el español que llegó al continente americano en los años 80 y se decidió: “Yo tengo que escribir sobre eso, tengo que escribir un libro que reconozca la aportación de España a esa guerra”. El Español ya se disponía a escribir El Español.
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