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Jornadas de Zona Franca y Diario de Cádiz

El brillante ejemplo de la transformación de Bilbao en una ciudad posindustrial

Ibon Areso mustra una foto de Bilbao antes de la transformación.

Ibon Areso mustra una foto de Bilbao antes de la transformación. / Lourdes de Vicente

La segunda de las mesas del debate organizado por la Zona Franca y Diario de Cádiz llevaba por título ‘La arquitectura milagrosa’ y en la misma participaron Ibon Areso, arquitecto, ex concejal de Urbanismo y alcalde durante un año y medio de Bilbao y uno de los padres de la transformación de esta ciudad; y Llátzer Moix, periodista, subdirector de La Vanguardia y crítico de arquitectura.

La intervención de Ibon Areso causó un enorme impacto entre los asistentes porque pudieron ver claramente el antes y después de una ciudad que en las dos últimas décadas se ha transformado totalmente, siendo uno de los grandes referentes en España.

Areso recordó que Bilbao era una ciudad industrial con un enorme peso siderúrgico pero que en los años 70 y 80 entró en una crisis profunda que tuvo una gran incidencia en lo social y en lo urbano: “El paro llegó a una cifra del 25%, hubo tasas migratorias negativas y una situación medioambiental muy desfavorable”. Todo ello trajo pobreza y un gran problema con las drogas.

Ante ello, Areso señaló que había que reaccionar: “La mayoría de las ciudades ponen el acento en la sostenibilidad y el medio ambiente pero ese no era nuestro objetivo, sino el empleo. Primero que la gente tenga comida y empleo. Primero comer y luego filosofar”. En este sentido, “si nuestro objetivo es generar empleo, planificamos qué teníamos que hacer” en un entorno de una ciudad muy deteriorada a consecuencia de ese pasado industrial. En ese sentido, dijo que había que dar el salto a un Bilbao posindustrial.

Toda esa estrategia se basó en cuatro pilares: la movilidad interna del área metropolitana y la conectividad al exterior. En segundo lugar, la transformación medioambiental y urbana, es decir, “mejorar el aire, el agua de la ría, más parques y jardines y una ciudad más bonita y amable”. Otro pilar fue la inversión en recursos humanos y la transformación tecnológica: “Las ciudades ricas no son las que tienen los mejores recursos naturales sino la que tiene a la gente mejor preparada. El mundo que viene es el mundo del saber”.

El cuarto es el impulso de la cultura “porque no sólo es el mejor termómetro de la vitalidad de una ciudad, sino que es uno de los elementos que mejora el atractivo de la ciudad con respecto al exterior y también genera actividad económica y empleo”.

Y con esos objetivos, Areso señaló que una de las primeras decisiones fue la de “poner la ciudad mirando al río”, ya que hasta ese momento le daba la espalda porque las actividades portuarias e industriales se habían asentado en su orilla. De este modo, una de las cosas que se hizo fue trasladar esas actividades a otros emplazamientos.

Se hizo también una transformación de las zonas decadentes y desmanteladas como suelos de oportunidad y además se puso cierto acento en la arquitectura:“Eso respondía a una estrategia porque no pretendíamos ser una ciudad turística porque estábamos escarmentados del monocultivo económico”, En este sentido, señaló que encontraron un nicho en el turismo urbano y de congresos. Y dejó clara una cosa que invita a la reflexión: todas las administraciones estuvieron unidas.

Por su parte, Llátzer Moix hizo una valoración del proyecto de las súper manzanas que se está llevando en Barcelona, concretamente en el Poble Nou, y que tiene como objetivo “higienizar las ciudades con una mayor calidad medioambiental e ir retirando los coches paulatinamente”.

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