"Fue muy duro enfrentarse a los trabajadores en las huelgas"

Antonio Peinado Martínez. Presidente de la AVV Segunda Aguada

Policía Nacional jubilado, se confiesa un "picaíto" del Carnaval. Dice que su afición le viene por haber nacido en un barrio tan céntrico como el de San Juan.

Antonio Peinado.
Antonio Peinado. / Joaquín Pino
Pilar Hernández Mateo

26 de junio 2016 - 06:56

Antonio Peinado se confiesa un "picaíto" del Carnaval. Dice que su afición le viene por haber nacido en un barrio tan céntrico como el de San Juan. En su casa de Puerto Chico, había "un lavaero" en el que ensayaban agrupaciones de Carnaval, principalmente las de Agustín 'El Chimenea'. Cuenta que "siendo un chiquillo me gustaba escucharlas. Escuchaba muy atentamente las letras, las músicas, las afinaciones...", pero nunca formó parte de ninguna. Su forma de participar fue presentando ponencias en congresos de Carnaval y escribiendo libros. Con uno de ellos, asegura haber demostrado el dicho de que "Cádiz tiene una historia cantada a través de las coplas de Carnaval".

Respecto a su trabajo como Policía Nacional, uno de sus primeros destinos fue en el norte de España. Entre sus cometidos estaba custodiar los féretros de sus compañeros asesinados por ETA. Relata que en un traslado de tres féretros hasta el cementerio, unas mujeres, familiares de un Guardia Civil joven asesinado, se le quedaron mirando fijamente. "No sé si es que me parecía a uno de ellos, pero aquello me marcó".

NACIÓ en Puerto Chico pero es vecino de Segunda Aguada desde hace más de 40 años. Acaba de jubilarse como Policía Nacional y ya puede dedicarle más tiempo al que es ahora su barrio, por el que lleva años luchando desde la asociación de vecinos.

-¿Dónde estudió usted?

-Yo Estudié en el colegio de La Salle-Viña y también estuve en academias particulares, que entonces había muchas en Cádiz, y en los Salesianos. Allí empecé el Bachiller y luego, cuando abrieron la Escuela de Formación Profesional de San Severiano, dejé el Bachiller y aprendí el oficio de tornero, pero nunca ejercí. Hice la mili de voluntario y después estuve dos años de montador de ascensores. Luego me preparé para entrar en la Policía Armada, como se llamaba entonces, para buscar un porvenir mejor.

-Entonces, lo de ser policía no fue vocacional.

-No fue vocacional como puede serlo hoy en día, porque el conocimiento que había entonces de la Policía Armada era mínimo. Cuando yo entré, a mí realmente no me gustaba lo que veía. Era una Policía muy de interiores, de realizar servicios de custodia de edificios; no era una Policía como es hoy, más entregada al pueblo, de más servicio hacia el ciudadano, sino todo lo contrario. Entonces, no me gustaba mucho. Era un medio de vida. Pero con el tiempo y con los cambios que se fueron sucediendo a lo largo de los años... Ya con la democracia pasé de esa custodia de edificios a las patrullas de barrio a pie. Luego pasé al servicio del 091 con aquellas célebres lecheras, como eran conocidos los coches 131 Supermirafiori. Y luego, en lo que he estado más tiempo, más 15 años, es en la Policía Judicial, en grupos de investigación. Estos últimos cinco años, desde que cumplí los 60 hasta los 65, como por la ley de segunda actividad no podía realizar servicios de calle, me destinaron a la oficina del DNI de Cádiz.

-¿Cuáles han sido las situaciones más duras que ha vivido en las calles de Cádiz?

-Lo más duro y lo más difícil fue la huelga de pescadores y la huelga de Astilleros. Porque nos enfrentábamos trabajadores con trabajadores y éramos conscientes, por lo menos yo era muy consciente, de que estábamos enfrentándonos a padres de familia que apostaban por sus puestos de trabajo. Entonces, era bastante duro. Me sentía un tanto como una pieza de ajedrez, estaba allí por circunstancias y ellos estaban allí defendiendo lo suyo, y nosotros sufriéndolo. Luego sufría por los comentarios que se hacían en la calle, cosas que decían que habían sucedido y que habíamos hecho pero no las habíamos hecho, y todo esto sí que dolía bastante. Por lo menos a mí.

-Usted formó parte del SUP en sus inicios, ¿no?

-Tuve la suerte de que mis compañeros me hicieran partícipes del nacimiento del Sindicato Unificado de Policía. Ya estaba funcionando cuando a mí me tocaron, y entonces fue cuando conocí a Emilio López -periodista de Diario de Cádiz-. La primera misión que me dieron, sin yo conocer ni siquiera cuál era el comité o los compañeros que funcionaban, fue buscar a Emilio López y llevarlo al sitio de reunión. La misión era recogerlo, darle una vuelta por Cádiz, porque siempre pensábamos que podía haber alguien siguiéndonos, y había también un compañero que estaba de contravigilancia, mirando si alguien nos seguía; luego lo dejaba donde me habían indicado y los compañeros se entrevistaban con él, pero yo me iba. Cuando ya se legalizó el sindicato, fui más activo. Durante cuatro años tuve una secretaría a nivel local y provincial, donde seguía manteniendo la relación con Emilio López, porque me dedicaba a prensa y asuntos sociales.

-Siempre le ha preocupado ayudar a los demás.

