Cádiz

Tacita de oro

  • En los últimos 17 meses se han vendido en la capital gaditana más de cuatro toneladas de este metal precioso, por el que se han pagado más de 11 millones de euros · La Policía examina cada operación

La tacita de plata encerraba un baño de oro, un tesoro de herencias y joyas familiares que la crisis ha sacado a flote de sopetón. Es el boom del dorado, del compro oro y los intermediarios de las joyerías apostados a las puertas del Monte de Piedad de Unicaja. Para que se hagan una idea de la eclosión de este negocio, ahí van unos datos reveladores. En el año 2006 sólo dos establecimientos compraban oro en la capital gaditana:Unicaja y la joyería D’Arenas. Cuatro años después hay 16 empresas que comercian con este metal precioso y algunas, como Oromanía del Sur, El Quevedo de Oro o Orodin incluso tienen dos tiendas en la ciudad. Otro dato más significativo. Según fuentes policiales consultadas por este medio, desde el 2 de enero de 2009 hasta el pasado lunes 31 de mayo de 2010, en Cádiz capital se han vendido 4.345.139 gramos de oro, es decir, más de cuatro toneladas. En esta cifra también se incluye un pequeño porcentaje de oro blanco y plata, aunque el 95% corresponde al oro tradicional. Según las mismas fuentes, el dinero que se ha movido en estas transacciones durante este mismo periodo de tiempo asciende a 11.142.184,17 euros, casi 2.000 millones de las antiguas pesetas, cifra nada desdeñable tratándose de la capital del paro, la economía sumergida y la ayuda familiar. 15.639 clientes vendieron oro en algún momento de estos últimos 17 meses y contribuyeron al auge de un negocio cuya proliferación ha coincidido con el cierre de muchas inmobiliarias. De hecho, la Policía piensa que algunos de los propietarios de estos establecimientos de compro oro son los mismos que durante el auge del ladrillo apostaron por enriquecerse comerciando con viviendas. Ahora han cambiado las tornas y la consigna es clara:en época de bonanza económica se venden casas y en las de crisis se comercia con oro.

Para comprobar la proliferación de joyerías basta con darse una vuelta una mañana cualquiera por los soportales de la avenida o las inmediaciones de los juzgados de San José. El epicentro del negocio del oro se sitúa precisamente junto a la plaza del mismo nombre, en el Monte de Piedad de Unicaja. A sus puertas se agrupan comerciales de joyerías que nada más hacer amago de entrar en la sede bancaria hacen sus ofertas. “Ahí dentro te van a dar ocho euros por gramo, yo te puedo dar 15”, nos aborda uno de ellos. Enseguida los demás acuden ante un posible cliente y comienza la puja. “Yo puedo llegar a 21 euros por gramo de oro y si tienes papeletas de empeño también te las compro”. La diferencia entre el Monte de Piedad y estas joyerías es que Unicaja paga menos pero ofrece la posibilidad de recuperar la joya pasado un año con el consiguiente interés. Se puede ir renovando el empeño anualmente hasta cuatro años, tiempo tras el cual el cliente debe recuperar el oro o darlo por perdido.

A favor del Monte de Piedad hay que decir que cuenta con un gemólogo, algo de lo que carece la mayoría de establecimientos que compra oro. Según fuentes policiales en este aspecto hay bastante piratería. Cuando un vendedor lleva una joya de oro que tiene una gema engarzada lo más habitual es que el comprador asegure que no está capacitado para hacer una tasación correcta ni para extraerla, por lo que se niega a abonar su precio. El destino final de estas piedras preciosas aseguran que será la trituradora, aunque luego la realidad es que muchas acaban en algún taller de orfebrería de Córdoba o Sevilla y el dinero resultante no es declarado.

La venta de oro está regulada por el Reglamento de la Ley 01/07/1985 de fabricación, tráfico y comercialización de objetos elaborados con metales preciosos. Cada operación que se realiza debe ser revisada por la Policía Nacional, que recoge unos formularios donde se adjunta la fotocopia del DNI del vendedor así como la foto del lote en cuestión.

Para vender oro de segunda mano tiene que estar contrastado por unas marcas que adjudican los laboratorios del Ministerio de Industria. Esto provoca, por ejemplo, que para vender oro comprado en el extranjero sea necesario solicitar que un laboratorio contraste que ese oro es legal y no proviene de ningún robo.

La Policía revisa concienzudamente cada expediente que le llega (unos 300 a la semana cuando hace unos años apenas alcanzaba el centenar) y en caso de detectar anomalías en los lotes da cuenta al juzgado, que sanciona las faltas leves con hasta 3.000 euros de multa; las graves con hasta 15.000 y las muy graves con hasta 600.000 euros de multa.

Mientras que la crisis mantenga cogido por el cuello a muchos gaditanos, el oro seguirá cambiando de manos, aunque el negocio cada vez está más repartido porque la proliferación de joyerías no cesa. Es la otra fiebre amarilla de Cádiz.

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