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Arsenal de La Carraca, 300 años de historia

  • Un emblema de la Armada. Más de un millón de metros cuadrados llegó a ocupar este enclave militar, que empezó a construirse en 1717 en La Isla debido a su posición estratégica

Con la experiencia de la Guerra de Sucesión a sus espaldas, nada más asentarse en España Felipe V decidió iniciar una reforma general que afectó de manera especial a la Armada, que a su llegada a nuestro país encontró falta de organización y obsoleta en sus efectivos. Para llevar a cabo esta reforma, el rey confió en José Patiño, nieto de españoles asentados en Italia desde finales del siglo XVI, que fue nombrado Intendente General de la Armada (ministro) una vez terminada la guerra.

Visto el desastre de la Flota de Indias de 1702, que al no encontrar refugio en el norte peninsular hubo de buscarlo en el interior de la ría de Vigo para defenderse de una flota anglo-holandesa que finalmente terminó por hacerse con parte de su valioso cargamento, Patiño determinó en 1717 la construcción de un arsenal en Ferrol, el refuerzo del ya existente en Cartagena para dar batalla a los corsarios berberiscos, y el levantamiento de otro más en Cádiz, puerto de salida habitual de la Flota de Indias.

En Cádiz, el lugar elegido fue el conocido como La Carraca, donde por encima de las malas condiciones del terreno se ponderó su virtud estratégica. Precisamente porque la construcción se llevó a cabo sobre terrenos pantanosos las obras se alargaron considerablemente, y en 1752, cuando fueron inspeccionadas por Jorge Juan, ocupaban más de un millón de metros cuadrados, ganados al mar en su mayoría, y que quedaban aislados de tierra, siendo accesibles únicamente mediante barqueo. La instalación original estaba constituida por un conjunto de gradas, diques, almacenes, talleres de velas, motonería, arboladura y jarcia, y como edificios principales, la Iglesia el Hospitalillo, la residencia para mandos, cuarteles de marinería, el cementerio (que sigue prácticamente igual de desolado), el Parque de Artillería y el penal de las Cuatro Torres, una prisión ubicada en la isleta de Santa Lucía, inicialmente aislada del arsenal y a la que sólo podía accederse a través de un puente tendido sobre un caño que fue cegado con el tiempo para construir un helipuerto sobre su superficie. De entre sus reclusos, el más conocido fue Francisco de Miranda y Rodríguez, militar español nacido en Caracas al que se acusó de traición al rey, al participar en el proceso de emancipación de Venezuela. Miranda estuvo recluido en La Carraca desde 1814 hasta el 14 de julio de 1816, fecha en que falleció en su celda.

El Arsenal de la Carraca conoció su máximo esplendor durante el siglo XVIII y primeros años del XIX. En sus atarazanas se construyeron infinidad de navíos, fragatas y otros buques, siendo el navío Andalucía el primero en besar el mar desde su grada. En La Carraca se construyó también el Alsedo, primer buque de hierro español, y el conocido submarino de Isaac Peral, que además efectuó sus primeras pruebas en aguas del caño en el propio arsenal y que a pesar de haber resultado completamente exitosas y de tratarse de un ingenio que hubiera devuelto a la Armada a la vanguardia de las principales Marinas de Guerra, no tuvieron el premio que merecían.

Al terminar la Guerra Civil se rescindió el contrato que la Marina tenía con la Sociedad Española de Construcción Naval, pasando a hacerse cargo del Arsenal en su faceta relativa a la construcción el llamado Consejo Ordenador de Construcciones Navales Militares, que en 1947 pasó a depender del Instituto Nacional de Industria con el nombre de Empresa Nacional Bazán. En la construcción naval pueden, pues, contemplarse tres etapas: la primera, desde 1730 a 1849, con la construcción de 37 buques de vela (ocho navíos, 20 fragatas, una corbeta, tres urcas, cuatro bergantines y una goleta), en la segunda, entre 1850 y 1900, se botaron 35 buques de vapor (siete cruceros, cinco fragatas, una corbeta, nueve goletas, cuatro vapores de ruedas, seis cañoneros, dos contratorpedos y un submarino) y en la tercera, que abarca desde 1947 hasta nuestros días, la antigua Bazán, luego Izar y hoy Navantia, lleva construidos más de 200 buques de guerra y mercantes para España y otros clientes extranjeros.

En su faceta como base naval, La Carraca constituyó en su tiempo un magnífico apostadero, aunque debido a la irregularidad de sus fondos no siempre podía albergar unidades de demasiado calado. Con el paso de los años y la evolución de las armas se convirtió en una ratonera excesivamente vulnerable desde el punto de vista estratégico, y la construcción en Cádiz del puente Carranza en 1967 terminó por decidir a la Armada a alejar de allí las unidades mayores, pues la proliferación de vehículos que utilizaban el puente diariamente y la necesidad de abrir sus hojas para el paso de este tipo de buques causaba graves trastornos a la ciudad. Hoy prácticamente la única unidad de cierto porte que mantiene su base habitual en La Carraca, donde acude anualmente a reparar y preparar el siguiente viaje de instrucción, es el buque escuela Juan Sebastián Elcano.

En La Carraca tiene lugar todos los años una ceremonia conocida como 'la bendición del mar', tradición que arrancó en 1755 y a través de la cual los cañaíllas instrumentalizaron el agradecimiento a la Virgen del Carmen por no haber sufrido daños con ocasión del maremoto que asoló el litoral de la provincia el 1 de noviembre de ese año, una costumbre que se ha venido repitiendo ininterrumpidamente hasta nuestros días.

Otra curiosidad de La Carraca son los efectos que producen en sus aguas las llamadas 'mareas vivas', que son aquellas de altura extraordinaria que se dan cuando en condiciones de luna llena o nueva, el sol se alinea con nuestro satélite de forma que suman su fuerza de atracción sobre la superficie de la tierra y más concretamente sobre la mar. En esas condiciones, y debido a que La Carraca se alza sobre terrenos robados en su mayor parte al mar, este parece recordarlo en tales ocasiones creciendo en altura hasta inundar las instalaciones del arsenal como si quisiera recuperar lo que un día fue suyo.

Felicidades, pues, a La Carraca, en su 300 cumpleaños y también al puente Carranza, que cada día se aproxima más a la cincuentena.

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