Hermelo Valentín Escribano heredó una insuficiencia renal de la que no tuvo noticias hasta los 45 años. Un día sin embargo tomó conciencia de que su vida iba a dar un giro brusco y que uno de los bienes más preciados de cualquier ser humano, la libertad, estaría condicionada por horas de atadura a una máquina de diálisis. Tres años duró ese calvario asumido con valentía y entereza, con resiganción y filosofía. Durante ese tiempo hubieron tres llamadas que alumbraron la esperanza, aunque sólo la última se concretó en un trasplante renal que le devolvió a la normalidad. De eso hace ya cuatro años, aunque ayer, mientras informaba a los ciudadanos en el Puerta del Mar de la importancia de hacerse donantes de órganos, relataba su vivencia como si hubiera sido la pasada semana. "Yo me tomé bien la diálisis, en el sentido de que no tuve ansiedad por hallar una donación con urgencia. La diálisis es una guerra física y sicológica que te puede hacer polvo porque atenta contra la libertad de la persona. Estás encadenado". Son cuatro horas conectado a ese riñón artificial durante tres días a la semana que le provocó esa afección heredada. Uno de sus hermanos también está trasplantado y ya han detectado el problema. "Ahora nuestros hijos se hacen las pruebas y también nuestros nietos. Con las nuevas técnicas de selección genética podemos actuar, aunque en nuestro caso ni supimos que teníamos esa patología hasta que dio la cara".

Junto a Ermelo se encontraban ayer Auxi Moreno, presidenta de Alcer Cádiz (Asociación para la Lucha contra las enfermedades renales), y Ricardo Muñoz, presidente de AETHEC (Asociación de Trasplantados Hepáticos). Ambos destacaron los buenos números que sigue arrojando España a la hora de realizar donaciones pero indicaron que sigue siendo "insuficiente" porque sólo en Andalucía "hay 900 personas a la espera de recibir un órgano".

La disminución de los accidentes de tráfico ha provocado que los pacientes jóvenes tengan más dificultades para encontrar un órgano que les sirva, por eso, sobre todo en el caso de los trasplantes renales, se está apostando más por donaciones entre vivos. También se ha realizado alguna vez lo que se denomina una cadena solidaria de donaciones, en la que una persona dona un riñón de manera altruista, con la única condición de que un familiar de quien lo reciba done otro, y así sucesivamente. En Barcelona se realizaron así seguidamente cuatro trasplantes. En el caso del trasplante hepático también se puede hacer entre vivos, aunque el riesgo para el donante es mayor "y por eso se hace menos, sólo en casos para niños pequeños en los que la donante suele ser la madre".

La historia de Manolo Cornejo, más conocido en la ciudad como Manolo El Sub'20 también tiene final feliz. Hace 15 meses Manolo recibió un hígado en Córdoba y su recuperación resultó espectacular desde el primer momento. "Tanto es así -recuerda- que a los tres días del trasplante me trajeron una tele para ver un partido de fútbol y como no funcionaba la antena me levanté con los goteros y todo, pelé el cable y vi el partido". Ahora Manolo, al igual que sus compañeros sigue con controles periódicos en Córdoba, controles que en un futuro próximo podrían trasladarse al Puerta del Mar y ser realizados por el doctor Naranjo. "Tomo cuatro pastillas al día, camino una hora y media todos los días y sigo una dieta sana, y la verdad es que me encuentro estupendo". Su buen aspecto al menos así lo atestigua.

La historia de Joaquín Navarro Gutiérrez podría ser definida como la de un superviviente. Este encofrador gaditano, a sus 70 años, aún recuerda que durante la construcción del Puerta del Mar cayó al vacío desde una séptima plaza pero sobrevivió. Hace nueve años le fueron trasplantados en una misma operación el hídgado y un riñón, y recientemente ha superado dos cánceres. "Ahora sólo me duelen un poco las piernas", dice con la mirada resuelta de quien ha hablado de tu a tu varias veces con la muerte y aún puede contarlo.