-Siempre que entro en un sitio de estos lo pienso bastante, pero al final, cuando decido meterme, me implico de tal modo que cada vez me voy llenando más de responsabilidad. Me ha pasado en el sindicato que cuando había una vocalía abierta, yo intentaba cubrirla. Y luego, ya cuando terminé la cuestión sindical pasé con mi tío Manolo Peinado, artesano del Carnaval, a crear una asociación de artesanos porque estábamos viendo que la artesanía en Cádiz se estaba en cierto modo perdiendo. Entonces, intentamos impulsar la labor de los artesanos y creamos la asociación ASACAR, que era la Asociación Provincial de Artesanos del Carnaval. La verdad es que se trabajaba muy a gusto, mi tío es una persona muy animosa y muy activa. Entonces, te arrastraba. En ASACAR me llevé 15 años y en ese tiempo, cambiamos los estatutos para crear ASACA, la Asociación de Artesanos de Cádiz. De ese modo, le dábamos participación a todos los artesanos que había en Cádiz, y luego, a la vista de que aquello no funcionó, creamos ARTECAR, la Asociación de Artesanos del Carnaval, que está funcionando hasta ahora.

-Su preocupación por los demás le ha llevado a defender las necesidades de sus vecinos, siendo uno de fundadores de Asociación de Vecinos Segunda Aguada.

-Después de Artecar, estuve cuatro años sin hacer nada, me dediqué a escribir e hice tres libros de Carnaval. Luego, en uno de los cortes de carreteras que hicimos para protestar por el paso de camiones, vimos que no estábamos representados y creímos la necesidad de crear una asociación de vecinos. Empezamos a trabajar sobre ello y en octubre 2017 será el décimo aniversario de la creación de esta asociación.

-Al andar con usted por la calle, se ve que es un enamorado de su barrio.

-Bueno, cuando ya estás en la asociación y estás comprometido, te crees lo que estás haciendo y además lo aprecias mucho más y lo quieres mucho más. En un principio, cuando creamos la asociación y nos reunimos por primera vez, vimos la necesidad no sólo de protestar por el paso de camiones y unas obras de reforma que se estaban haciendo en Segunda Aguada prácticamente sin representación vecinal. Entonces, vimos la necesidad de crear un plan estratégico para el barrio y poner sobre la mesa qué tipo de barrio queríamos. A raíz de eso, hemos estado desarrollando todos los planteamientos que hicimos y el Ayuntamiento los ha cumplido en buena parte.

-Uno de los objetivos que se ha propuesto es poner en valor el patrimonio del barrio y fomentar la cultura entre los vecinos.

-Hemos querido poner en valor y dar a conocer a los vecinos y los ciudadanos en general el patrimonio que tiene el barrio, como la Batería de Segunda Aguada. Cuando aparecieron los sillares del antiguo Real Hospital Segunda Aguada, logramos salvarlos y el Ayuntamiento nos ha dicho que posiblemente en otoño estén expuestos en una zona ajardinada. Hemos dado nombre a la plaza Real Hospital Segunda Aguada, conseguimos los cañones para que cumplieran una función decorativa y últimamente hemos puesto placas conmemorativas en la batería y en la plaza Real Hospital Segunda Aguada, además de un panel informativo que puso el Ayuntamiento sobre las bodegas, la necrópolis romana que apareció aquí en el año 2014 y también sobre el Real Hospital. Con eso cumplimos nuestras expectativas sobre el patrimonio en el barrio. En cuestiones de cultura, al principio nos costó muchísimo trabajo sacar el proyecto adelante, pero la constancia del trabajo de la junta directiva ha conseguido que sea ya algo tradicional. Hoy en día, gracias a Dios, viene gente de todas las zonas de Cádiz a los actos. Porque en verdad, en extramuros no existe ningún centro que organice conferencias, música clásica y estas cuestiones que aquí se organizan. De este modo, nos hemos convertido en epicentro de la cultura en extramuros.

-¿Cómo ve ahora el movimiento vecinal?

-Lo veo muy activado. Los últimos acontecimientos que han sucedido con el Ayuntamiento y la federación han hecho que se involucren más asociaciones. Se ve a la gente más conectada, más implicada, y esperemos que el movimiento vecinal pueda ejercer por el bien de los ciudadanos de Cádiz y también del Ayuntamiento, porque nos sentimos como cordón umbilical entre ciudadano y Ayuntamiento, y queremos que el trabajo sea fructífero.

-¿Qué puede contarnos del edificio de la Policía Nacional?

-Yo entré hace cuestión de un mes y me dio miedo. Con esto de que mi destino lo tenía fuera de las dependencias de la comisaría, cuando fui allí a despedirme de mis compañeros de grupo, me encontré con una comisaría deplorable, con las paredes todas sin azulejos, sin pintura, con los bajantes fuera, todo lleno de puntales, y de verdad que me entró bastante preocupación por ellos. Presentaba una imagen ruinosa la comisaría por dentro.

-Ahora que acaba de jubilarse, ¿a qué se va a dedicar?

-Bueno, si antes de jubilarme he estado trabajando en la asociación, ahora continúo con una mayor ilusión. Soy una persona que tengo muchas ideas, creo que puedo hacer algo por los demás y mientras mantenga el apoyo de mis compañeros de junta, pues por supuesto seguiré tirando para delante, haciendo cosas y trabajando por el barrio, por ese barrio que yo creo que debe existir. Lo que sí es verdad es que no es cuestión ni de una persona ni de una junta directiva, porque un barrio lo hacemos todos. Hay, como dice un compañero mío, mucho troglodita todavía, gente que no se mentaliza de que tiene que convivir con los demás, que hay que mantener su barrio limpio, que entre todos hay que ofrecer unas garantías de tranquilidad, de descanso... Entonces, el barrio será lo que sus vecinos quieren que sea.

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