Cádiz

Santo Domingo se queda pequeño en una intensa mañana con función y ofrendas

La iglesia de Santo Domingo apenas da abasto en la mañana del 7 de octubre. Las naves del santuario de la Patrona son un constante ir y venir, entrar y salir, de personas que acuden a encomendarse a la Virgen del Rosario, a verla en su paso (ya encendido y preparado para su salida) y también a participar en la función del voto.

Esta solemne misa que presidió el obispo Rafael Zornoza estuvo participada ayer por más de una veintena de sacerdotes, además de seminaristas y diáconos. Entre ellos, el Cabildo Catedral, que también renueva anualmente en esta celebración el voto a la Virgen. Precisamente, a la izquierda de Zornoza se situaba el deán, Guillermo Domínguez Leonsegui, estando a la derecha el vicario general, Fernando Campos.

Asistieron a la función votiva el almirante de la flota, el delegado de Defensa, el subdelegado del Gobierno, la alcaldesa de la ciudad -que volvió a renovar el voto de la ciudad con una sentida intervención en la que volvió a pedir la intercesión de la Virgen del Rosario- y parte de la Corporación Municipal, el coronel de la Guardia Civil, el comisario provincial de la Policía o el superintendente de la Policía Local, entre otras representaciones civiles y militares que ocupaban los primeros bancos de Santo Domingo. Por su parte, también asistieron el director del Secretariado Diocesano de Hermandades, el presidente y el vicepresidente del Consejo y algunos hermanos mayores y representantes de hermandades de la ciudad.

El coro San Francisco, un clásico en la mañana del 7 de octubre, puso música a esta función que finalizaba pasadas las doce y media de la tarde. Daba entonces comienzo una ofrenda que este año no estaba precedida de procesión cívica, lo que no impidió ver a muchas niñas y jóvenes vestidas con el tradicional traje de piconera, además de otras mujeres que acudieron con traje de flamenca.

La Camerata del Gran Teatro Falla puso música a esta ofrenda de los últimos nardos a la Patrona antes de su procesión vespertina. Eran más de las tres de la tarde cuando Pascual Saturio cerraba Santo Domingo, dando por concluida una intensa mañana.

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