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El comercio tradicional
  • Casa Joaquín supera ya los 82 años de vida

  • El fundador, cántabro de procedencia, convirtió el local en el centro del barrio de San Severiano

El comercio en Cádiz: la tienda más antigua de Puerta Tierra

David Gutiérrez en el mostrador de Casa Joaquín. David Gutiérrez en el mostrador de Casa Joaquín.

David Gutiérrez en el mostrador de Casa Joaquín. / Julio González

Hay una peculiaridad en el comercio gaditano. Durante décadas, y más de un siglo, ha sido uno de los grandes referentes de nuestra economía. Cuando Cádiz era la capital del comercio tradicional no sólo para su provincia sino también para muchos puntos de Andalucía.

Moda, zapaterías, librerías, hogar, pastelerías.... En el Cádiz de buena parte del XIX y hasta bien entrado el siglo XX la influencia de nuestras tiendas superaba el límite de Cortadura y eran sinónimos de calidad.

La fortaleza de este sector sin embargo no ha ido acompañada de una continuidad en el tiempo de las marcas de referencia. Una tras otra han ido cayendo hasta el punto que hoy es difícil encontrar en la ciudad comercios que superen los cien años de existencia, en su mayoría limitados a farmacias y algún ejemplo de los viejos ultramarinos.

El casco antiguo de Cádiz, más allá de su fortaleza tradicional, adolece ya de estas marcas que le dieron prestigio durante décadas. Han sido sustituidas por otras, con otras formas de venta, con otros diseños, con otros contenidos. Pero no es lo mismo pasear y ver escaparates con historia, como aún ocurre en Sevilla, en Córdoba, en Madrid, en Barcelona, que encontrarse uno tras otros con comercios de moderno diseño exterior.

Las crisis económicas que ha sufrido Cádiz, a veces con más dureza que otras capitales, y el agotamiento de generaciones de comerciantes han sido también elementos que han impedido la supervivencia de esta parte de nuestra historia.

Con este panorama, encontrar un comercio con 82 años a sus espaldas es un excelente noticia. Y más cuando éste se ubica en Puerta Tierra, cuya expansión, no olvidemos, se produjo sobre todo desde finales de los años 40 del pasado siglo.

Los fundadores del establecimiento. Los fundadores del establecimiento.

Los fundadores del establecimiento. / Reproducción Julio González

82 son los años que ya acumula Casa Joaquín, un almacén-estanco de toda la vida. Con esta edad es sin duda el comercio más antiguo de todo extramuros, tras ir cerrando tiendas también veteranas que subsistían en San José y Puntales, los barrios ya veteranos en la zona moderna de la capital.

Casa Joaquín, que nació con el nombre de La Esperanza, abrió en 1940 en un chalé ubicado en la calle Santa María de la Cabeza, donde aún permanece. Es, también, uno de las escasas edificaciones que siguen en pie al no verse afectada por la Explosión de 1947, producida a escasos metros de esta vía. Explosión que apenas provocó daños en el establecimiento, más allá de algunas botellas rotas al caerse por el efecto de la onda expansiva.

Como no podía ser de otra forma fue un cántabro el que puso en marcha el negocio, sin duda también uno de los últimos jándalos en llegar a Cádiz, un viaje más habitual en la segunda semana del siglo XIX y los primeros años del XX.

Joaquín Gutiérrez Diego llegó a Cádiz reclamado por una hermana que ya tenía una tienda de alimentación en la calle Rosario. Él, en ese momento, estaba en Cuba y no dudo en cruzar el Atántico e iniciar una nueva vida en el sur.

María Serván, atendiendo en el establecimiento. María Serván, atendiendo en el establecimiento.

María Serván, atendiendo en el establecimiento. / Reproducción Julio González

El industrial cántabro se casó con María Serván, natural de Vejer donde trabajaba como institutriz. "Los dos compraron el chalé que estaba recién construido y pusieron en marcha el almacén. Era ella la verdadera empresaria hasta el punto que consiguió la licencia como expendiduría de tabaco para el local. Antes, en el patio, metía los fardos de tabaco y hacía cuarterones para venderlos", relata David, nieto de los fundadores y desde hace unos años al frente del negocio.

Su padre, también llamado Joaquín, se pondrá al frente del establecimiento apenas con 18 años, al quedarse huérfano, por lo que tuvo que dejar los estudios de Mercantil. Con el tiempo la que será su esposa, Dolores, seguirá la línea marcada por María Serván controlando ella misma el negocio. "Mi madre abría la tienda, lo ponía todo en marcha y a las diez o a las once bajaba ya mi padre, que estaba todo el día".

Clientes habituales junto a Joaquín Gutiérrez (hijo) en la izquierda de la imagen. Clientes habituales junto a Joaquín Gutiérrez (hijo) en la izquierda de la imagen.

Clientes habituales junto a Joaquín Gutiérrez (hijo) en la izquierda de la imagen. / Reproducción Julio González

Hasta bien entrada la década de los sesenta, Santa María de la Cabeza era una calle ocupada por pequeños chalés y solares vacíos. Será desde el primer momento cuando La Esperanza, y después ya Casa Joaquín, se convierta en el epicentro de todo el barrio.

Lugar de reuniones, de compras, pero también de charlas. Punto de encuentro en el que tomar una copa de vino de Chiclana era simplemente una excusa, y la compra de algún producto en el almacén muchas veces se alargaba por la conversación.

Viejos teléfonos y pesas que aún se guardan. Viejos teléfonos y pesas que aún se guardan.

Viejos teléfonos y pesas que aún se guardan. / Julio González

David guarda una parte muy importante de la maquinaria utilizada durante décadas en la tienda de sus abuelos y de sus padres. Radios antiguas, los históricos teléfonos de pared, varios modelos de peso, el molino para el café que después se vendía al peso, al igual que la máquina que dispensaba los litros de aceite en garrafas o botellas, así como dos pequeños toneles de vino aún hoy en uso, además de una amplia colección de fotos de distintas épocas del establecimiento.

Nacido en 1940, el almacén de la calle Santa María de la Cabeza atendía a una variopinta clientela entre la que también habían muchas familias con recursos limitados. Siempre, primero los fundadores y después Joaquín y Dolores, no dudaban en fiarles lo comprado, y siempre acaba pagándose con el agradecimiento del beneficiado por este apoyo.

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