Antonio Agudo, por siempre

Obituario

Fue académico de número de la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz

Muere el artista sevillano Antonio Agudo

El pintor sevillano Antonio Agudo. / D.C.

El jueves pasado, pronto se conocía la triste noticia de que el gran Antonio Agudo, uno de los pintores más lúcidos, que, en los últimos tiempos, han sido, nos dejaba, serenamente, en su domicilio sevillano. Al parecer se fue como era él, tranquilo, sin sobresaltos, mirando la vida para sacarle lo mejor de la existencia. Fue una última mirada que, estoy seguro de ello, se apagaría sin estridencias, sin gestos crípticos, con la conciencia de haber pasado por la vida como un hombre de bien, como una buena persona y como un pintor humilde en una grandeza indiscutible.

Antonio tenía una personalidad arrolladora; era un volcán existencial que eclosionaba siempre para bien, para lo mejor, para abrir los más trascendentes caminos para que, los demás anduviesen con soltura, ligeros de equipaje y paso convencido.

Antonio fue un artista puro, sin reveses, convincente; conocedor de la realidad artística y sabedor de cómo hacerla posible y cómo relatarla. Fue maestro de verdad y de verdades; instructor y motivador; sabio y humilde. En la Facultad de Bellas Artes de Sevilla era profesor, amigo, entusiasta de lo que otros hacían. Para él, los buenos eran excelsos, los que poco tenían que decir estaban en su proceso de búsqueda; no había nadie malo. En una profesión cainita, Antonio no tuvo rivales, ni gente malcarada que le pudiese llevar la contraria. Fue muy grande; cuando la pintura exigía clasicismo -no nos olvidemos de la máxima del torero: ‘clásico é lo que no se pué azé mejon’-. Antonio era clásico porque lo que hacía era lo mejor.

Ahí está el soberbio, imponente e inquietante Vía Crucis de la Basílica del Gran Poder. Pero Antonio era, al mismo tiempo, moderno, muy moderno, porque manejaba los parámetros de lo nuevo conscientemente, sin alharacas, sin efectismo, sin imposturas, sin veleidades; con sabia energía y potestad. Ahí está su gran pintura paisajística donde la acuarela marcaba rutas insospechadas.

Antonio Agudo era sevillano; pero era de Cádiz, muy de Cádiz; y era mejicano, de un Méjico que amó y al que pintó con sobriedad, belleza y trascendente entusiasmo.

Fue académico de número de la Provincial de Bellas Artes de Cádiz y ejerció como tal; siempre positivo y conciliador. Para éste que, ahora, lo recuerda con la emoción a flor de piel, fue el gran maestro que le dio la alternativa un 20 de marzo de 2019, contestándole su discurso de ingreso. Querido Antonio Agudo, maestro, ¡por siempre y para siempre!

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