La difícil supervivencia de la fiesta de los juanillos en Cádiz

La escasa participación, con apenas tres instalaciones en la ciudad, y la apuesta municipal más próxima a las fallas valencianas marcan la edición 2025 de esta fiesta popular

Quema del juanillo de los patios de La Tacita, el primero que ardía esta víspera de San Juan.
Quema del juanillo de los patios de La Tacita, el primero que ardía esta víspera de San Juan. / Lourdes de Vicente

Hubo un tiempo en el que la víspera de San Juan, la tarde–noche del 23 de junio, era un día especial en Cádiz. Una de esas fiestas, como los Tosantos, donde el ingenio y el arte más artesanal y efímero se daban la mano para regalar una divertida tarde a los más pequeños que junto a sus familias recorrían la ciudad en busca de esas simpáticas construcciones que terminaban ardiendo en cuestión de minutos. Ese tiempo parece haber pasado, a juzgar por la celebración a la que estaba llamada a asistir este lunes la ciudad, 24 horas después de que otra tradición –en este caso el Corpus– demostrara un bajo momento de forma que muchos ven ya irrecuperable.

Los juanillos es una fiesta en decadencia. Objetivamente en decadencia, como reflejan los apenas tres elementos que fueron construidos en una ciudad que años atrás superaba la decena de juanillos y que en 2024, para no ir más lejos, quemó media docena de recreaciones. Todo ello después de que durante la misma mañana del lunes se anunciara la baja de un cuarto juanillo que iban a preparar los vecinos de Loreto pero que fue suspendido por el fallecimiento de uno de los organizadores.

Los juanillos creados por entidades gaditanas se localizaban en los patios de La Tacita –único representante de la zona de extramuros– y en las céntricas plazas de Manolo Santander y de España. A ellos se sumaba la apuesta municipal de este año: un gran juanillo instalado en el centro de la plaza de San Antonio que ciertamente tenía más apariencia de falla valenciana que de los ingredientes propios de la fiesta gaditana.

El juanillo contratado por el Ayuntamiento de Cádiz y dispuesto en la plaza de San Antonio.
El juanillo contratado por el Ayuntamiento de Cádiz y dispuesto en la plaza de San Antonio. / Lourdes de Vicente

De esto último se desprenden las visiones subjetivas de esa decadencia. ¿Necesita la ciudad perder la esencia de los juanillos para intentar mantener el pulso de esa noche del 23 de junio? ¿Debe suplirse la casera fabricación gaditana por los artísticos elementos que ya se vieron el año pasado (en la Catedral) y que se quemó anoche en San Antonio?

La supervivencia de esta curiosa convocatoria festiva seguirá estando en el ingenio para representar la crítica ante cualquier suceso de actualidad o cuestión que preocupe a la ciudadanía. Eso lo mantienen en la asociación de vecinos Tacita de Plata, donde este año mezclaron el problema que recientemente salía a la luz de las gaviotas que revolotean y roban pescado en el interior del Mercado Central con el presidente del Gobierno (llamativamente ausente en el Circo de los Políticos de la plaza de San Antonio) y con el alcalde de la ciudad. O en la asociación del barrio de San Carlos, donde la turistificación centraba la crítica instalación que también hacía referencias a la próxima edición del Cádiz Romana. Menos trabajado aparecía el juanillo de la Viña, con Trump como protagonista.

Las llamas fueron acabando con uno y otro juanillo, dando así por finalizada una edición de 2025 venida a menos en número y que pone en jaque esta fiesta sostenida por apenas tres exponentes y un cuarto que tenía poco de lo que hasta hace no mucho era un juanillo.

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