Obituario

Federico Linares, un notario con la 'manía' de hacer el bien

A pesar de que conocía su delicado estado de salud, la noticia del fallecimiento de Federico Linares Castrillón me ha impresionado hondamente. Ni sus irreprimibles ganas de vivir, ni la permanente entrega de su esposa María José, ni su cariñoso bienestar familiar, ni su generoso afán de servir a los más necesitados han sido suficientes para mantenerlo entre nosotros. Con su manera transparente de explicar con su coherente conducta el significado de la familia, del trabajo, del ocio, de la amistad, del amor y de la ayuda a los que más sufren, este hombre bueno nos ha estimulado para que rompiéramos aquellas ataduras convencionales que nos limitaban el ejercicio de la plena libertad evangélica y el armónico crecimiento humano.

A mi juicio, la clave de la admiración, del respeto y del cariño que en todos nosotros ha despertado su figura, la valoración tan positiva de su trabajo profesional y la admiración agradecida por su servicio a los marginados residen en esa modestia secreta y, al mismo tiempo, jubilosa, de un hombre que medía su felicidad por el agradecimiento de esas personas que le regalaron su apoyo, su estima, su amistad y su amor. A partir de ahora echaremos de menos el lenitivo reconfortante de sus comentarios lúcidos y de su testimonio valiente.

Federico Linares Castrillón. Federico Linares Castrillón.

Federico Linares Castrillón.

Tiene razón Jesús Martínez Linares por sentirse orgulloso por la vida plena de su tío Federico, un esposo y un padre ejemplar, un ciudadano comprometido, un notario cercano y servicial, un gaditano identificado con los problemas y con las aspiraciones de este rincón, que disfrutaba con su Carnaval y con su equipo de fútbol, sobre todo, un creyente esperanzado que ha entregado su vida a servir a los menos favorecidos. Junto al padre Idelfonso Castro, Federico entregó más de veinte años de su vida a la formación de los presos en la Prisión Puerto dos y a diversos proyectos de capacitación en el nuevo Madrugador. Su elevada calidad humana y su alto nivel profesional se pusieron de manifiesto, sobre todo, con su peculiar manera de evitar la tentación de caer en la superficialidad y en el exhibicionismo.

La vida de este notario que, desde joven, decidió crear una apacible familia, estaba marcada por la saludable 'manía' de ayudar, de servir y de hacer el bien. Cualquier momento y cualquier ocasión eran propicios para que él los convirtiera en oportunidades para escuchar y para atender las demandas, muchas veces silenciosas, de los demás. Estaba dotado de una singular habilidad para explicar con su conducta de manera clara los valores humanos. Era un certero observador de la cotidianidad que, con su sencillez encantadora, arrancaba nuestros mejores sentimientos de benevolencia; con su trato a los desfavorecidos nos acercaba a quienes pedían pan o ansiaban libertad, y con su finura intelectual nos redimía de la mediocridad. Poseía un extraordinario sentido de lo real unido a un sentimiento de esperanza, gracias a acercamiento y su comprensión vividos desde el fondo de sus entrañas, desde las fibras más íntimas de su conciencia.

Con su esposa María José -incansable en su entrega servicial, gozosa y esperanzada-, con sus hijos Federico, Joaquín, María José, Esperanza y Oliva, somos muchos los familiares, los amigos y los compañeros que sentimos dolor por esta pérdida. Que descanse en paz.

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